¿Neuquén y Río Negro soportan un temporal como el de Bahía Blanca?

Por el calentamiento global las emergencias climáticas serán más recurrentes y más extremas. Los planes de contingencia, la clave para minimizar daños.

Sobre la exRuta22, aseguran que “es un borde de contención, un embalse para el agua” al estar construida sobre un terraplén. Foto: Matías Subat

Cerca de las cuatro de la madrugada del viernes 7 de abril comenzó la lluvia en Bahía Blanca. En pocas horas llovió el 70% de lo que llueve en un año. Este evento no esta aislado. Expertos aseguran que, debido al cambio climático, este tipo de temporales serán cada vez más frecuentes y más extremos. Alcanza con pensar en los incendios que sufrió la cordillera durante el verano de este año para confirmar esta idea.

Frente a estos eventos la pregunta que surge es: ¿Las ciudades de Neuquén y Río Negro están preparadas para recibir un temporal como el que azotó a Bahía Blanca? A continuación voces de expertos, funcionarios y estudiosos en la materia.

“Neuquén ha mejorado en infraestructura desde las últimas inundaciones, sobre todo en el Bajo”, explicó Diego López de Murillas, presidente del Colegio de Arquitectos de Neuquén. Pero, advirtió: “Aún existen algunas barreras que pueden generar algún tipo de embalsamamiento del agua si es que llueve de manera torrencial como en Bahía Blanca”.

“Neuquén tiene una pendiente del noroeste al sureste, o sea hacia la confluencia de los ríos, casi en diagonal. Todo el agua que cae, drena para esa zona”, explicó y señaló dos puntos en los que la ciudad debería poner el foco para evitar mayores daños en una emergencia: la exRuta 22 y la zona de la barda de la ciudad.

Respecto a la exRuta22 aseguró: “Es un borde de contención, un embalse para el agua” porque está construida sobre un terraplén y por tanto, todo el agua que baje del “alto” de la ciudad quedaría contenida por la exRuta 22 y no podrá drenar a la confluencia de los ríos. Contó, también, que la Municipalidad barajó un proyecto para bajar el nivel de la exRuta 22 y convertirla en bulevar para que el agua pueda pasar de un lado al otro, pero aclaró que es una obra muy costosa.

Sobre la exRuta22, aseguran que “es un borde de contención, un embalse para el agua” al estar construida sobre un terraplén. Foto: archivo

La otra zona que nombró López de Murillas para proyectar obras es la del noroeste de la ciudad, la que choca contra el talud de la barda que tiene asentamientos irregulares y está al límite de las cuencas aluvionales. “Es la zona del Parque de los Dinosaurios que está muy expuesta a los aluviones, que -en caso que suceda – van a ser verdaderos ríos de agua. El agua no se va a estancar, sino que va a venir de toda la parte de arriba de la meseta a gran velocidad. Por eso, hay que evitar que el agua de la planicie descargue por ese gran desnivel que es el talud de la barda”.

Francisco Baggio, subsecretario de Medio Ambiente y Protección Ciudadana de la ciudad de Neuquén y encargado de la Coordinación de Emergencia y Riesgo, contó que la ciudad desde hace tres años tiene un plan local de emergencia, es decir, un documento elaborado para atender emergencias climáticas, edilicias, de infraestructura, hídricas, etc. Un plan con acciones y roles descriptos para actuar de manera rápida y planificada.

Respecto a los dos elementos que marcó López de Murillas, Baggio explicó: “En todo el sector noroeste de la ciudad, que está a la altura de la Municipalidad nueva están las lagunas de atenuación, un sistema de lagunas encadenadas de baja profundidad con una superficie importante. Son nueve y arrancan a la altura del Club Maronese hasta Cuenca XV, atraviesan de manera longitudinal la ciudad. Esta piletas permiten que todo el agua que violentamente puede bajar en un momento de lluvias se retenga y baje de manera pausada, permitiendo el drenaje de la ciudad de manera correcta”. Aseguró que algunas ya están terminadas y otras por terminar.

Por otro lado, respecto a exRuta 22 coincide con López de Murillas, “funciona como una especie de dique”, pero en seguida sumó: “Recordemos que todo el sector del ‘bajo’ de la ciudad, después de las obras de pluviales importantes que se hicieron en la calle Chubut, Santa Cruz, Río Negro, Perito Moreno, permitieron que no se vuelva a inundar. El trabajo con los pluviales fue importante algunos tenían obstrucciones y las sacamos y otros son nuevos”.

Por último, sumó otra obra importante: la laguna de expansión de las “127 hectáreas”, al final de la calle Ignacio Rivas. Una laguna construida para que “cuando el arroyo Durán -el gran colector pluvial de la ciudad- tiene mucho volumen de agua, se puede derivar a esa laguna para bajar su nivel y que el arroyo pueda recepcionar agua de lluvia y la pueda descargar paulatinamente en el río Limay, independientemente si está alto o bajo”.

Qué pasa en Roca

María Emilia Soria, intendenta de Roca, se preguntó: “¿Qué ciudad está preparada para recibir una cantidad extraordinaria de lluvia como pasó en Bahía Blanca?”. Desde el Municipio que conduce, plantearon que, dado el historial de inundaciones local, se construyeron hace muchos años dos defensas aluvionales en la zona norte, “Defensa Roca” y “Defensa Catini”. En ambos casos, el mantenimiento es responsabilidad del Departamento Provincial de Aguas (DPA).

La Dirección de Defensa Civil realiza recorridos en forma regular para controlar su estado y cuando se detecta falta de mantenimiento se notifica al DPA. Actualmente, se encuentran en buen estado. Cuando DPA lo requiere, el Municipio colabora con las tareas de limpieza y/o mantenimiento.

Defensas aluvionales en Roca. Foto: Juan Thomes.

Además, existe en la ciudad un sistema de desagües pluviales. Algunos son administrados por el Estado Municipal, como el de calle Bolivia. Otros son de DPA y del Consorcio de Riego. El principal problema se presenta en algunos de estos desagües, como el de calle José Ingenieros, que recibe residuos cloacales que afectan la estructura y la capacidad de mantenimiento de los ductos, limitando de esa forma su capacidad de desagote ante una eventual inundación.

Es fundamental para el mantenimiento de los desagües la colaboración de los vecinos cuidando estos canales. Es habitual la conducta de arrojar residuos a los canales y desagües.

En Roca, debido al historial de inundaciones, se construyeron hace muchos años dos defensas aluvionales. Foto: Juan Thomes

La voz de una arquitecta que enseña a proyectar ciudades

El agua tiene memoria. El agua va a correr por donde históricamente corría. Por más que haya un canal, cuando hay mucha agua, corre por el lugar histórico. Se sale de los canales, produce inundaciones. Sucede cuando cae mucha agua en poco tiempo y no están las ciudades proyectadas para eso”, dijo la arquitecta Andrea Tapia, doctora en Proyecto del Espacio Ambiental y vicerrectora de la Universidad Nacional de Río Negro (UNRN).

Para la arquitecta, las lluvias torrenciales están afectando distintos lugares del país a partir del cambio climático. Es previsible en algunos contextos, pero lo que demuestran las inundaciones es cómo (las ciudades) han sido proyectadas y planificadas en su época de construcción, cómo fueron creciendo y qué fueron haciendo sobre el territorio natural.

Son cuestiones de infraestructura que no se tuvieron en cuenta en el momento de desarrollar la trama urbana negando el territorio, la geografía de los lugares”, postuló Tapia. En Roca, un ejemplo, es la calle Maipú. “Era un cañadón y por eso se inunda (en cada lluvia)”, planteó.

En Roca hay un punto a favor. “El sistema de canales es súper importante porque es un elemento de desagüe natural hacia el río, no solamente es el elemento que nos permite regar y hacer verde el valle, sino que es un elemento natural de recuperación de las aguas de lluvia y de las aguas que pueden bajar de la barda norte hacia el río Negro”, dijo. Lo problemático es cuando se cierran por la aparición de barrios privados o se entuban.

“Las ciudades del Valle no tienen desagües pluviales porque acá no llovía. Entonces el desagüe pluvial es la misma calle. No es que tienen canalizaciones por debajo para juntar el agua y llevarla a los cauces naturales”, explicó la arquitecta.

En Roca, debido al historial de inundaciones, se construyeron hace muchos años dos defensas aluvionales. Foto: Juan Thomes

“Recuperar el sistema de canales sería una buena alternativa ante estas eventualidades. Lo que hay que empezar a mirar es la naturaleza y cuáles serán los cauces naturales, cuáles serán los cañadones, cuáles serán los arroyos, como para volver a generar espacios de circulación de aguas que se conviertan en espacios públicos. Hay que hacer que el agua corra”, señaló.

Desde la Escuela de Arquitectura y Diseño de la UNRN, plantean partir de que el territorio es natural y la importancia de planear de qué manera el proyecto urbano-territorial acompaña a la naturaleza para no sobreponerse. “Sabemos que después entran en conflictos y la que gana es la naturaleza”, afirma.

Zona Andina y Atlántica de Río Negro: planes de contingencia, la clave

«Eventos como el de Bahía Blanca son extremos, muy difíciles de manejar. Hay algo muy importante que las autoridades se van olvidando: los planes de contingencia para minimizar los daños del evento«, planteo, Daniel Petri, director de Coordinación de Recursos Hídricos del Departamento Provincial de Aguas (DPA).

«La probabilidad de ocurrencia de eventos como el de Bahía Blanca en Río Negro es muy baja. Pero lo cierto es que la tormenta es un fenómeno en el que intervienen muchas variables. Ninguna ciudad es igual a otra«, planteó Petri, al tiempo que aseguró que, por ejemplo, en el río Negro, «las áreas urbanas tienen un nivel de protección importante de los aportes generados en la cuenca alta que se encuentra fuertemente regulada por los embalses ubicados sobre los ríos Limay y Neuquén».

Recordó que Bahía Blanca «se emplaza en la parte inferior de la cuenca que aporta a la ciudad, sin ninguna obra de regulación intermedia». Y destacó que varias poblaciones del alto Valle del río Negro «sufrían crecidas aluvionales muy importantes que provenían de la zona de Bardas y hoy cuentan con varios diques aluvionales, que interceptan esos eventos y ya no impactan en el área urbana».

La baja probabilidad de eventos como el de Bahía Blanca es aún menor en la Zona Andina. «A diferencia del evento de Bahía Blanca donde la tormenta fue convectiva (concentrada en el tiempo, con muy alta intensidad de lluvia y característica de las zonas cálidas), en Bariloche o El Bolsón, los eventos pluviales se originan en frentes con lluvias mas extensas en el tiempo y con intensidades mas bajas«, puntualizó.

El temporal arrasó Bahía Blanca el 7 de marzo. Foto: Pablo Presti

Consideró que, en Bahía Blanca, «se dio algo muy raro: una tormenta de gran intensidad que se mantuvo estática sobre toda la cuenca durante mucho tiempo. Eso agravó la situación. En la zona cordillerana no llegan ese tipo de frentes: los frentes suelen entrar del Pacífico o del Atlántico y son tormentas que tienen más permanencia, aunque una intensidad más baja». Por lo tanto, en estos casos, el daño es menor y el manejo de la gestión, más sencillo.

En la Zona Andina, esos frentes se precipitan como lluvia, nieve o «como una mezcla». Según la época del año, agregó, es posible registrar «un evento nival o pluvionival que tiene una incidencia menor desde el punto de vista de daños por inundación». «Es cierto que, cuando se combinan fenómenos pluviales en la cuenca con presencia de mucha nieve fresca, se generan las crecidas, generalmente concentradas sobre los cursos de agua que han llegado a afectar a partes del casco urbano de Bariloche y Bolsón», mencionó el especialista.

Foto: archivo.

Recordó también que las ciudades de la cordillera tienen zonas de pendientes pronunciadas. «Esto ayuda porque el agua se concentra en una zona y afecta ese lugar, pero no en toda ciudad como ocurrió en Bahía Blanca que es más plana. Además, ahí desagota la cuenca; de modo que con las lluvias durante cinco o seis horas, la concentración del agua queda ahí», resaltó.

El temor de las sudestadas en la zona atlántica

En la zona Atlántica, en cambio, los eventos extremos vinculados a una inundación se asocian a las sudestadas. Ante estas situaciones es importante la prevención y el trabajo interinstitucional como sucede con la Red de Alerta de Sudestada que funciona en el Valle Inferior del río Negro.

«En Viedma, lo que más nos preocupa son los vientos. Los embalses permiten amortiguar, regulan las crecidas. Cuando no estaban, las inundaciones eran más comunes, como el caso de 1899 cuando se inundó toda la ciudad. Hay registros del edificio salesiano con un metro de agua«, indicó.

Recordó que, en 1992, la crecida del río ocasionó la rotura de los paredones de la costa y anegamientos de barrios. «Pero el origen no fue el agua que venía por el río pues hubo 20 horas sostenidas de viento sudeste, de 40, 60 kilómetros por hora que generaron el ingreso del río a la ciudad. Por eso, es importante la red de alerta de sudestadas que permite trabajar en la prevención y actuar con rapidez», señaló.

«Las crecidas en el río Negro en Viedma -aclaró- suelen ser de tiempo corto: rebalsa el río dos o tres horas y vuelve a bajar«.

Petri insistió que, para prevenir ante eventos de magnitud, «es imprescindible trabajar sobre el armado de planes de contingencia y en todo lo vinculado al Ordenamiento Territorial«

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