
Dow Chemical decidió, cerca de medio siglo atrás, levantar en nuestra ciudad su nueva planta, la primera en White.

Por Redacción de La Nueva.
Hace 73 años, más precisamente el 26 de agosto de 1950, se inauguraba en la Argentina la primera planta petroquímica de América Latina.
De este hito surge esta fecha de celebración del Día de la Industria Química y Petroquímica.
Aproximadamente en la mitad de ese camino hasta nuestros días, Bahía Blanca incorporaba su territorio para albergar el desarrollo de esta industria, después del frustrado proyecto de la Dow Chemical en 1968.
Dice la leyenda que en una computadora se cargaron los datos de unas pocas ciudades latinoamericanas donde podría construirse un polo petroquímico.
Y la elegida fue Bahía Blanca, por varios motivos: su puerto, sus conexiones ferroviarias y viales, la disponibilidad de materias primas (gas y sal), universidades y recursos humanos capacitados.
Así, Dow Chemical decidió, cerca de medio siglo atrás, levantar en nuestra ciudad su nueva planta.
El 16 de febrero de 1968, en el Plaza Hotel de Buenos Aires, el corresponsal de este diario, Miguel Angel Cavallo, asistía a la conferencia de prensa en la cual Pablo Valdés Pagés, presidente de Dow Argentina, hacia el anuncio formal.
El rumor estaba desde hacía algunos meses. Pero la ratificación tuvo una enorme repercusión en la ciudad, donde se generó la razonable expectativa sobre el impacto socioeconómico que implicaría una inversión del orden de los 115 millones de dólares. Por entonces, una suma más que llamativa.
El futuro no fue sencillo. Tras los primeros pasos de Dow, diversos hechos políticos y económicos se cruzaron en el camino. La firma norteamericana no pudo materializar su propósito. El Estado asumió la responsabilidad al constituir Petroquímica Bahía Blanca
Años más tarde, paulatinamente fue retornando la empresa privada. Y la entera privatización se dio a comienzos de la década del 90, con la conformación de diversas sociedades.
Hasta la realidad actual, con un complejo compuesto por Dow, Unipar, Profertil, TGS y Mega.
Se cumplen 42 años de la puesta en marcha de las primeras fábricas de etileno y polietileno; en 1986 se agregaron las de PVC y polietileno de alta densidad. De tal manera, la ciudad cuenta con el principal polo petroquímico de la Argentina.
1995, un año clave
El 22 de diciembre de 1995, Dow sacó carta de ciudadanía bahiense.
Un mes después de la apertura de las ofertas que definió la total privatización del Polo Petroquímico de Bahía Blanca, Dow Química Argentina SA, el principal accionista de la nueva sociedad, hizo su presentación ante la comunidad local, en un acto que se realizó en el club Argentino.
De tal manera, se materializó la asunción de Dow y de sus socios, YPF y la japonesa Itochu. Poco después, en Buenos Aires, se cumplieron los formulismos legales, como la transferencia de las acciones de Petroquímica Bahía Blanca e Indupa y la asunción de los nuevos directorios.
Independientemente de aquella operación, concretada en 357.500.000 dólares, Dow adquirió, a título individual, las dos plantas de polietileno que pertenecían a Ipako-Polisur (casi 200 millones de dólares más), en una rápida tramitación que demandó pocas jornadas de diálogo con el grupo encabezado por Federico Zorraquín.
En la licitación convocada por el gobierno nacional, YPF, Dow e Itochu adquirieron el 51 por ciento que el Estado mantenía en Petroquímica Bahía Blanca SA y el 38 por ciento de Indupa SA. Su oferta superó por poco más de 50 millones de dólares la del consorcio integrado por Pérez Companc y la brasileña Copesul.
En aquel entonces, Dow se propuso ampliar, dentro de los más breves plazos posibles, la producción de etileno y polietileno en el Polo Petroquímico, con vistas a lograr una efectiva penetración en el mercado regional latinoamericano, específicamente en el ámbito del Mercosur.
Presentación oficial
El acto de presentación se efectuó a las 10.30 y fueron invitadas autoridades municipales, de las Fuerzas Armadas e instituciones representativas de las fuerzas vivas.
Sobre los objetivos de Dow, expuso el presidente de la compañía en la Argentina, ingeniero Oscar Vignart, quien, una hora antes, ofreció una reunión de prensa en el salón Imperio del club Argentino.
Dow concretó, de tal manera, el objetivo que pusiera sobre la mesa a fines de la década del 60, cuando advirtió que Bahía Blanca reunía las condiciones esenciales para convertirse en la sede de un complejo petroquímico: disponibilidad de gas, salinas, puerto y servicios públicos.
Pese a que aquella propuesta no prosperó y Dow se estableció en Brasil, su interés se reavivó apenas se tuvo conocimiento de la decisión gubernamental de privatizar el Polo bahiense.
Así, Dow se asoció con YPF y con la japonesa Itochu (antes C. Itoh, desde un principio accionista de PBB) y se adjudicó la licitación.
La ampliación del complejo estuvo directamente ligada a los planes de YPF, que, mediante su proyecto Mega (en el cual participó también la estatal brasileña Petrobras), contempló transportar desde la cuenca neuquina hasta Bahía Blanca, etano, propano, butano y gasolina. El primero de dichos productos sirve de materia prima, como hasta ahora, para la elaboración del etileno.
El ingeniero Vignart anticipó, antes de la asunción, que las facilidades portuarias constituyeron un elemento primordial dentro de los planes de la compañía, por cuanto se preveía utilizar el puerto local para la exportación directa de sus productos.
El anuncio de la llegada de Dow a Bahía Blanca despertó lógicas expectativas en torno del impacto económico que suponía la expansión del Polo Petroquímico y las inversiones conexas que podrían formalizarse en nuestro medio.
La expansión era y es la clave
Dow llegó a Bahía Blanca con claros proyectos de expansión.
En 1995, Oscar Vignart fue claro, en declaraciones que «La Nueva Provincia» publicó el 3 de diciembre de aquel año: «El complejo no tiene hoy escala competitiva internacional. Era una situación de crecer o desaparecer».
El primer objetivo fue incrementar sustancialmente la producción de etileno, que PBB tenía ubicada en el orden de las 240.000 toneladas anuales.
Dow pensaba llevar esa cantidad a, por lo menos, medio millón de toneladas, sin descartar las 600.000. Allí sería preciso volcar unos 300 millones de dólares adicionales a los pagados por la compra de PBB e Indupa.
Pero también sería necesario que crezca la producción de polietileno, la «niña bonita» en las previsiones de la compañía norteamericana.
En consecuencia, las plantas que fueron de Ipako-Polisur (la de tierra y la barcaza) y la del grupo Indupa (Petropol) pasaron a tener otras dimensiones, en función de las nuevas metas fijadas para la producción de polietileno.
Obviamente, durante los dos o tres años que demandó la significativa expansión del complejo, el movimiento económico generado por las obras influyó de manera favorable en una ciudad castigada por un preocupante índice de desempleo y una reducción de su quehacer comercial e industrial.
Por supuesto, los planes de Dow no sólo apuntaron a cubrir el déficit de polietileno en el mercado nacional sino a incursionar en el sector externo. En ese plano, el primer objetivo era el Brasil.
Hoy, todos aquellos objetivos, fueron cumplidos… Y hasta ampliamente superados…