«La economía argentina volverá a tomar impulso en el 2024»

El especialista de la Universidad de Villa María, dijo que en 2023 la actividad desacelerará por los límites que impone el acuerdo con el FMI

“Queda claro que la economía mundial no está de fiesta ni lo estará en 2023”, advierte el economista Carlos Seggiaro en su informe de balance y perspectivas difundido sobre el final del año. El escenario posible de recesión e inflación a nivel global le pone techo al precio de los commodities agropecuarios, aunque la volatilidad podría hacerse presente de la mano de problemas de oferta. Por un lado, a raíz de la guerra en Ucrania. Por otro lado, debido a los problemas climáticos. En Argentina, este último fenómeno complica especialmente el frente interno, ya condicionado por la inflación y el ajuste acordado con el FMI, que impactarán en la actividad. Aunque no se esperan saltos bruscos en el tipo de cambio ni un descontrol hiperinflacionario, la economía en la que se desenvolverá el sector agropecuario será “muy poco dinámica” y con alto nivel de incertidumbre.

En su análisis, el profesor de la Universidad de Villa María arrancó por el mundo. “Se viene verificando un proceso de debilitamiento en los precios internacionales desde mediados del presente año, que tiene su correlato en un desempeño muy discreto de cara al próximo año”, señaló.

Durante el 2022, la Reserva Federal de los Estados Unidos (FED) comenzó con periódicos aumentos en las tasas de interés, que llevaron a una progresiva revaluación del dólar y ayudó a explicar la debilidad observada en la demanda de materias primas. Esta situación persistirá en 2023, “aunque es razonable pensar que el proceso de revaluación del dólar ya llegó a un techo”, aclaró.

Agregó que la demanda de materias primas y alimentos seguirá mostrando signos de debilidad debido a las bajas tasas de crecimiento económico previstas. “Cualquier recuperación en los precios de Chicago, sobre todo en el primer semestre, dependerá de puntuales problemas de oferta (siniestros climáticos, el conflicto entre Ucrania y Rusia, etc.)”, apuntó. Igual, el escenario pospandemia y una creciente conflictividad global pueden ser factores de volatilidad. “Resultará conveniente tomar coberturas en los mercados de futuros y de opciones”, señaló el economista, quien advirtió los niveles globales de stock actuales son bajos, especialmente en granos, harinas y aceites.

En el plano interno, la actividad económica también desacelerará. Continuará así, en 2023, un camino iniciado a mediados de 2022, “con riesgos incluso de que desemboque en una abierta recesión”. El cumplimiento del acuerdo con el FMI, que expresa un plan de ajuste de carácter bastante ortodoxo, influirá para que eso pase. Para el economista, “la economía argentina sólo volverá a tomar impulso a partir del 2024”. Mientras tanto, algunas cadenas de valor de agroalimentos vinculadas a exportación podrán capturar algunas oportunidades, incluyendo algún tipo de crédito a tasa promocional destinado a mejorar las ventas al exterior y combatir la escasez de dólares.

Las empresas que oferten al mercado interno, en cambio, tendrán “un escenario más preocupante”. Aquí juega la inflación, la pérdida de poder adquisitivo de los asalariados formales e informales, el ajuste fiscal y el objetivo del gobierno y el Fondo de mantener tasas de interés positivas.

Seggiaro estima que “la inflación alta para 2023 está desgraciadamente garantizada”, aunque pronostica una tasa con rango descendente, que se ubicaría en torno del 80%, después del casi 100% de 2022. “No visualizamos un escenario de hiperinflación”, aclaró. Tampoco ve una devaluación abrupta. “Parece bastante razonable suponer que el dólar oficial mayorista, que finalizó este año en torno a los $ 180, en diciembre del 2023 podría ubicarse en un rango entre los $ 310 y los $ 330”, indicó.

Aunque no ve margen para volver a atrasar el tipo de cambio, y entiende que persistirá amplia la brecha con el dólar blue, el economista consideró que los controles cambiarios minimizan el riesgo de “un golpe de mercado”, debido a que éste “prácticamente ya no existe”. En materia fiscal, ve a un gobierno aferrado al cumplimiento con el Fondo, que pide un déficit fiscal primario de hasta 1,9% del PBI. “En condiciones normales no se trata de un objetivo difícil de alcanzar, aunque el 2023 será un año electoral”, opinó. A su juicio, el gobierno argentino “no tiene margen para aumentar la presión impositiva, y tampoco tendrá disposición para ir en sentido inverso”.

¿Qué se puede esperar para el sector agropecuario en este contexto? Seggiaro lo expone así:

Precios internacionales en baja, aumento en los costos de producción medidos en dólares, y rendimientos por debajo del promedio histórico debido a los problemas climáticos plantean un escenario de disminución de los márgenes brutos en el sector agrícola, a lo que hay que sumar un aumento en el riesgo agronómico.
Los productores de proteína animal (vacunos, lácteos, porcinos, etc.) seguirán parados sobre una realidad incluso algo más compleja, ya que a estos factores hay que sumar que el mercado interno continuará golpeado por la pérdida de poder adquisitivo de vastos segmentos de la población, a la par que la estructura de costos continuará condicionando los márgenes de rentabilidad.
Adicionalmente a lo anterior, todo indica que el gobierno nacional, a través de la Secretaría de Comercio Interior, seguirá intentando despegar los precios internos de los internacionales en aquellos productos que afectan la canasta básica de alimentos, de manera directa o indirecta. Esto genera que los productores primarios, en general, reciban durante el año un precio por debajo del FAS teórico.

Todos estos condicionamientos influirán, también para que se enfríe la macroeconomía y, con ella, el proceso de recuperación industrial de la pospandemia.

“El próximo año será muy difícil”, indicó. Sí consideró que el gobierno continuará instrumentando una política para limitar aquellas importaciones que compitan con la industria nacional, para racionar el uso de las divisas. El comercio y los servicios la tendrán más compleja todavía. “Una economía muy poco dinámica, y la pérdida de poder adquisitivo en millones de personas, producida en los últimos tres años, plantea un escenario muy discreto para el sector comercial y de servicios en general de cara al 2023”, dijo. También llamó la atención sobre el creciente nivel de endeudamiento a nivel comercial.

El plan económico y el FMI
“No compartimos la visión ampliamente difundida de que el gobierno argentino no tiene un plan económico. Sí lo tiene, y es el acuerdo con el FMI”. El economista Carlos Seggiaro es tajante al ubicar en toda su dimensión el programa pactado con el organismo internacional: “Se trata de una hoja de ruta a tres años, que contiene objetivos monetarios, fiscales y cambiarios, aunque planteados de una manera progresiva, gradual, y no a través de una política de shock”.

A su juicio, esta hoja de ruta plantea “cierta previsibilidad” sobre algunas de las variables económicas, aunque “la fragilidad del cuadro actual” y “la incertidumbre” del año electoral dejan algunos “cabos sueltos”.

En ese sentido, consideró que el proceso electoral afectará negativamente el nivel de actividad económica y el proceso de inversión a lo largo del próximo año. Pero el riesgo mayor viene del daño que la sequía y las heladas provocaron a la producción agropecuaria del país, que es el principal generador de divisas.

“Un siniestro de grandes proporciones condicionará el manejo de las reservas de Banco Central, obligándolo a racionar aún mas las divisas con destino al pago de importaciones y generaría muy probablemente un aumento en la brecha cambiaria”, indicó.

Ambos factores, alertó, impactarían negativamente sobre las expectativas de inflación.

Otro de los problemas que ve es la resistencia creciente de parte de bancos, compañías de seguro y fondos de inversión para renovar la deuda que vence después de las elecciones. “Si el gobierno argentino no puede renovar sus vencimientos de la deuda en pesos de corto plazo, deberá recurrir al auxilio del Banco Central para enfrentar los vencimientos futuros, lo cual plantea la posibilidad de un escenario de fuerte aumento en la emisión, que también tendría un impacto sobre la inflación esperada”, indicó Seggiaro.

“Argentina, un país viable”
Pese a todas las dificultades, Seggiaro encuentra “elementos objetivos” para vaticinar que la economía iniciará un proceso de recuperación a partir del 2024, que podría impulsar “la producción, el consumo y la inversión durante un período de varios años consecutivos”. Esta visión, señaló, descansa en la convicción de que “se está produciendo un cambio importante en la matriz productiva, desde hace varios años, impulsada por el sector minero, energía, industrias del conocimiento, turismo receptivo y pesca”.

No se trata, aclara, de “vagas hipótesis de transformación productivas a futuro” sino de un proceso de maduración de inversiones que “ya se están efectuando en la actualidad”, tal como se verifica en el caso de la minería y Vaca Muerta.

Esta lectura, aseguró, es compartida por diversas consultoras internacionales que “le están haciendo llegar a sus clientes calificados en diversos países del mundo, recomendando comprar activos argentinos (bonos, acciones, empresas estratégicas) que en la actual coyuntura cotizan en valores ridículamente bajos, medidos en dólares”.

“Esta visión sobre el mediano y largo plazo es parte de la explicación en torno a porqué venimos recomendando desde hace algunos meses la compra de bonos en dólares de la deuda argentina y también de algunas acciones de empresas líderes, sobre todo las orientadas al comercio exterior, recomendación que planteamos para quienes tienen excedentes en pesos que puedan inmovilizar por un año y medio a dos años”, subrayó.

Y en ese punto, enfatizó: “Es falso que la Argentina es un país inviable, hay más oportunidades que amenazas de cara a los próximos años, en términos de negocios”

– Agroclave