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En Coober Pedy, Australia, la mayoría de los habitantes vive en construcciones subterráneas para protegerse de las altas temperaturas que superan los 50 grados.
En respuesta a las olas de calor extremas y el aumento del calor global, los residentes de Coober Pedy, una ciudad minera en el sur de Australia, han optado por una solución única: vivir en construcciones subterráneas. Cerca del 60% de la población de esta ciudad se refugia bajo tierra para escapar de las temperaturas abrasadoras que pueden superar los 50°C en verano.
En Coober Pedy, donde se encuentran algunas de las minas de ópalos más grandes del mundo, la vida subterránea se ha convertido en una necesidad para hacer frente a las condiciones climáticas extremas. Durante los veranos calurosos y los inviernos fríos, las construcciones subterráneas mantienen una temperatura constante entre 19°C y 24°C, lo que evita la necesidad de depender en gran medida de sistemas de aire acondicionado o calefacción.
A pesar de los desafíos y limitaciones de vivir bajo tierra, muchas personas en Coober Pedy han construido residencias lujosas que incluyen amplias salas de estar e incluso piscinas subterráneas. Para evitar derrumbes, las casas deben estar ubicadas al menos a 2,5 metros por debajo de la superficie.
El concepto de vivir bajo tierra no es nuevo y ha sido adoptado por diferentes culturas a lo largo de la historia para enfrentar condiciones climáticas extremas y protegerse de enemigos. Sin embargo, vivir permanentemente bajo tierra presenta desafíos tanto físicos como psicológicos, incluyendo la necesidad de materiales especiales para la construcción y los posibles impactos en la salud mental debido a la falta de exposición a la luz natural.
A medida que el cambio climático continúa aumentando las temperaturas en diversas partes del mundo, el enfoque de vivir bajo tierra podría ser considerado como una adaptación innovadora para enfrentar el calor extremo y reducir la dependencia de sistemas de enfriamiento y calefacción que consumen grandes cantidades de energía.