Con una capacidad ociosa próxima al 60%, la industria aceitera elevará su dependencia de la soja importada
Ante una cosecha muy disminuida por las adversidades climáticas, se especula con la necesidad de traer hasta diez millones de toneladas; Paraguay y Brasil serían los principales proveedores
El quebranto productivo que dejará la cosecha de soja 2022/2023 en la Argentina, proyectada en 33,50 y en 34,50 millones de toneladas por la Bolsa de Cereales de Buenos Aires y por la Bolsa de Comercio de Rosario, respectivamente, mantiene a la industria aceitera exportadora en estado de alerta. Ocurre que el punto de partida del año, luego de los 44 millones de toneladas recolectados en la campaña 2021/2022, dista mucho del ideal.
En efecto, según los datos publicados por la Secretaría de Agricultura de la Nación el jueves pasado, durante enero se molieron 1.905.278 toneladas de soja, un 27,3% menos que las 2.621.229 toneladas de diciembre de 2022 y un 24,3% por debajo de las 2.517.871 toneladas del primer mes del año pasado. Este nuevo registro oficial resulta el peor para enero desde la marca de 2015, con 1.792.222 toneladas.
“La capacidad ociosa de la industria se está incrementando mes tras mes por la escasez de materia prima. El mes pasado estuvimos en el 55% promedio y calculo que el dato de febrero cerrará cerca del 60%”, contó a LA NACION el presidente de la Cámara de la Industria Aceitera de la República Argentina (Ciara) y del Centro Exportador de Cereales (CEC), Gustavo Idígoras, que recordó que la Argentina tiene una capacidad de molienda anual de semillas oleaginosas de 70 millones de toneladas.
“Este operar muy por debajo de las posibilidades genera sobrecostos fenomenales para las fábricas que tienen gran parte de las líneas y celdas vacías y sin producción. Esto llevó a algunas empresas a extender los períodos de revisión técnica para sobrellevar el faltante de soja, pero más temprano que tarde deben volver a trabajar, porque hay contratos de exportación que cumplir. Además, ya estamos sufriendo el efecto de la falta de stock comercial tras el agotamiento de lo adquirido durante la vigencia del último dólar soja, en diciembre”, explicó Idígoras.
Al respecto, el informe oficial de molienda de enero incluyó como dato a tener en cuenta el hecho de que al 1º de febrero la industria contaba con existencias de soja por 1.075.793 toneladas, un 36,3% por debajo de las 1.689.730 toneladas mantenidas en stock al 1º de enero último.
Administrar la escasez
“La campaña claramente viene muy mal, con pronósticos muy negativos. Algunos ya se atreven a estimar menos de 33 millones de toneladas. Este es el escenario que tenemos, lamentablemente, de los peores en los últimos treinta años, así que vamos a tener que administrar esa escasez”, auguró Idígoras sobre lo que viene. Según Ciara-CEC, la industria aceitera emplea en forma directa 22.500 personas, cifra que crece hasta los 55.600 puestos de trabajo en modo indirecto.
Para Javier Preciado Patiño, exsubsecretario de Mercados Agropecuarios durante la actual gestión de Gobierno y consultor privado, “la Argentina necesitará importar al menos 10 millones de toneladas de soja para sostener un piso de molienda en torno de los 39,8 millones de toneladas”.
Agregó que hoy la industria está por iniciar un nuevo ciclo comercial con stocks muy limitados. “No hay mucha soja remanente de la campaña 2021/2022 en el campo, con lo cual la industria no tiene esa red de contención para sumar a la cosecha nueva”, advirtió. Según su análisis, con una cosecha de 34,50 millones de toneladas de soja, y descontados otros usos que tiene la oleaginosa y con exportación cero de poroto, la disponibilidad de materia prima para las fábricas quedaría reducida a 29,30 millones de toneladas.
Ante ese escenario, Preciado Patiño señaló que no debería haber inconvenientes para habilitar la importación temporaria de soja por el volumen necesario para mantener la mayor capacidad de molienda activa en la Argentina, dado que, luego, se estarían exportando productos con valor agregado. “Las partes (Estado e industrias) deberán limar asperezas, clarificar normativas y optar por el bien superior”, señaló.
Una fuente de la Secretaría de Agricultura reconoció ante la consulta de LA NACION que aún no hay una cifra proyectada sobre la importación temporaria de soja para el ciclo comercial 2022/2023, pero también especuló con que la industria tendrá una necesidad de al menos 10 millones de toneladas del grano para que la capacidad ociosa no se instale por encima del 50%, frente al 30% que resulta usual. “Tras los últimos eventos de heladas, nosotros manejamos una proyección de cosecha de soja en torno de los 37,50 millones de toneladas, de los cuales llegarían a las fábricas para su molienda unos 32 millones”, analizó la fuente.
Sin especular sobre un volumen determinado, Idígoras explicó que las importaciones temporarias de los países Mercosur son un paliativo, pero nunca una solución al faltante de producción local. “La admisión temporaria es un proceso de industrialización. Básicamente es la comprar de una materia prima para, en un tiempo determinado, procesarla y exportar productos industrializados y con valor agregado. Ese valor agregado depende del producto, pero va desde 25 a 100 dólares por tonelada o más. Con lo cual la Argentina sale ganando, no solo en el tema divisas, sino también en la cuestión de la preservación de las fuentes de trabajo”, fundamentó el empresario. Añadió que la admisión temporaria tiene un marco legal y que no debería generar inconvenientes para el Banco Central en materia de dólares, “porque hay un repago rápido y porque hay una mejora en el ingreso de divisas por la posterior exportación de productos con valor agregado”.
Buenos vecinos
Según datos del Indec, en 2022 la Argentina importó 3.309.455 toneladas de poroto de soja, de ellas, 1.739.713 procedieron de Paraguay; 774.817 de Uruguay; 495.127 de Bolivia, y 299.798 de Brasil. Para 2023 las mayores expectativas están puestas sobre el grano paraguayo, tras una campaña mucho mejor que la anterior, y sobre la oleaginosa brasileña, mientras se levanta una cosecha récord, que superaría los 150 millones de toneladas.
“Este año, junto con Paraguay, que tradicionalmente es nuestro mayor proveedor, el gran abastecedor de la Argentina debería ser Brasil, un origen que siempre fue marginal para nuestras importaciones. De hecho, por los comentarios que recibo desde la industria, en estos momentos el margen de molienda da para traer grano brasileño y procesarlo acá”, dijo Preciado Patiño.
Desde Brasil, Vlamir Brandalizze, de Brandalizze Consulting, confirmó a LA NACION que ya hubo negocios de exportación de soja brasileña a la Argentina en enero. “Aquí se habla de un volumen de entre 200.000 y 300.000 toneladas que se están entregando entre estos días y marzo, muy por encima de las cerca de 50.000 toneladas negociadas un año atrás”, contó el consultor.
Destacó esta situación como una “rareza” porque usualmente la Argentina “tenía una cosecha suficiente como para abastecer su molienda”. Y reconoció que la caída de producción argentina que se está dando en los últimos años le está permitiendo a Brasil sumar participación en el mercado de exportación de harina y de aceite, donde la Argentina continúan siendo el mayor proveedor mundial, a la par de sostener el crecimiento de la venta de poroto de soja.
“En 2021 Brasil exportó 86,36 millones de toneladas de soja; 17,85 millones de toneladas de harina y 1,79 millones de toneladas de aceite, con una cosecha total de 136,80 millones de toneladas. En 2022, con una producción que bajó a 125,50 millones de toneladas, las ventas de grano sin procesar sumaron 79,58 millones, las de harina 21,289 millones y las de aceite, 2,85 millones. Ahora, que esperamos cosechar más de 150 millones de toneladas, estimamos exportaciones por alrededor de 90 millones de toneladas de poroto, en tanto que las ventas de harina y de aceite superarían los 23 y los 3 millones de toneladas, respectivamente”, detalló Brandalizze.
“Si la Argentina lo necesita, Brasil está preparado para exportar un volumen récord de soja. Tranquilamente podrían ser entre 1 y 2 millones de toneladas, pero eso dependerá de cuánto quiera y pueda comprar la industria argentina”, respondió a LA NACION Daniele Siqueira, analista de mercado de la consultora brasileña AgRural.
Más allá de las compras ya concretadas por la demanda argentina en la zona de Mato Grosso y despachadas por vía marítima, algo también poco usual por la lejanía, Siqueira explicó que la mayor parte de las exportaciones hacia la Argentina se hacen por vía fluvial desde el Estado de Mato Grosso do Sul, cuya cosecha, “si bien se prevé muy buena, avanza en modo lento, por lo que podrían tardar algo más de lo normal los despachos”.
Al respecto, el lunes la Compañía Nacional de Abastecimiento, dependiente del Ministerio de Desarrollo Agrario de Brasil, relevó el progreso de la cosecha de soja en Mato Grosso do Sul sobre el 24% del área apta, contra el 47% de igual momento de 2022. En el nivel país, la recolección avanzó sobre el 34%, frente al 42,1% del año pasado para la misma fecha. Con el 77,1% ya levantado, Mato Grosso, que es el principal Estado productos, va a la cabeza de cosecha.
Desde Paraguay, Hugo Pastore, director Ejecutivo de la Cámara Paraguaya de Exportadores y Comercializadores de Cereales y Oleaginosas (Capeco), dijo a LA NACION que la situación que vive hoy la Argentina es parecida a la que atravesó Paraguay el año pasado: “Tuvimos una merma gigante en la producción de soja, con consecuencias catastróficas para el país, porque no solo se afectó la industria, sino que se paralizó la actividad en los puertos y el transporte. Todo bajó las cortinas muy pronto por la falta de granos. Nosotros entonces perdimos casi el 70% de lo que se esperaba cosechar y si bien la producción argentina no tendrá ese nivel de merma, el quebranto será muy grande. Por eso, sabemos que la Argentina va a necesitar alimentar su polo aceitero, que es el más importante del mundo”.
El empresario contó que entre las dos etapas en las que se divide la producción paraguaya de soja (la primera cosecha, de la que se recolectó algo más del 50%, y la safrinha, que recién se está sembrando), el país recolectará unos 9,20 millones de toneladas. Explicó que para las ventas a la Argentina la atención está puesta sobre la primera cosecha, que dejará unos 8,50 millones de toneladas de grano. “De ese volumen de producción, Paraguay normalmente destina a su propia molienda un 30%. De lo restante, la Argentina se llevaría poco más del 70% (en este caso eso representaría cerca de 4,20 millones de toneladas), en tanto que Brasil y Rusia, que son los otros dos compradores del grano paraguayo, se repartirían el resto. Consideramos que esa distribución no será muy distinta este año, incluso con la cosecha récord en Brasil, que es un mercado que en momentos puntuales del año suple con grano paraguayo lo que se exporta. Puede haber variaciones marginales este año, pero no esperamos nada fuera de la normalidad”, aseguró.
La estrecha relación comercial entre Paraguay y la Argentina en materia de soja cuenta como un activo una logística sencilla. “Se carga en Paraguay y en condiciones de navegación normal, en 5 a 7 días el grano llega a su destino final, donde el comprador se hace cargo de la mercadería cuando llega a puerto argentino. Para otros destinos no tenemos tantas facilidades”, reconoció Pastore.
Consultado sobre la convivencia que se da en Paraguay entre la industria procesadora de soja y la exportación de grano, con una sonrisa cómplice, el ejecutivo de Capeco respondió que esa convivencia “se da a la fuerza”, según las propias lógicas del mercado. “La industria en Paraguay tiene una capacidad de molienda próxima a los 4 millones de toneladas y tiene espacio para ganar en eficiencia, más no hay –de momento– proyectos para ampliar esa capacidad instalada. Nuestra producción de soja oscila normalmente entre 8,50 y 11 millones de toneladas, seguramente la chance de ampliar la molienda local entraría en consideración si se lograran elevar los volúmenes producidos”.
El lado B del dólar soja
Presentado como una herramienta de estímulo para la liquidación de soja por parte de los productores, el dólar soja tuvo un lado B, según afirmó Preciado Patiño, dado que le restó capacidad de exportación de subproductos a la Argentina. “Desde ese punto de vista, fue un arma de doble filo, que estimuló la venta externa de grano sin procesar en septiembre y que mermó la venta de subproductos al exterior. Calculo que el ciclo comercial 2021/2022 terminará con 2,70 millones de toneladas menos de ventas de harina y con 700.000 toneladas menos de exportaciones de aceite. Y eso pese a que en gran medida quienes exportan poroto y quienes venden subproductos son las mismas empresas, salvo algunas pocas excepciones”.
Y en cuanto a la chance de una tercera versión del dólar soja, de la que en el mercado de granos se comenzó a hablar a pocos días del vencimiento de la segunda edición del régimen cambiario especial, el consultor argumentó que quizás no resulte del todo necesaria. “Como venimos en una campaña muy mala, que arrancó mal con el trigo y que sigue igual de mal con los granos gruesos, es posible que los productores no tengan tanta espalda como en el ciclo anterior para aguantar grano sin vender, incluso en medio de un año electoral”, advirtió.
Como cuestión de fondo frente a la problemática que hoy desnudó la sequía, pero que no es más que la secuencia de la historia reciente de la soja en la Argentina, Preciado Patiño señaló que resulta necesario que “el país recupere la producción de soja, algo que se puede lograr sin la necesidad de agrandar la superficie, sino con una política que premie el uso de tecnología, desde la semilla a la fertilización; que promueva la rotación de cultivos; que limite los arrendamientos accidentales, y que reabra una discusión sobre los derechos de exportación. Con todo eso deberíamos, al menos, volver a arrimarnos a los 60 millones de toneladas que supimos lograr hace menos de 10 años”.