Javier Milei afrontará desde su asunción, el 10 de diciembre próximo, un desafío todavía mayor que el haber derrotado a Sergio Massa y a todo el aparato peronista-kirchnerista en las urnas: deberá garantizar gobernabilidad en un país quebrado social, política y económicamente y subsistir cuatro años en el poder frente a un Congreso adverso, la mitad de las provincias gobernadas por el peronismo y una Justicia que espera, entre recelosa y distante, los primeros pasos que dará el flamante presidente electo.
Texto de Laura Serra
En el entorno del líder libertario son conscientes de las enormes dificultades por venir. El nuevo gobierno, admiten, deberá dar señales claras de mejora económica en un plazo no mayor de tres meses para generar confianza, calmar las expectativas y neutralizar los eventuales embates del peronismo más combativo. Solo así, sostienen, podrían vencer resistencias dentro de las dos coaliciones derrotadas en estas elecciones, Unión por la Patria y Juntos por el Cambio, primer paso para tejer un nuevo entramado con aliados opositores que le permita gobernar. La contundencia del triunfo violeta en 20 de las 23 provincias –una verdadera paliza electoral- es un buen primer envión. Un efecto narcótico que mantendría anestesiado, por el momento, cualquier intento del kirchnerismo más beligerante de condicionar al futuro presidente desde el Congreso en las tres semanas cruciales que restan hasta la asunción. El juicio político contra la Corte Suprema, proceso que el oficialismo espera finalizar en los próximos días con un dictamen acusatorio, quedaría en letra muerta con nulas posibilidades de avanzar en el Congreso. “Para el Poder Judicial este balotaje demuestra que la gran derrotada es Cristina. Con esto termina la infamia del juicio político a la Corte Suprema”, se regocijaban anoche en el máximo tribunal. No obstante, el ascenso de Milei promete reconfigurar el juego de poder dentro de la Corte, donde los ánimos quedaron resentidos por los guiños de su presidente Horacio Rosatti hacia el candidato oficialista. Los desafíos más complejos sobrevendrán, sin embargo, después del 10 de diciembre. Milei asumirá el poder con la mitad de los legisladores de los que tenía el expresidente Mauricio Macri cuando la alianza Cambiemos ganó la presidencia en 2015: un dato que revela el tamaño de las dificultades que deberá afrontar la nueva gestión en términos de gobernabilidad. En la Cámara de Diputados el bloque libertario contará con 39 legisladores; en el Senado, su tropa no excederá los 7 representantes. Un eventual cogobierno con el ala dura de Pro, encarnada en Mauricio Macri y Patricia Bullrich, permitirá ampliar esta exigua base de representación en ambas cámaras, pero aun así este nuevo espacio de centroderecha que alumbrará con la renovación parlamentaria seguirá muy distante del quorum. En la Cámara baja este eventual interbloque –que algunos ya bautizan como “La Libertad del Cambio”- no llegaría a los 90 diputados. Estarán a 39 voluntades de alcanzar la mayoría, una distancia sideral. En el primer círculo de potenciales aliados asoman los gobernadores de provincias no kirchneristas que hoy integran los llamados “bloques del medio” y que prometen votos a cambio de gobernabilidad en sus terruños. De todas maneras, aun con sus aportes, el futuro gobierno libertario apenas arañaría un centenar de legisladores.
La nueva Cámara de Diputados
En el Senado el panorama es todavía más adverso. En esa Cámara, el bloque libertario podría sumar a lo sumo cinco legisladores del bloque Pro: un interbloque que no excedería la docena de senadores. Muy lejos del número que se requiere para abrir una sesión, 37 legisladores. A ellos tal vez se sumarían los peronistas díscolos de Unidad Federal, pero aun así estará a unos diez votos de alcanzar el quorum. Potenciales aliados Remontar este déficit numérico en el Congreso será difícil, aunque no imposible. Para ello Milei deberá despojarse del traje de candidato anticasta que le permitió alcanzar la presidencia y, en una mutación de 180 grados, dar muestras de diálogo con aquellas fuerzas de centroizquierda a las que maltrató durante la campaña y que ahora necesitará para gobernar. Serán claves los interlocutores que elija para esa tarea en el Congreso. Uno de ellos será Guillermo Francos, el escogido para comandar el Ministerio del Interior. En la Cámara de Diputados Cristian Ritondo, jefe del bloque Pro, asoma como posible presidente del cuerpo. Algunas voces no descartan para ese puesto al peronista bonaerense Florencio Randazzo, de buena llegada a la flamante vicepresidenta y futura jefa del Senado, Victoria Villarruel. Como jefe del interbloque libertario los nombres abundan: allí suenan Oscar Zago, actual legislador porteño, y el riojano Martín Menem. En el Senado las incógnitas son mayores. Villarruel enfrentará desde el estrado que hoy ocupa Cristina Kirchner a un interbloque de Unión por la Patria con 33 senadores que, en su mayoría, llevará el cuchillo entre los dientes.
La nueva Cámara de Senadores
Frente a este panorama tan hostil, a los primeros que buscarán los libertarios será a Juntos por el Cambio, coalición que estará representada por 10 gobernadores, 24 senadores y 92 diputados. Ya lo anticipó Francos. “Serán los primeros con los que tenemos que hablar para plantearles las propuestas y buscar acuerdos y consensos para llevar adelante”, señaló. Descartado el apoyo del núcleo duro de Pro, el desafío será atraer a los restantes socios de JxC. La UCR se dividirá: los gobernadores Alfredo Cornejo (Mendoza), Gustavo Valdés (Corrientes), Leandro Zdero (Chaco) y Maximiliano Pullaro (Santa Fe) y sus huestes en el Congreso se mostrarán más colaborativos que el sector que lideran el jujeño Gerardo Morales y el senador Martín Lousteau. El cisma quedará al desnudo en los próximos días, cuando se renueven las autoridades del partido. Más allá de las divisiones, no habrá por parte de la UCR cheques en blanco. “Nuestro papel será el de oposición responsable, esa es la función para la que nos votaron”, repiten los correligionarios como un mantra. El apoyo variará según sea la ley que se trate. Nada de incondicionalidades. Los ocho gobernadores peronistas también se mostrarán cautos antes de entregar sin más a sus legisladores. Si bien el bonaerense Axel Kicillof quedó debilitado por la mediocre performance del oficialismo en el territorio, Buenos Aires se erigirá después de diciembre como el bastión de resistencia del kirchnerismo.
Qué fuerza política gobernará cada provincia
Los libertarios no dramatizan; saben que no hay mejor disciplinador que un ajuste en los giros discrecionales. En simultáneo, ensayarán un operativo de seducción a los intendentes peronistas que, pragmáticos, saben acomodarse rápido cerca del fuego del poder.
LA NACIÓN