El sincericidio del intendente Grasso: El ADN de la corrupción, al descubierto

El sincericidio del intendente Grasso: El ADN de la corrupción, al descubierto

El intendente de Río Gallegos, Pablo Grasso, ha desatado una fuerte controversia con sus recientes declaraciones, en las que afirmó que “en Río Gallegos no hubo corrupción. Lo que hubo fueron obras concretas”.

Esta aseveración no es vista como un simple desliz, sino como la manifestación de una profunda convicción política que defiende la obra pública realizada durante el kirchnerismo, incluso aquella vinculada al condenado Lázaro Báez, minimizando o negando los hechos de corrupción asociados.

La defensa de Grasso se basa en la idea de que la «huella tangible» de las inversiones, como calles pavimentadas, viviendas y escuelas, justifica los medios y anula las acusaciones de malversación. Al ser consultado específicamente por el dinero desviado, el intendente insiste en que este se puede «ver en la obra pública». Esta postura es interpretada como una adhesión a la peligrosa filosofía del «roban pero hacen», un argumento que busca legitimar la corrupción a cambio de resultados visibles.

Desde una perspectiva crítica, estas declaraciones exponen los valores éticos y morales del funcionario, sugiriendo que podría aplicar la misma lógica en su actual administración municipal. El autor del texto original sostiene que esta mentalidad, que considera el robo al Estado como un mal menor si se traduce en obras, revela una falta de idoneidad para la gestión pública y lo califica como un típico exponente del pensamiento kirchnerista que, según él, concibe el poder como una herramienta para el enriquecimiento personal.

Finalmente, se señala que esta confesión política tendrá consecuencias. El autor se compromete a recordar a la ciudadanía estas palabras en futuras campañas electorales para que los votantes tomen una decisión informada. Se contrasta la defensa de Grasso con la realidad de las obras, como la autovía de la ciudad —pagada con sobreprecios, de mala calidad y sin mantenimiento adecuado—, como prueba de que la corrupción no solo desvía fondos, sino que también produce resultados deficientes y peligrosos para la comunidad.

¿Puede el electorado votar por Pablo Grasso, quien cree que la plata que la justicia le reclama a Lázaro Báez, está en obras en Santa Cruz?

OPI Santa Cruz

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