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Tan cierto como todo ello, es que muy lejos estamos como sociedad de abrazar la minería en forma unánime, como sucede en países como Chile o Perú. Aquí sobran las objeciones, los planteos, la resistencia y la oposición, en ocasiones con argumentos fundados e inquietudes lógicas, en otras oportunidades por motivaciones ajenas o mero desconocimiento, pero se puede hacer minería responsablemente: no es una utopía. Países como Canadá, Australia, Alemania y tantos otros que despiertan admiración por su pujanza en esta parte del planeta supieron desarrollar la minería con un enorme abanico de beneficios.
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Apostar por la minería implica entonces cuidar el medio ambiente, cuidar los recursos hídricos, cuidar la población, cuidar la flora y la fauna autóctona y cuidar los recursos que genere para que se trasladen a la población, con más empleo, con obras, infraestructura y beneficios concretos. Los pasos previos serán fortalecer el consenso social para poder avanzar sobre terreno firme, y, para ello, hará falta información y educación. Despejando dudas sin tapujos, asumiendo compromisos y cumpliéndolos. El resto se dará con estabilidad jurídica y condiciones que aseguren los ingresos que Catamarca y el país necesitan para desprenderse de recursos no renovables. Pero rechazar la minería por pura necedad ya carece de sentido: no hay otra opción a la vista para salir del lugar donde estamos estancados.
El Esquiú.com