Inundación trágica: las experiencias de otras ciudades argentinas y del mundo

Son varias las localidades que lograron reconstruirse tras superar catástrofes naturales similares a la que vivió Bahía Blanca el 7 de marzo pasado.

Río Grande do Sul, el estado más austral de Brasil y limítrofe con Argentina, demostró una sorprendente capacidad de recuperación tras la devastadora inundación que golpeó la región a finales de abril de 2024.

En aquella oportunidad, casi todos sus municipios, incluyendo su capital Porto Alegre, fueron afectados por la crecida del agua que superó el metro de altura y tardó semanas en descender.

La reconstrucción de sus ciudades principales se extendió por más de cinco meses, pero la resiliencia de sus habitantes, sumada al apoyo estatal permitió que vuelva brillar.

No fue un milagro sino la suma de muchas voluntades de sus más de 11 millones de habitantes y también de un Estado que se involucró activamente.

A diferencia de Bahía Blanca, donde la lluvia se produjo en alrededor de 5 horas, las precipitaciones en este estado brasileño comenzaron el 28 de abril y a medida que pasaban los días aumentaban su intensidad hacia el 2 de mayo. En esos cuatro días, las mediciones registraron entre 500 y 700 milímetros, el más alto que la media registrada para un año.

Esto llevó que en 440 de los 497 municipios se produjeron deslizamientos de tierra, el colapso de los desagües cloacales y el desborde del río Jacuí junto al del lago Guaíba donde fallaron las placas de hierro que sirven de muralla frente al centro histórico de Porto Alegre, de acuerdo a lo que cuentan los habitantes.

La mayoría de los municipios afectados por las inundaciones pudieron volver a una nueva cotidianeidad mientras el gobierno de Lula Da Silva anunció la creación de un fondo de incentivo de más de 6 millones de reales en obras para prevenir estos desastres naturales.

La sorprendente recuperación también quedó en evidencia luego de que el Ministerio de Turismo (MTur) y Embratur informaran que Brasil tuvo récord de turistas, unos 6.65 millones en 2024, y entre las principales puertas de entradas figura Río Grande do Sul con casi 900 mil visitantes.

El desafío de micro emprendedores, empresarios junto a los gobiernos estatales y federales fue en reforzar estrategias para que esos turistas extranjeros que pasan por el estado elijan quedarse para disfrutar de las ciudades de la Serra Gaúcha antes de seguir hacia las playas de Santa Catarina.

Las dos de Valencia 

El plan de recuperación de Valencia, tras el paso de la DANA del 29 de octubre de 2024, que dejó 224 muertes, se centra en el turismo como motor a través de la puesta en marcha de actividades al aire libre, gastronómicas y culturales en la zona devastada por la riada.

«El turismo es una herramienta poderosa y eficaz tanto para la reconstrucción como para la dotación de infraestructuras, además de ser clave para la revitalización del tejido empresarial y comercial», explicó la experta en Turismo, Paula Llobet.

En 1957, esta ciudad de España vivió una de sus tragedias más recordadas cuando una devastadora inundación arrasó con la ciudad, dejando 81 muertos y enormes daños materiales.

Las calles se cubrieron de barro y escombros, pero el espíritu solidario de los valencianos se hizo sentir: miles de personas salieron en masa para rescatar a quienes lo necesitaban, limpiar las calles y reconstruir juntos lo perdido. Aquella catástrofe marcó una época, recordada por la fuerza y la unidad con la que la ciudad se levantó.

67 años después, Valencia enfrentó un desastre similar, con intensas lluvias que volvieron a provocar inundaciones y pérdidas humanas y materiales.

La historia parece repetirse, pero también lo hace la solidaridad. Una vez más, los valencianos se han unido para reconstruir su ciudad y apoyar a quienes lo han perdido todo, reviviendo el espíritu colectivo de aquella tragedia de 1957.

Europa, castigada

La noche del 14 al 15 de julio de 2021, el centro de Europa fue golpeado por una de las inundaciones más devastadoras de las últimas décadas.

Lo que comenzó como intensas lluvias en varios países europeos pronto se convirtió en una catástrofe de gran magnitud, con consecuencias trágicas y daños incalculables.

El fenómeno meteorológico, que había sido predicho por los servicios meteorológicos pero cuya magnitud fue subestimada, dejó un rastro de destrucción a su paso, afectando principalmente a Alemania, Bélgica, Países Bajos y Luxemburgo. En total, las inundaciones en Alemania y Bélgica en 2021 dejaron al menos 230 muertos.

La tormenta comenzó a intensificarse el 12 de julio, trayendo consigo lluvias torrenciales que saturaron rápidamente el suelo ya húmedo. Para la noche del 14 de julio, los ríos comenzaron a desbordarse, arrasando con comunidades enteras en cuestión de horas.

Alemania fue uno de los países más afectados, especialmente los estados de Renania del Norte-Westfalia y Renania-Palatinado. En Renania-Palatinado, el pequeño pueblo de Schuld fue prácticamente borrado del mapa, con casas arrastradas por la corriente y calles convertidas en ríos.

El número de muertos en Alemania fue el más alto, con al menos 184 víctimas mortales confirmadas, y más de mil personas reportadas como desaparecidas en los días inmediatamente posteriores al desastre.

Bélgica también sufrió enormemente, con la provincia de Lieja siendo una de las más afectadas. Ciudades como Pepinster y Theux vieron niveles de agua sin precedentes, y muchas casas y edificios fueron destruidos o quedaron inhabitables. En Bélgica, las inundaciones dejaron al menos 41 muertos, y se realizaron evacuaciones masivas en áreas en riesgo. Los servicios de emergencia trabajaron sin descanso para rescatar a las personas atrapadas y asegurar las infraestructuras críticas.

En Países Bajos, aunque el número de muertos fue menor comparado con Alemania y Bélgica, la provincia de Limburgo experimentó inundaciones significativas. Las autoridades neerlandesas evacuaron a miles de personas mientras el río Mosa y sus afluentes se desbordaban, inundando tanto áreas urbanas como rurales. Luxemburgo, aunque menos afectado, también sufrió inundaciones en varias localidades, pero afortunadamente, no se reportaron víctimas mortales en el Gran Ducado.

El impacto de las inundaciones no se limitó solo a la pérdida de vidas humanas. La infraestructura de varios países quedó gravemente dañada, con puentes, carreteras y ferrocarriles destruidos o inutilizables.

Las pérdidas económicas fueron astronómicas, y los costos de reconstrucción se estimaron en miles de millones de euros. Además, muchas personas perdieron sus hogares y medios de subsistencia, lo que provocó una crisis humanitaria en el corazón de Europa.

La solidaridad internacional fue palpable, con varios países enviando personal, equipos y suministros para ayudar a los afectados. La comunidad europea, a través de la Unión Europea, también prometió fondos para apoyar la reconstrucción y ayudar a las personas a reconstruir sus vidas.

Los gobiernos de los países afectados prometieron realizar investigaciones exhaustivas para comprender mejor las causas del desastre y desarrollar estrategias para prevenir futuras tragedias.

A medida que las aguas comenzaron a retroceder, emergió la magnitud de la destrucción. Las imágenes de pueblos y ciudades sumergidos en agua, coches arrastrados por las corrientes y edificios derrumbados fueron impactantes. Las historias de rescate y valentía también salieron a la luz, con numerosos relatos de personas que arriesgaron sus vidas para salvar a otros. La resiliencia y la determinación de las comunidades afectadas fueron notables, mientras comenzaban el arduo proceso de reconstrucción y recuperación.

En Bilbao

En agosto de 1983, Bilbao vivió una riada en la que fallecieron 34 personas, un desastre que sirvió de punto de partida para su transformación.

El 26 de agosto de 1983, mientras la ciudad celebraba sus fiestas, el cielo se rompió sobre la ciudad.

Las lluvias torrenciales desbordaron la ría de Bilbao, la principal arteria metropolitana. Muchos barrios quedaron anegados. Y la ciudad tocó fondo.

Sobre los lodos de aquella terrible riada, sin embargo, se asentaron los cimientos de la nueva ciudad, que alcanzó su punto culmine en los años del cambio de siglo.

“Eran unos momentos difíciles de nuestra economía y las lluvias terminaron de hundir el Bilbao viejo para dar lugar al nuevo”, explicaba Ibon Areso, una de las personas más relevantes en la transformación de Bilbao, como responsable de diferentes cargos en el ámbito del Urbanismo municipal durante tres décadas y, coyunturalmente, como alcalde, tras la muerte de Iñaki Azkuna.

Las inundaciones de Bilbao fueron un desastre natural que, como aspecto más dramático, provocaron la muerte de 34 personas, y afectaron a un centenar de localidades en Bizkaia y Álava.

Se perdieron miles de empleos y se calcularon pérdidas económicas por valor de 1.200 millones de euros.

En los meses y años que sucedieron a las inundaciones se trazaron las bases del Bilbao del inicio del presente siglo, un proceso complejo y colectivo en el que había que sustituir el viejo aparato industrial y en el que fue clave la recuperación del autogobierno vasco.

“Una de las primeras competencias que recuperó Euskadi fue la de Ordenación del Territorio. Y aquello fue fundamental”, señala Jon Leonardo, catedrático emérito de Sociología de la Universidad de Deusto.

“La reflexión que se aborda en aquellos años de crisis industrial y social es muy importante, ya que de ahí viene todo. Un documento clave en el que se inspiraron lo elaboró la oficina francesa Datar, especializada en la ordenación del territorio. Elaboraron un estudio llamado Villas Europeas, en el que se recogieron indicadores de toda Europa y se puso el foco en lo que se llamaba el Finisterre europeo, el Arco Atlántico que va desde Liverpool hasta el Ferrol y A Coruña por el Golfo de Bizkaia”, rememora.

En aquel estudio se identificaron zonas de actuación deprimidas y también los criterios que se debían seguir para favorecer el resurgimiento de esos entornos urbanos.

De aquel documento salieron cuestiones como la importancia que tiene la cultura como elemento tractor de actividades e inversiones, una idea que empezó a calar en aquellos años.

Mientras las calles continuaban sumidas en una depresión colectiva, en algunos despachos se sentaron las bases de una transformación, liderada por las recién recuperadas instituciones democráticas.

De aquella reflexión inspirada en el documento de Datar nace el Plan Estratégico de Bilbao y, posteriormente, el Plan general de Ordenación Urbana, así como instituciones dedicadas a favorecer esa transformación, como Bilbao Metropoli 30 y Bilbao Ría 2000.

En la ría de Bilbao se intervino para reducir el riesgo de inundaciones.

“De manera más urgente, se realizaron labores de limpieza y dragado. Mirando al medio plazo, se impulsó un Plan de saneamiento integral donde obviamente se aprovechó para cambiar toda la red de alcantarillado, construir los colectores y canalizar los residuos urbanos, que hasta entonces iban directamente a la ría”, explicó el catedrático emérito.

En paralelo, se asistió a una “frenética inauguración de proyectos” para consumar la transformación de un área metropolitana que ronda el millón de habitantes.

La ciudad que tocó fondo con las inundaciones del verano de 1983 se dio un baño de autoestima en las décadas posteriores, hasta el punto de que parte de sus problemas hoy pasan por no morir de éxito, ahogada por los efectos del turismo global, la especulación y el impacto de las grandes corporaciones comerciales.

En Argentina

Ciudades de nuestro país también atravesaron inundaciones catastróficas a lo largo de la historia.

Por ejemplo, Santa Fe sufrió dos en 4 años de diferencia (2003 y 2007). En la primera, la crecida del río Salado provocó la peor inundación en la historia de la ciudad. Más del 30% del territorio quedó bajo el agua, con 130.000 evacuados y más de 20.000 viviendas afectadas. Se calcula que hubo alrededor de 158 muertos. En 2007, otra inundación la golpeó fuerte, pero sin tantos damnificados.

En La Plata aún se recuerda la inundación de 2013. Una tormenta descargó en pocas horas más de 392 mm de lluvia, superando la capacidad de drenaje de la ciudad. Se reportaron al menos 89 muertes y miles de damnificados.

Concordia también sufrió dos en poco tiempo. La primera en 2015 y la siguiente 2019, cuando las crecidas del río Uruguay afectaron a más de 20.000 personas en distintas oportunidades, con barrios enteros bajo el agua.

Esa crecida del río Uruguay, sumada la del Paraná, también afectó a Resistencia y Corrientes, dejando miles de evacuados y grandes pérdidas en la infraestructura y la producción agropecuaria.

Los procesos, paso a paso

En todos estos casos, el proceso de recuperación fue complejo y se desarrolló en varias fases, que incluyeron la respuesta inmediata, la limpieza, la reconstrucción y la preparación para futuras inundaciones.

Respuesta Inmediata (0-72 horas)

–Rescate y asistencia humanitaria: Se prioriza la evacuación de personas atrapadas, rescate de víctimas y provisión de refugio, alimentos, agua potable y atención médica.

–Evaluación de daños y riesgos: Se identifican zonas afectadas, estructuras peligrosas y se evalúa la necesidad de cortes de energía, gas o agua para evitar accidentes.

–Control de epidemias: Se toman medidas sanitarias para prevenir brotes de enfermedades transmitidas por el agua contaminada.

Limpieza y restauración básica (Días a semanas)

–Drenaje del agua acumulada: Se emplean bombas para extraer el agua estancada y acelerar el secado de áreas afectadas.

–Remoción de escombros y barro: Se limpian calles, viviendas y edificios de residuos, sedimentos y materiales dañados.

–Restauración de servicios básicos: Se restablecen el suministro de agua potable, electricidad, transporte y telecomunicaciones.

–Atención psicosocial: Se brinda apoyo a los damnificados, muchos de los cuales pueden sufrir estrés postraumático.

Reconstrucción y rehabilitación (Meses a años)

–Reparación de infraestructuras: Se reconstruyen caminos, puentes, viviendas y edificios afectados, con un enfoque en mayor resistencia ante futuras inundaciones.

–Recuperación económica: Se ofrecen subsidios, créditos y apoyo a empresas y agricultores afectados para reactivar la actividad económica.

–Reubicación de personas: Si es necesario, se trasladan comunidades enteras a zonas menos vulnerables.

Prevención y mitigación de futuras inundaciones

–Construcción de defensas contra inundaciones: Se mejoran diques, canales de drenaje y sistemas de desagüe pluvial.

–Reforestación y restauración ambiental: Se plantan árboles y se protegen humedales para mejorar la absorción del agua.

–Planes de emergencia y educación comunitaria: Se establecen protocolos de respuesta, se capacita a la población y se crean sistemas de alerta temprana.

Este proceso puede tomar años, dependiendo de la magnitud del desastre y los recursos disponibles. Un buen plan de reconstrucción no solo busca restaurar lo perdido, sino también fortalecer la resiliencia de la ciudad para enfrentar futuros eventos similares

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