
Son muchas las posibilidades que ofrece la reparación tras el fenómeno destructivo del 7 de marzo. Es común a otras localidades.
Por La Nueva.
El fuerte proceso de urbanización que se está experimentando, con una concentración demográfica del 70% en núcleos urbanos, lleva a pensar en los riesgos que implican los nuevos modelos que no resultan sostenibles.
Además, supone una acumulación de peligros. Los desastres naturales afectan a más de 220 millones de personas al año y cuantiosas pérdidas económicas.
Ante esta situación, cada ciudad reacciona de distintas formas, según su capacidad, experiencia y voluntad. Es lo que se denomina resiliencia.
Con frecuencia, muchas ciudades, como fue el caso de la nuestra, sufren catástrofes, de origen natural o humano y necesitan reconstruirse. Para ello, aplican distintas modalidades según el impacto recibido.
La mayoría de las reconstrucciones se centran exclusivamente en reponer infraestructuras y servicios básicos de habitabilidad, como agua, electricidad, vivienda o comunicación reproduciendo los modelos anteriores.
Y dejan en un segundo plano la sustentabilidad y los problemas previos ya existentes.
Así, pierden una oportunidad de enmendar errores. Los planes urbanísticos y materiales utilizados reproducen la jungla de cristal y acero y las colmenas de viviendas. Olvidan las componentes verde-azules de un entorno amigable que incluye la naturación urbana.
Es hora de llamar la atención sobre las posibilidades que ofrece la reparación tras los fenómenos destructivos que sufren los núcleos urbanos. Con una visión realista, se debe tener en cuenta que la ciudad está concebida para el uso y disfrute de sus habitantes.
La ecociudad
Se puede plantear hasta qué punto es factible lograr un asentamiento urbano que sea sostenible, amigable con la naturaleza y agradable para vivir. Una ecociudad es un núcleo humano que cumple una serie de características:
–Es autosostenible: Tiene ecosistemas naturales que proporcionan condiciones saludables a sus habitantes.
–Presenta un balance positivo en la relación producción-consumo, sin excedente de residuos ni externalidades negativas en su entorno. Sus habitantes mantienen unas relaciones sociales con equidad y justicia.
–El modelo de comportamiento del ecosistema urbano es similar a los organismos vivos: respiran (utilizan energía exógena o endógena), crecen (se modifican a lo largo del tiempo en su estructura, tamaño y forma), se reproducen (desarrollo y planificación, nivel de formación e información), se mueven (transporte terrestre, aéreo, acuático), se alimentan (agua, aire, alimentos físicos) y generan residuos (orgánicos, aguas residuales, materiales contaminados).
Por ello, para su desarrollo necesitan una serie de recursos tanto materiales como humanos. La naturación, como incorporación de la naturaleza al entorno, aporta a través de las plantas y los sustratos, nutrientes, función clorofílica, áreas recreativas y alimentos.
Este ámbito natural que aparece en los ambientes idílicos tal vez sea asequible en cierto grado si la sociedad toma conciencia y utiliza los medios adecuados.
¿Qué, cómo y quién?
El punto esencial para abordar los problemas es concientizar a la población de su responsabilidad colectiva, que fuerce a todos a actuar de forma conjunta. Para eso se necesita formación e información, que permitan innovaciones y cambios sociales. Los mensajes catastrofistas a veces no tienen el impacto deseado y pueden producir frustración e incapacidad de reacción por quedar fuera del alcance de los ciudadanos y ser decidido únicamente por el poder político de turno.
El horizonte de recepción del impacto es también importante. Si es demasiado amplio, por ejemplo a 50 años, es difícil de contrastar su veracidad. Además, los actores actuales pueden no sentirse afectados directamente.
Tan solo queda el espíritu de solidaridad, pero siempre que no exija sacrificios muy elevados en el presente.
La sociedad urbana debe ser consciente de que las oportunidades se deben aprovechar aplicando su capacidad operativa para abordar los problemas. El análisis del pasado fortalece la programación del futuro.
Aunque cada urbe tiene sus peculiaridades, que encuadran y restringen las medidas a tomar, hay un denominador común: la involucración de todos los actores del escenario ciudadano (barrios, técnicos, académicos, funcionarios y empresarios) a través de diálogos sinceros y abiertos para planificar la ciudad que se anhela