Federalismo inquieto

La semana que termina estuvo cargada de hechos de fuerte impacto público, pero hubo uno en particular que, si bien tuvo un acto protocolar nutrido, dejó al descubierto escenas de la política contemporánea que describen cómo se piensa el interior de un país y, en particular, la Patagonia. El viernes, el conglomerado de empresas petroleras que forma la firma Oldelval inauguró una obra clave para el futuro inmediato del país y lo hizo casi en orfandad política.

La obra (por eso se llamó Duplicar) básicamente aumentó al doble la capacidad del oleoducto que lleva petróleo desde la cuenca Neuquina hasta Puerto Rosales, en Buenos Aires. Una cuenta a mano alzada indica que, solo con este nuevo caño, el país ingresará otros casi 2.500 millones de dólares este año a una balanza energética que acumula un fuerte superávit. Las estimaciones, que incluyen un tercer ducto de Oldelval y el megaproyecto del Oleoducto Vaca Muerta Sur que conectará con Sierra Grande a un nuevo polo exportador, indican que en un plazo de no superior a tres años la cuenca estaría en condiciones de bombear 1,2 millones de barriles diarios.

La relevancia de la obra radica en ser el primer paso firme del proyecto que podría cambiar para siempre la fisonomía de la Patagonia norte.

Sin embargo, al acto no asistieron los gobernadores de Neuquén y Río Negro, Rolando Figueroa y Alberto Weretilneck, y en cambio fueron diputados nacionales del oficialismo como Lorena Villaverde y Pablo Cervi. El desplante probablemente esté justificado en una devolución de gentilezas al Gobierno nacional que, representado por el presidente Javier Milei, elige viajar al exterior en vez de visitar las provincias, que en definitiva son las que generan las riquezas del país.

No fue una escena novedosa. El mandatario tiene más kilómetros volados al exterior que los recorridos en el interior. Pero sí fue una gran paradoja que, quizás, Milei debería comenzar a revisar, porque la inauguración del oleoducto, un proyecto 100% privado como propone su gestión para cualquier obra, coincidió con su fallido viaje a Estados Unidos. Más que fallido, fue una visita frustrada porque lo que buscaba el presidente era una foto con Donald Trump y ni siquiera pudo conversar con él.

Es probable que alguien del entorno responda algo ya sabido: que Milei es pragmático y que, si la foto con Trump le servía para apuntalar un gesto de confianza al FMI para que destrabe los 20.000 millones de dólares prometidos, valía más que las promesas de divisas que asegura la obra inaugurada. Es cierto que la decisión del Fondo depende de la voluntad mayoritaria de Estados Unidos en el organismo, pero ahora cabe preguntarse si el intento trunco no generará el efecto inverso.

Además, en esa desesperada carrera del presidente por un financiamiento que le permita recuperar el volante del programa económico, también descuidó un frente importante y con consecuencias económicas: sus dos nominaciones para la Corte —ambos ingresados por la ventana vía decreto— sufrieron un humillante rechazo en el Senado. Uno de ellos, García Mansilla, quien llegó a integrar el tribunal, obtuvo una negativa de dos tercios de la Cámara.

Y el Senado no es cualquier cámara: es la que representa centralmente a los gobiernos provinciales. Por su composición de tres legisladores por provincia, es la más territorial y federal de las cámaras legislativas, y fue la misma que abrumadoramente frenó —algo que nunca había sucedido— las designaciones.

De seguir así, la advertencia será cada vez más difícil de ignorar. El federalismo está tocando la puerta, no con gestos altisonantes, sino con señales concretas de poder territorial.

El interior productivo, el mismo que genera las divisas que Milei persigue en sus viajes, empieza a mostrar que sin su acompañamiento no hay proyecto nacional posible. Y si el Gobierno no escucha, no será la foto con un líder extranjero la que lo rescate y será una especie de tolerancia popular agotada la que se exprese.

Diario Río Negro

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