Bioeconomía: ¿por qué todos los actores deben estar en la misma página?

La (ambiciosa) propuesta es construir un mundo más sustentable para futuras generaciones. ¿La Argentina está en sintonía?

Por Guillermo D. Rueda
 De acuerdo con la Agenda de Desarrollo 2030 para el Desarrollo Sostenible de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), cuando se habla de bioeconomía nos referimos a:

—Una economía basada en el consumo y la producción de bienes y servicios derivados del uso directo y la transformación sostenibles de recursos biológicos (incluyendo los desechos de biomasa generados en los procesos de transformación, producción y consumo).

—Al aprovechamiento del conocimiento de los sistemas y principios.

—A las tecnologías aplicables al conocimiento y a la transformación de los recursos biológicos y a la emulación de procesos y principios biológicos.

Como una suerte de bonus track a esta presentación se agregan tres ejemplos de recursos biológicos que pueden contribuir para el desarrollo de estrategias municipales, regionales y nacionales: la biodiversidad (incluida la agrobiodiversidad), especialmente en países megadiversos y con ecosistemas únicos; la capacidad para producir biomasa a los fines de diversos usos (además de alimentos) y la disponibilidad de desechos agrícolas y agroindustriales.

En una rápida lectura, más allá de la convivencia de términos coincidentes en fonética y en apreciación, se concluye que la bioeconomía (hasta el ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca pasó a ser una secretaría con ese nombre) es un traje a medida para desarrollar en un país como la Argentina, donde la ecuación no parece otra que ganar-ganar. ¿Es así? No exactamente.

En forma oportuna, desde el entonces MGyP de la Nación se había sostenido que, más allá de los remanidos conceptos de que nuestro país (rico de toda riqueza) tiene posibilidades de producción de biomasa, exitosas experiencias en la gestión de biológicos y razonables capacidades industriales, de servicios y del sector cuaternario (por la información y el conocimiento), la bioeconomía era (es) un sector clave.

Es decir, representaba (siempre para la Argentina) una oportunidad para regenerar las fuentes de progreso económico y reinsertarse en los mercados mundiales, así como responder de manera eficiente, efectiva e innovadora a los compromisos que realiza respecto del cambio climático en el marco de acuerdos internacionales (de los que forma parte).

Esta proyección, por decirlo de alguna manera, es ampliada en un artículo de la Cámara de Sanidad Agropecuaria y Fertilizantes por la Lic. Sofía Rojo Brizuela: “Al ser un concepto que nos interpela a todos por igual, invita a replantear nuestra forma de producir y de consumir siendo más amigables con el ambiente. Nos desafía a buscar alternativas de gestión más sustentables y a aplicar el conocimiento disponible para maximizar la eficiencia de los recursos. En esencia, es un llamado a cambiar nuestra mentalidad en pos de un desarrollo socioeconómico inclusivo y ambientalmente sostenible”.

También dijo: “Uno de los pilares fundamentales de la bioeconomía es su enfoque en generar más productos con los mismos insumos y, además, reducir el impacto ambiental. Este cambio profundo implica transformaciones en la organización de la producción, las capacidades necesarias, las instituciones, las regulaciones aplicables y los modelos de negocios, ya que la transición hacia una economía verde, o circular, es esencial para el éxito de esta visión de desarrollo”.

La biodiversidad del planeta. / Imagen: imer.mxEstá claro, y aquí hay coincidencia, que el planeta necesita en forma imperiosa de un desarrollo económico más limpo y probadamente sustentable. Y aquí es donde la bioeconomía se presenta como un desafío para todos los actores involucrados en la cuestión.

Para la Ing. Agr. Ximena Rojo Brizuela, coordinadora de la Región NOA de Casafe, la clave radica en establecer un ecosistema de políticas coherentes y continuas a nivel nacional y territorial, que integren nuevas políticas industriales, innovación, educación, energía, logística y transporte. Y que la calidad de la implementación dependerá de la efectiva interacción entre instituciones y de la flexibilidad necesaria para realizar ajustes cuando sea necesario. La sinergia y el trabajo conjunto son esenciales para el éxito de esta iniciativa.

Y fue más allá a la hora del compromiso: “La bioeconomía nos representa una oportunidad para construir un futuro más prometedor. Este enfoque integral, que aborda tanto el crecimiento económico como la protección ambiental, nos invita a ser protagonistas de un cambio en la manera en que producimos y consumimos”

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