
Organizado por el Colegio de ingenieros de la provincia de Buenos Aires, Distrito I con sede en nuestra ciudad, la semana último tres profesionales de la ingeniería analizaron la situación ocurrida el pasado 7 de marzo, la cual derivó en una verdadera catástrofe al no disponer la ciudad de una infraestructura adecuada para una lluvia de tanta magnitud.
Archivo La Nueva. Por La Nueva.
Horacio Varela, Juan Carlos Scheffer y Pablo Antonelli, analizaron, desde distintos puntos de vista, lo ocurrido el 7 de marzo pasado en nuestra ciudad.
Horacio Varela, Juan Carlos Scheffer y Pablo Antonelli, analizaron, desde distintos puntos de vista, lo ocurrido ese día, el porqué de la vulnerabilidad, las cuestiones a corregir y que obras serían necesarias para estar en mejores condiciones ante un hecho similar.
Varela: Datos y movilidad
El ingeniero Varela fue el primero en exponer y analizó dos situaciones a partir de cómo se movió el agua originada por los 400 milímetros de agua caídos en menos de seis horas.
Explicó que el líquido avanzó sobre todas las áreas inundables, muchas de las cuales nunca se habían pensado como tal debido a que los taludes del ferrocarril se encargaron históricamente de direccionar el agua hacia el partidor del parque de Mayo.
En esta ocasión, sin embargo, el agua superó esa barrera artificial y se comportó del mismo modo que lo hacía cuando el ferrocarril todavía no existía, antes de 1884, ocupando todo el ancho del cauce del Napostá y del Maldonado.
“Lo ocurrido demuestra que la ciudad debe a esa estructura ferroviaria que varios barrios ubicados en el cauce del Napostá no se inunden. Pero eso es clave ahora asumir esa condición y dejar de autorizar loteos en esos sectores”, señaló.

Varela explicó que el último tramo del Napostá, antes de llegar al partidor, tiene dos márgenes naturales: las barrancas de avenida Cabrera y del ejército.
“Se trata de un cauce de unos 900 metros de ancho, por eso antes de 1884, que fue cuando se construyó el ferrocarril, el agua ocupaba todo el parque de Mayo (entonces conocido como bañado de Jiménez) y para luego seguir por el Maldonado. Hoy el agua llega al partidor con un ancho de apenas 60 metros gracias a que esos dos bordes funcionan como embudo”.
El borde conformado por las vías del ferrocarril evitó siempre que el agua pasara para el lado de la Carrindanga, por eso esa zona permanece seca durante la mayoría de las crecidas del arroyo. Eso llevó a pensar que no era inundable. Pero eso resultó ser falso y el 7 de marzo el agua sobrepasó esos terraplenes y ocupó todo el ancho de su cauce, inundando decenas de barrios, con el agua llegando a 1,70 metros.
Otra cuestión importante que destacó Varela es la necesidad inmediata de “recuperar la movilidad”, afectada por la existencia de puentes y calles fuera de servicio. Para eso apuntó a la necesidad de disponer de datos adecuados y actualizados para entender cómo se mueve hoy todo el sistema vehicular.
“El problema es que si es algo que va a resolver la provincia a partir de contratar una consultora y definir un nuevo diseño del canal, la situación actual se va a mantener durante un par de años. Entonces hay que gestionar esas obras de inmediato para que se recupere el ritmo habitual”.
Por último destacó la necesidad de tener un plan de contingencia, de modo que cada cual sepa que hacer en un caso como el ocurrido.
“Para es importante crear un organismo con especialistas en crisis y tener una población bien entrenada. No es posible que nadie sepa qué hacer frente a una situación que se viene repitiendo desde el siglo XIX. La inundación del 7 de marzo no fue algo “excepcional”, sino algo recurrente. No puede ser que hoy suframos los mismos conflictos y consecuencias que los primeros pobladores de la ciudad”.
Scheffer: amortiguar y tener alertas tempranos
Pocos profesionales tan experimentados y conocedores de la problemática hidráulica de la ciudad como Juan Carlos Scheffer. En su exposición hizo un detallado análisis de las circunstancias que derivaron en la inundación del 7 de marzo, destacando la importancia del estudio realizado por el departamento de agronomía de la Universidad Nacional del Sur y el INTA.
Recordó cuando en la crecida del Napostá de 2022 se verificó que los tamariscos plantados décadas antes por los quinteros se convertían en una barrera para el ingreso del agua, cuando en otras épocas inundaba sus campos y eso evitaba que el líquido llegara a la ciudad.
“Necesitamos entender cómo funciona hoy la escorrentía del agua, por donde llega y como. Pero tenemos poco material para eso, carecemos de mediciones adecuadas, al punto que tenemos un único aforador ubicado en puente Canessa. El INTA hizo algo inédito que fue consultar a los propietarios de los campos y así determinar con certeza cuánto llovió en casa sector y trazar las isoyetas que permiten entender cómo avanza el agua”.
Este estudio es clave porque las obras a realizarse a futuro debieran considerar ese movimiento, que en el caso de la inundación tuvo, por ejemplo, un divisor de agua en la ruta 35, de modo que una parte fue al Napostá y otra al arroyo Saladillo de García.
También mencionó que en el pico de la crecida el agua alcanzó los 3.600 m3/seg (el Maldonado y el Napostá juntos pueden transportar 300 m3/seg) y que ese día la dirección de la tormenta evitó que el líquido ocupara la cuenca del Napostá.
“Si eso hubiese ocurrido, hoy no estaríamos acá”, aseveró.
Consideró interesante la alternativa de ampliar la capacidad el Maldonado a partir de su reconstrucción rectangular y de ocupar unos metros adicionales sobre las calles perimetrales, con un muro de un metro de alto, modificación que duplicaría su capacidad.
Coincidió con Varela en la importancia de crear una oficina municipal de hidráulica, que se encargue del seguimiento de las obras y de su posterior mantenimiento, incluso con capacidad para otorgar certificados de habilitación hidráulica, es decir definir con claridad donde se puede construir y donde no.
“Es necesario atender el problema desde lo macro, lo cual significa manejar las correntadas y disponer de un mecanismo de amortiguación para que el agua no llegue a la ciudad”, finalizó.
Antonelli: crear paseos y lugares inundables.
El último expositor fue Pablo Antonelli, quien explicó que la lluvia del 7 de marzo prácticamente no fue absorbida por el suelo ni perdida por evaporación, sino que escurrió casi en su totalidad.
Mencionó la necesidad de pensar en obras que permitan atenuar la velocidad del agua, considerando que entre la zona alta y la plaza Rivadavia existe una diferencia de nivel de 50 metros. Consideró como un componente completamente negativo la falta de mantenimiento de los desagües pluviales, de las bocas de tormenta, compuertas y del sistema hídrico en general.
Una alternativa que considera es la reapertura del Napostá hoy entubado, generando un diseño que además de lugar a la creación de paseos, lugares de estar y tierras inundables que sirvan para retener el agua.
“Este es un problema de todos y tenemos la obligación de mejorar la evacuación del agua para las futuras generaciones. Siempre resultará más económico hacer obras que atender las consecuencias de una inundación. Para eso es importante formar un equipo multidisciplinario que trabaje en la planificación de las obras y un comité de cuenca que analice no solo de las posibles inundaciones sino también la generación de espejos de agua y su uso para el riego”