Estudio comparativo. Brechas de rendimiento: una incómoda radiografía de la agricultura argentina

Un nuevo informe revela las falencias de la producción local en materia de, entre otras cosas, uso de nutrientes, y aporta sugerencias para revertirlas.

La falta de nutrientes es de las principales causas en Argentina para no alcanzar rendimientos posibles, afirma el estudio.

Cuando una persona quiere ponerse en forma y llevar adelante una vida más saludable, lo primero que tiene que hacer es saber dónde está parado/a y hacia dónde quiere y puede ir. Luego definirá el cómo: dieta y actividad física. Y finalmente se pondrá en acción.

Al hablar de la necesidad de aumentar la producción de alimentos en un ambiente finito (escaso) y que hay que cuidar, la dinámica luce parecida: primero hay que determinar qué se busca: producir más comida cuidando el ambiente; luego saber de dónde se parte: hay una brecha entre los kilos que se producen y el potencial; finalmente, el cómo: allí, para el caso de Argentina, en ese recorte juegan fuerte el aporte de insumos, principalmente nutrientes, y la adopción de distintas prácticas de manejo.

“Básicamente hacer una buena agronomía”, dijo el doctor Fernando Andrade, referente del INTA, la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad de Mar del Plata y del CONICET. Andrade fue uno de los disertantes durante la presentación de la “Declaración de Buenos Aires sobre la Brecha de nutrientes en Argentina” motorizada por la Bolsa de Cereales de Buenos Aires y la Universidad de Nebraska-Lincoln (EE.UU.).

El problema: se necesita producir más. El escollo: no se puede hacer aumentando superficie a costa de afectar el ambiente y los suelos. La solución: producir más por metro cuadrado puesto a cultivar. La llave: el uso adecuado de todas las herramientas de manejo, cuantificación y detección de posibles restricciones, al mismo tiempo que el uso apropiado de insumos (léase, fertilizantes, en donde Argentina está muy rezagada).

Son insumos, pero también es aplicación de conocimiento. Una vez que esté hecho el diagnóstico (que permite saber en cada zona cuál o cuáles serán las limitantes), lo siguiente es ir a la acción.

El contexto
“Se estima que la demanda de la alimentación humana y animal aumentará un 47% para 2050, el principal motivo es el aumento poblacional (nacimientos y mayor expectativa de vida), junto con el aumento de poder adquisitivo que hace que más gente coma proteína animal y para producir carne se necesitan más granos”, así resumió lo que se viene Andrade, al tiempo que concedió, que “Argentina tiene una gran oportunidad en ese futuro”.

“El gran desafío que enfrentamos es satisfacer una demanda creciente, pero desacoplando del impacto ambiental”, graficó Andrade. Y describió: “Me refiero a emisiones de gases efecto invernadero, pensemos que la agricultura aporta en el mundo entre el 23 y el 30% de los GEI y Argentina es el 39%”.

El investigador se refiere también a la deforestación: de los 6000 millones de hectáreas de bosques que había un tercio se ha desforestado con las consiguientes pérdidas de biodiversidad, emisiones, suelos frágiles, excesos hídricos, etc. Dicen que la superficie forestal mundial ha disminuido en 4,7 millones de hectáreas anuales desde 2010. “La tasa de deforestación en Argentina es más alta que el promedio mundial (hasta 2020 era de 0,42% por año versus 0,12 del mundo).

Como otro dato general, Argentina usa más plaguicidas que los que se usan en el mundo (9 kg/ha versus 3,9% promedio en el mundo). “Más que nada son herbicidas”, aportó Andrade. A su vez, la superficie regada en Argentina es 5% versus el 19% promedio del mundo. Y como corolario, la relación maíz/soja es más baja que en el mundo (0,43 versus 1,64).

Entre los progresos, Andrade destacó algunos: entre 2003 a 2018: aumento la diversidad de cultivos, intensificación de la secuencia, uso de más cultivos de cobertura, se hace más agricultura por ambientes y de precisión, se usan más plaguicidas de banda verde y azul, se pone en práctica un manejo con base eco fisiológica y ha aumentado algo el uso de fertilizantes.

Por su parte, Patricio Grassini, profesor de la Universidad de Nebraska-Lincoln, se refirió a la importancia de la intensificación sustentable de los sistemas de producción de Argentina y el mundo. “No estamos en una trayectoria sustentable en términos de alcanzar seguridad alimentaria y proteger el ambiente”, disparó Grassini.

“Hasta el comienzo del siglo XXI vivimos la llamada revolución verde, en la que se registró una ganancia de rendimientos a fuerza de insumos, lo cual derivó en un impacto ambiental”, apuntó Grassini. Y prosiguió: “Un legado no deseable de esa revolución verde fue la caída de precios por excesos en la producción, más oferta que demanda, hecho que desincentivó cualquier tipo de inversión para mejorar la productividad, sin un retorno adecuado por ello”.

Grassini contó entonces cómo ven el mundo hoy: “Hoy, la demanda presiona sobre la oferta, la producción ya no sobra, aumentaron los precios, la población crece y cuando miramos lo que sucede en el campo, las tasas de rendimiento que tenemos hoy no alcanzan para darle de comer a la población mundial hacia 2050”.

Un camino insostenible es el que se ha desandado desde el año 2000 en adelante: crecer en superficie. “Durante este siglo aumentó la superficie cultivada a un ritmo feroz de 13 millones de hectáreas por año, avanzando sobre selvas, sabanas, afectando humedales en un franco deterioro del ecosistema, ese no es el camino”, opinó Grassini.

De Izq. a derecha: Dr. Patricio Grassini, Prof. de Universidad Nebraska-Lincoln; Daniela Regeiro, Analista de la Bolsa de Cereales; Dr. Fernando Andrade, Investigador de INTA y CONICET; Dr. Juan Pablo Monzón, Investigador del CONICET y Agustín Tejeda Rodríguez, Economista Jefe Bolsa de Cereales.
De Izq. a derecha: Dr. Patricio Grassini, Prof. de Universidad Nebraska-Lincoln; Daniela Regeiro, Analista de la Bolsa de Cereales; Dr. Fernando Andrade, Investigador de INTA y CONICET; Dr. Juan Pablo Monzón, Investigador del CONICET y Agustín Tejeda Rodríguez, Economista Jefe Bolsa de Cereales.

El camino a seguir…
“Las bajas de rendimiento están asociadas a muchos factores, nutrientes es una de las causas, pero este proyecto plasmado en Argentina ha identificado que la falta de nutrientes es de las principales causas aquí para no alcanzar rendimientos posibles”, resumió Thomas Farrel, asesor de la Universidad de Nebraska-Lincoln. Y agregó: “Desde la universidad tratamos los temas relacionados con la producción de alimentos de manera sustentable debido a que los problemas de la agricultura son globales y deben abordarse desde enfoques interinstitucionales”.

En una misma línea, Ramiro Costa, subdirector ejecutivo de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, apuntó que “la brecha de nutrientes es un tema importante para la producción agrícola argentina”. “Es un camino largo, venimos trabajando pero queda mucho por recorrer”, dijo.

Se refiere a una serie de iniciativas como la Red de Buenas Prácticas Agropecuarias, el Plan Argentino de Carbono Neutro y la promoción de la Ley “Régimen de Fomento al Desarrollo Agroindustrial Federal, Inclusivo, Sustentable y Exportador” mediante el Consejo Agroindustrial Argentino. Este Proyecto de Ley contiene entre sus objetivos el fomento del uso de fertilizantes, “entendiendo que es el camino para un crecimiento sostenible de nuestra producción, que derive en más exportaciones y empleo en todo el país”, agregó.

Por todo esto, los firmantes de la “Declaración de Buenos Aires…” (29 científicos y profesionales argentinos de distintas organizaciones asociadas a la investigación, docencia y extensión agrícola), consideran que hay que hay que buscar una “intensificación sustentable”. “Las claves son obtener un rendimiento promedio de 70-80% del potencial alcanzable; lograr un 50% de mejora en la eficiencia de uso de agua, nitrógeno y energía; reducir un 50% la degradación del suelo y gases efecto invernadero; mantener o incrementar los stocks de carbono y nutrientes del suelo; desplegar un manejo integrado de plagas; proponerse metas de biodiversidad; y, por supuesto, que sea rentable, porque no hay que olvidar que esto es un negocio”, resumió Grassini.

Una vez que se tienen esas metas generales, hay que empezar a desandar el camino de la praxis. ¿Cómo se logra todo esto? Hay que identificar según zona y cultivo, qué cuerdas hacer sonar para que se logre una intensificación sustentable en cada caso.

Desde 2012 desde la Universidad de Nebraska-Lincoln trabajan para armar una especie de protocolo global de brechas con aplicaciones locales. Tienen bajo la lupa 70 países y, dentro del mapa del maíz, la brecha es chica en EE.UU. y Europa, intermedia en Sudamérica (brechas de entre 30 y 60%) y altas en Africa.

Soluciones en Argentina
¿Cuál es el camino en Argentina para cerrar la brecha? “Nosotros en todo el mundo trabajamos con lo que les sucede a los productores, tomándolos a ellos como referencias en distintas zonas para poder luego extrapolar posibles soluciones a otros, y en todos los casos, hemos podido mejorar y acortar la brecha combinando conocimiento y tecnologías”, contó Grassini. No todo es dinero. A los insumos hay que agregarle inteligencia y esto ayuda a mejorar las ganancias respetando el ambiente.

Para Andrade, la parte de insumos hace su parte, por ejemplo, la nutrición o la elección de cultivares o híbridos, pero también el manejo de densidades, la agricultura por ambientes, conocer la fisiología de los cultivos, el agua disponible y los periodos críticos… En definitiva, “necesitamos de tecnologías de insumos para acortar brechas, pero también el conocimiento es fundamental”.

Finalmente, Andrade se refirió a “la colaboración para la innovación”. “En sociedades se aprende de manera virtuosa, articulando distintos actores con visiones y disciplinas diferentes”, dijo. Y cerró: “Es cierto que a veces en todo esto se intercalan las emociones y creencias, yo creo que el desafío que tenemos por delante requiere de hacer prevalecer el rigor científico moderando las emociones”

– Clarín Rural