El intendente empresario

Las apariencias engañan. Dada la tozuda permanencia de Francisco Gordillo al frente de la Municipalidad de Pomán, se tiende a suponer que es un apasionado de la política y la gestión pública. Tal presunción que se afirma aún más en cuanto se advierte que, atornillado a la poltrona desde 1999, es el decano de los intendentes catamarqueños con un cuarto de siglo de trayectoria y, además, el héroe que consiguió la reelección indefinida para sus colegas sin Carta Orgánica a través de un exitoso planteo judicial que interpuso en 2007.

Tamaña carrera contrasta con el pigmeo desarrollo de Pomán y los menesterosos resultados de sus incursiones en los ministerios de Gobierno, Desarrollo Social y Educación, de las que solo permanecen en la memoria el resonante caso de una camioneta suya secuestrada en un operativo antidrogas y la transformación de horas cátedra en dádivas.

Pasa que, en realidad, la vocación de Gordillo no es la política sino la actividad empresaria. El azar le impuso el cargo de intendente y lo condenó a frustraciones, pero él, cada tanto, acomete algún emprendimiento para tratar de ser feliz.

25 años de trayectoria, sin embargo, no han sido suficientes como para conseguir que algún privado confíe en sus ideas y se le asocie o una entidad bancaria le conceda crédito, así que requiere del respaldo del Tesoro provincial para financiarse las aventuras.

Este ingenioso mecanismo le permitió insertarse en la agroindustria con Agroindustria Pomán, primera sociedad del Estado municipal, fundada en 2018 para comprar la fábrica de encurtidos que tenía Vanoli en el distrito. La audaz iniciativa costó 23 millones de pesos que, naturalmente, puso el Gobierno provincial y que Gordillo, entusiasmado, se comprometió a devolver con las ganancias que obtuviera.

Pero el emprendimiento nunca arrancó y demanda permanentes auxilios de la Provincia para solventarlo. Gordillo llegó a pagar cuotas en especie, con aceitunas, y logró que AICAT, otra sociedad del Estado, pero provincial, le comprara la producción. Un verdadero as.

Entre las maniobras que pergeñó para intentar empinar el proyecto sobresale la restauración del instituto decimonónico de las aduanas interiores: impuso tasas municipales a quienes sacaban su producción de aceitunas de Pomán para inducirlos a colocarla en su preciada empresa.

La firma no generó un solo puesto de trabajo, pues la operan empleados municipales y se financia con lo que le paga AICAT, que proviene de fondos públicos, aparte de las periódicas inyecciones extras de partidas provinciales, también transferidas a través de esta entidad.

Todo gasto es poco con tal de que Gordillo no se deprima. A ver si todavía se le ocurre pedir otra oportunidad en algún ministerio.

Tan perseverante como inmune a los fracasos, el intendente acomete ahora la actividad hotelera.

Se ve que Agroindustria Pomán no sirve ni para ponerla de garantía para un préstamo, de modo que, una vez más, fue el Gobierno provincial el que se puso para instalarle el coqueto hotel Olivos de Pomán, inaugurado hace un par de semanas con alharacas aún más estruendosas que la fábrica de aceitunas.

14 habitaciones entre dobles, triples y cuádruples, cada una galería que incluye mobiliario de jardín. Quincho completamente equipado y cinco cabañas, tres de un dormitorio y dos con dos dormitorios. Bar y cafetería, pileta de natación y un spa con hidromasaje, camillas para masajes, sauna y servicios de manicura y podología.

El precedente de Agroindustria Pomán no habilita hacer proyecciones optimistas sobre este nuevo emprendimiento de Gordillo, que anota sus berretines personales como municipales para garantizarse el financiamiento provincial.

Así, a diferencia de los privados, él puede darse el lujo de prescindir de trabajosos cálculos de rentabilidad y recupero de inversión y dar rienda suelta a su inventiva. Total, la que se hace cargo de las pérdidas es la Provincia, que aparte le paga también los aguinaldos de intendente.

Cara y Cruz – www.elancasti.com.ar/

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