El país se posiciona como un jugador clave en la producción de gas, petróleo no convencional y minerales críticos como el litio, con proyecciones de crecimiento a dos dígitos. Sin embargo, la competitividad global exige innovación constante, control de costos y adaptación a un entorno económico desafiante.
En un contexto global que apunta hacia la transición energética y la sostenibilidad, Argentina se posiciona como un actor clave en las cadenas de valor de la minería y la producción no convencional de gas y petróleo. Según el análisis de Jorge Vasconcelos, economista de la Fundación Mediterránea, estas industrias enfrentan un panorama lleno de oportunidades, pero también de exigentes desafíos.
Crecimiento de mercados y presión global
Las empresas argentinas que logran integrarse a estas cadenas tienen la ventaja de participar en mercados con un crecimiento proyectado a dos dígitos durante los próximos años. Este escenario está acompañado de una presión constante por la innovación tecnológica y el control exhaustivo de los costos, en un entorno marcado por la competencia global. Vasconcelos destaca que esta dinámica no solo exige maximizar márgenes de rentabilidad, sino también fortalecer la solvencia financiera para operar en un país con baja calidad crediticia.
Un desafío adicional radica en manejar la «inflación en dólares», especialmente en un contexto donde el gobierno opta por una política de ancla cambiaria para estabilizar la economía. Esto obliga a las compañías a afinar su capacidad de planificación y control de costos, especialmente en sectores como la minería del litio, cuyos precios internacionales han caído drásticamente desde su pico en 2022.
Reducción de costos y nacionalización de proveedores
En el caso del petróleo y el gas no convencional, el informe destaca la notable reducción de costos de producción. Empresas que operan en Vaca Muerta han reducido sus costos por barril de petróleo equivalente de aproximadamente 9,5 dólares en 2019 a valores competitivos entre 4,6 y 6 dólares en 2024. Este logro responde, en gran medida, al crecimiento de proveedores locales de equipos y servicios, que ahora representan entre el 80% y el 85% del costo total.
La «curva de aprendizaje» de estas industrias ha permitido una menor dependencia de tecnologías importadas, lo que refuerza la competitividad del sector. No obstante, persiste la necesidad de importar ciertos insumos tecnológicos que aún no cuentan con un desarrollo suficiente en el país.
Minería, transición energética y proyecciones
El sector minero también se encuentra en una encrucijada estratégica. Mientras el mundo avanza hacia la transición energética, el litio y el cobre emergen como protagonistas en un escenario que privilegia fuentes de energía menos contaminantes. Sin embargo, Vasconcelos subraya que el gas natural se posiciona como la opción más equilibrada, debido a su menor impacto ambiental en comparación con el carbón y su capacidad para responder rápidamente a la demanda.
La transición hacia vehículos eléctricos también es un factor relevante en las proyecciones del sector minero. Se estima que, para 2030, los motores eléctricos y los híbridos enchufables representarán hasta el 45% del mercado automotriz global, mientras que los motores de combustión seguirán ocupando un 30%. Este panorama coloca a Argentina en una posición estratégica como proveedor tanto de minerales clave para la electrificación como de fuentes de energía tradicionales.
El equilibrio entre sostenibilidad y crecimiento
Argentina tiene el potencial de aprovechar dos escenarios paralelos: uno que acelera la adopción de energías renovables y otro que, por razones de costos y tiempo, mantiene por más tiempo el uso de fuentes tradicionales como el gas y el petróleo. Ambos caminos requieren una fuerte inversión y la capacidad de adaptarse a un entorno internacional dinámico y competitivo.
La clave, según Vasconcelos, está en encontrar un equilibrio entre sostenibilidad y crecimiento, en un momento en el que países como India y China aún aumentan sus emisiones de CO2, mientras que los mercados desarrollados demandan bienes producidos con criterios ambientales más estrictos.
Con un mercado global en transformación y una necesidad constante de innovación, Argentina se enfrenta a una oportunidad histórica para consolidar su lugar en las cadenas de valor más relevantes del siglo XXI