El caso del paraje El Durazno, que ahora debate si se transforma en pueblo peatonal, es sólo un ejemplo de los dilemas que enfrentan los sitios que crecen en entornos atractivos.
Es sólo una muestra, un caso entre varios posibles en las sierras cordobesas. Los vecinos del paraje El Durazno, en Calamuchita, parecen estar debatiendo sobre si lo transforman en peatonal, para restringir el uso vehicular en las escasas y trabadas calles de su muy pintoresco circuito “urbano”.
En realidad, aunque muchos no lo adviertan aún, lo que se instala en el debate de fondo es la sustentabilidad de ese tipo de sitios.
El crecimiento poblacional y de infraestructura de muchos reductos serranos, por la suma de emprendimientos y casas de fin de semana, se enfrenta ya a dilemas complejos. ¿Hasta dónde pueden crecer sin dejar de ser lo que eran? ¿Cuándo se empieza a comprometer su sustentabilidad ambiental y paisajística? ¿Cuánto depende su futuro turístico de esa sustentabilidad?
Si a La Cumbrecita ingresaran todos los vehículos que cada fin de semana la visitan, ese pueblo (el primero peatonal del país) ya sería invivible. Y obviamente intransitable, para peatones y para automotores.
Los límites del crecimiento sin planificación ni estrategia terminan apareciendo, más temprano que tarde. Sobran avisos y muestras.
En Villa Yacanto en general, y en su paraje El Durazno en particular, el crecimiento ha sido impactante en las dos últimas décadas.
No se trata sólo de si los autos que llegan entran en sus calles. Un reciente estudio para dotar de agua potable a la zona, ante la evidencia de que la red existente no daba abasto ante tanta nueva población permanente o temporaria, mostró que la extracción de agua planteada para Villa Yacanto desde el río y a la altura del paraje El Durazno requería de un sistema de potabilización, porque ya presenta contaminación bacteriológica. Y eso es efecto de la ausencia de tratamiento cloacal, con más gente de la que el entorno puede absorber sin generar consecuencias.
No le ocurre sólo a este lugar. Sucedió con otros que detonaron antes. Y pasa hoy con varios más, en diferentes valles serranos, que se enfrentan a similares dilemas.
A la sustentabilidad ambiental, que si es desatendida muta con el tiempo (sobre todo en sitios turísticos) a insustentabilidad económica, se suman otras discusiones de tipo social y cultural en los pueblos serranos en crecimiento.
En cada caso, por ejemplo, se adivina, a poco de andar en ellos, una especie de conflicto entre quienes viven del turismo y aspiran a potenciarlo con cada vez más ofertas, servicios y visitantes, y quienes habían elegido esos lugares por lo que eran, pero que añoran –y se molestan– por lo que ya no son.