¿Inflación o economía? La política procesa un nuevo clima

A poco del año electoral, Milei quiere que se discuta la inflación. Sus adversarios, la economía. Los debates sobre cuestiones institucionales quedan abiertos porque primero se analiza el bolsillo.

Por Edgardo MorenoJavier Milei sigue aferrado al ancla principal de su gobierno: la baja de la inflación. Sabe que mientras el ritmo de los precios siga declinando está cumpliendo la cláusula dorada de su contrato electoral. Todo el resto puede ser importante, pero es subalterno.

Ni siquiera cabe ponerle al ancla un nombre más genérico. Decir, por ejemplo, que la economía es la clave de la legitimación diaria de Milei con la ciudadanía. Porque eso sería sumar otros conceptos: la actividad económica, el nivel de empleo, el horizonte de deudas y otra decena de variables que la gente puede juzgar sobre el desempeño del gobierno. Milei sólo señala con nitidez obsesiva el índice de inflación y eventualmente su indicador indirecto más sensible para la costumbre argentina: el valor del dólar.

Con la inflación en baja, el oficialismo sostiene su mayor capital político: la paciencia social para soportar los dolores del ajuste fiscal. Esa paciencia está demostrando un aliento de más largo plazo al esperado por los opositores a Milei. Todo parece indicar por ahora que acompañará al Gobierno hasta bien entrado el año próximo. Un año en el que los esperanzados y los impacientes medirán sus fuerzas en el escenario del voto. La política en general ha comenzado a entender que deberá organizar su disputa alrededor del eje económico.

Con su propensión a los insultos públicos y algunas muestras concretas de derivas reñidas con la salud institucional, el Presidente ofrece varios flancos frágiles para el ataque de sus adversarios. Pero el interés público sigue ordenado prioritariamente en torno al eje inflacionario.
Los mensajes de barricada que se intercambiaron Javier Milei y Cristina Kirchner en las redes sociales son hojarasca: el núcleo de la discusión es el plan económico. Con dos señalamientos muy definidos: Milei exhibe el éxito del programa antiinflacionario y Cristina señala que no podrá mantenerse porque el plan, según su mirada, está conceptualmente equivocado e incuba un fracaso cercano.

Tres indicios del nuevo tiempo político


Hay en el intercambio entre Milei y Cristina indicios claros del nuevo tiempo político inaugurado con el triunfo del presidente actual. El primero y más obvio es que la Argentina de los modales políticos no existe más. Acaso pueda ser restaurada con esfuerzo alguna vez. Pero mientras tanto, el dato de la realidad es que el lenguaje socialmente homologado para hacer política es por defecto el de la pendencia y el arrabal.

El segundo dato relevante del cruce entre Milei y Cristina es el cambio de paradigma admitido por la expresidenta para la discusión de las ideas económicas. Cristina eligió correrlo a Milei con la supuesta inconsistencia de éste con el credo liberal. Es una pirueta notoria de la expresidenta para intentar pararse en las nuevas coordenadas del clima de ápoca (no es la primera cabriola que hace: recientemente dijo que nunca se consideró feminista).

En efecto, Cristina Kirchner comienza sus críticas a la economía de Milei recordándole al presidente libertario que mantiene controlado tres de los cuatro precios fundamentales de la economía: el dólar, las tasas y el nivel de los salarios, con tope en la paritarias. Sólo se han liberado los precios de bienes y servicios. Para Cristina, el programa antiinflacionario es inconsistente porque está armando un “combo letal” de recesión y deudas impagas. ¿Cree que ese combo estallará antes de las próximas elecciones? Es posible que lo crea, sus legisladores en el Congreso trabajan en ese sentido.

El tercer indicio significativo del nuevo clima de época es que la voz de Cristina dando clases de teoría económica es casi inaudible porque la experiencia práctica de su último gobierno fue desastrosa. Todo lo que propone hacer tuvo la posibilidad de ejecutarlo y entregó un país en quiebra. El nuevo paradigma de escucha social es impermeable a las disertaciones magistrales y experto en recordar los fracasos prácticos de la clase política.

En ese terreno, Milei lleva una ventaja considerable porque prometió bajar la inflación y lo está consiguiendo. Sus opositores son especialistas en la adversativa. ¿Qué dicen? “Está logrando bajar la inflación: pero con una recesión tremenda; pero pisando pagos a los contratistas; pero atrasando peligrosamente el tipo de cambio; pero poniendo en riesgo el pago de la deuda externa”. La sociedad no parece reparar en los peros. Acaso porque se asomó al abismo de la hiperinflación con el último gobierno y todavía persiste el reflejo del pánico.

La aparición de Cristina asumiendo el eje económico como el centro de la disputa electoral por venir no es distinta a otras fuerzas políticas. Desde la sanción de la ley Bases, el archipiélago de bloques opositores en el Congreso sólo ha coincidido en la crítica al Gobierno por los efectos del programa antiinflacionario y el ajuste fiscal.

El único consenso transversal fue la ley sobre movilidad jubilatoria que Milei vetó y se viene otro intento similar, pero por los efectos del ajuste en las universidades, aquel tema que provocó la primera movilización social multitudinaria contra el gobierno actual. Con matices, en esos alineamientos también han intentado recuperar su nitidez política el peronismo no kirchnerista, el radicalismo, e incluso algunas vertientes del macrismo.

El norte del año electoral viene asomando. Milei quiere que allí se discuta la inflación. Sus adversarios quieren que se discuta la economía. Esta reducción por emergencia del debate político a veces excluye temas muy relevantes por su impacto institucional, como la decisión de Milei de acotar el derecho ciudadano de acceso a la información.

Es cierto que impera un clima adverso para esos debates. Hay una ola de intolerancia global que se manifiesta en hechos como la censura a redes sociales en Brasil, el avance contra la justicia independiente en México, y que incluso en Estados Unidos motiva advertencias sombrías para la libre expresión. Lo dijo el máximo editor de The New York Times en una nota publicada en las páginas de su competidor The Washington Post. Eso también es el nuevo clima de época

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