El campo, chivo expiatorio de los (ir) responsables

El Presidente lo acusó de no entregar granos a cambio de pesos. Y el Gobierno, para excusarse de la crisis cambiaria, aumenta los controles.

Por más que el presidente Alberto Fernández quiera ser un superhéroe del lado de los buenos, su promesa de declararle la guerra a la inflación… con los resultados conocidos… (entre otras cosas) no le deja mucho crédito para presentarse como un Superman contra los “especuladores” que supuestamente conspiran contra él y su pueblo “protegido”.

“Hagan algo para detener esta catástrofe. No sean necios”. Quien dijo esa frase esta semana no es un oligarca o un “especulador”, sino Diego Brancatelli, un militante del kirchnerismo que pasó por la experiencia de poner un negocio y tener que bajar las persianas a los pocos meses porque no le cerraban las cuentas. Y que, por la exposición pública que tiene como periodista y panelista de TV, evidentemente no quiere pagar el costo de “tapar el sol con las manos” ante la gente que sufre la realidad y no quiere engaños.

Mientras tanto, el presidente de la Nación sigue en guerra… ahora no es contra la inflación sino contra los especuladores que suben el valor del dólar. El dispositivo mediático oficialista tuvo arietes contra el campo, durante toda la semana. Primero, los que asociaron a los granos con la especulación fueron actores de reparto: funcionarios de menor jerarquía o presentadores periodísticos sostenidos por pauta publicitaria provenientes de fondos públicos.

Y este viernes se sumó Alberto Fernández, que intentó poner en el banquillo de los acusados “a los que especulan con el dólar, a los que guardan 20 mil millones de dólares en el campo y no los liquidan, esperando una mejor rentabilidad cuando el país los necesita”.

Inmediatamente hubo reacciones desde la Mesa de Enlace y toda la agroindustria. Confederaciones Rurales Argentinas afirmó que “los productores no retienen soja ni granos, simplemente escalonan ventas a lo largo de los meses para financiar sus propios gastos a lo largo del año. Ya liquidaron toda la cosecha récord de trigo, y casi toda la de maíz. Tampoco tienen US$ 20.000 millones retenidos. No habría manera, porque no son los ingresos totales de los productores en un año calendario”.

Y el presidente de la Sociedad Rural, Nicolás Pino, consideró que acusar al campo de especulador “es un concepto errado y casi ofensivo. No hay necesidad de faltarle el respeto a un sector que trabaja e invierte”.

Llegados a este punto, debe aclararse que los dólares del campo tienen, en medio de la crisis cambiaria, una importancia que va más mucho allá de las retenciones. Porque en este momento el Gobierno no tiene como prioridad la recaudación para financiar al Estado, sino conseguir billetes fuertes para controlar el tipo de cambio. Por eso también apunta a los turistas extranjeros, para que cambian sus divisas en el mercado oficial y no en el paralelo.

En ese contexto, ahora tienen más relevancia las toneladas de granos que se exportan que los aportes de la agroindustria en impuestos, incluidos los derechos de exportación, para financiar las cuentas del Estado.

Eso es así porque prácticamente lo único “made in Argentina” que el mundo paga en moneda fuerte son los productos agroindustriales. Dicho de otro modo: ni los autos, ni la ropa, ni ninguna otra cosa de producción nacional cotiza fronteras afuera como para traer dólares que financien los bienes y servicios que utilizamos los argentinos, desde insumos a repuestos, o desde energía a artículos tecnológicos.

Para pagar eso se necesitan dólares. Y salvo un porcentaje menor aportado en forma oscilante por la minería y los servicios, el campo es el gran aportante. Al tener un protagonismo superlativo en las exportaciones, porque no hay otros sectores que logren vender su producción en el mundo, es prácticamente la única actividad económica que mueve el ingreso de divisas en la balanza comercial argentina.

En una familia, en una cooperativa de cualquier tipo, o en cualquier organización lógica, los que aportan recursos, tienen derecho a controlar a quienes los gastan. Esa situación en la Argentina es al revés: los que manejan dinero producido por otros no rinden cuentas (amén de los juicios por corrupción “en proceso”) y pretenden controlar a los que ponen recursos, y mucho, para todos…

El último rumor es que la AFIP tendría geolocalizadas los lugares donde están acopiados los «granos que no se venden»… como si sus tenedores fueran «evasores» o delincuentes. Avanzar así sería la apropiación estatal de bienes que obtuvieron trabajando personas que confiaron en un país republicano…

En ese contexto de gobernabilidad desorientada, el oficialismo le echa la culpa a Martín Guzmán, pero lo cierto es que el ex ministro se fue por el tironeo con Cristina Kirchner. Y que cuando la vicepresidenta “tomó el control”… todo se descontroló…

Es fácil echarle la culpa a “los mercados”, a los especuladores, etcétera, pero si -como todos coinciden- esto es fruto de una crisis de confianza, hay que poner en el centro del análisis que los precios (el mercado) no le creen a Cristina Kirchner. Irónicamente se podría decir que “la vicepresidenta no tiene precio”. Los más enojados cambian la frase y dicen: «Cristina Kirchner no vale nada».

Con todo, desde que la vicepresidenta maneja el país, la economía se desestabilizó …. Hechos, no relato. Matemática, no magia.

Entonces, quizás no debería preocupar demasiado si CFK está de acuerdo o no en darle incentivos al campo. Habría que preguntarse si es favorable para los 47 millones de argentinos que padecemos este naufragio…

Si ya nadie duda de que el campo es el sostén estructural de la economía, por qué insistir en acusarlo y “controlarlo” en vez de darle reglas claras para un triple objetivo en beneficio de todos: que produzca más, dé trabajo a los que quieran vivir del fruto de su esfuerzo y traiga más dólares del mundo

– Clarín Rural