Los recursos que se lleva el Gobierno se escamotean al interior

El Gobierno cerró las exportaciones de aceite de harina y de aceite de soja y subirían tres puntos las retenciones, unos US$ 700 millones. Son menos tractores, sembradoras y menos salarios de torneros, ingenieros y camioneros.

El gobierno puso en alerta a toda la cadena agroindustrial. El cierre sorpresivo (insólito que se conozca un domingo) de los registros de exportación de la harina y el aceite de soja anticipan un inminente incremento de las retenciones.

Según trascendió, se elevarían en tres puntos respecto a las vigentes hasta el viernes pasado.

Son unos 700 millones de dólares adicionales que se transferirán de la cadena sojera al Estado.

El objetivo de este incremento es financiar un fideicomiso destinado a subsidiar el consumo de trigo.

Según trascendió, hubo una fuerte pulseada entre el secretario de Comercio, Roberto Feletti, y el ministro de Agroindustria, Julián Domínguez. Feletti quiere subir fuertemente (de 12 a 25%) las retenciones del maíz y el trigo, para “desacoplar” los precios internos respecto a los internacionales, recalentados por la invasión de Rusia a Ucrania.

Domínguez habría podido desactivar esa bomba, pero tuvo que ceder aceptando esta suba de tres puntos en los derivados de la soja.

La harina y el aceite de soja son los dos productos principales de la canasta exportadora argentina. Contra lo que la mayoría cree, la Argentina no exporta mucho poroto de soja (entre 10 y 20% del total), sino sus derivados de valor agregado.

Entre ambos (harina y aceite), ingresaron más de 20 mil millones de dólares en la última campaña. Y aportaron 7 mil millones vía derechos de exportación.

Así que el incremento de los derechos de exportación mete el bisturí en el corazón del complejo.

Castigando el valor agregado de una industria que tiene una enorme necesidad de materia prima: con capacidad instalada para moler 60 millones de toneladas, afronta una cosecha que, consecuencia de la sequía, no llegará a las 40.

Es cierto que los precios internacionales experimentaron sensibles subas en los últimos meses.

Los stocks mundiales están bajos, la demanda es alta, y la sequía afectó la producción de Brasil y Argentina, dos grandes actores del mercado internacional.

A esto se suma ahora la invasión de Putin a Ucrania. Rusia y Ucrania son los mayores exportadores de aceite de girasol del mundo.

Hay vasos comunicantes entre los distintos aceites, así que la disparada del girasol arrastró al de la soja.

Con la libreta del almacenero, y la atenta vigilancia del FMI, el ministro Guzmán vio le veta y mandó el cincel.

Confirmando, por otro lado, lo que la oposición dijo cuando se tragó la cucharada de aceite de bacalao el viernes pasado, al votar a favor del acuerdo: el ajuste se paga con más impuestos. Para muestra, un botón.

En el campo, saben que este aumento de retenciones recaerá finalmente sobre el productor de la materia prima.

Si la industria tiene menos capacidad de compra, pagará menos por la soja.

Venimos de una gran muestra de la potencia del sector agroindustrial, como fue Expoagro.

La vivió el propio Julián Domínguez y otros miembros del Ejecutivo. Más de 600 empresas ofreciendo una parafernalia de tecnología en San Nicolás. Todos los bancos presentes, públicos y privados.

Los productores hicieron compras de equipos e insumos por más de 1.500 millones de dólares y fue una bendición para las pymes que les proveen maquinaria, semillas, y todo lo que necesitan para sembrar, proteger sus cultivos, cosecharlos y almacenarlos.

Estos 700 millones adicionales que se lleva el gobierno son recursos que se escamotean al interior.

Son menos sembradoras, menos tractores, menos salarios de torneros, ingenieros, concesionarios, camioneros, polietileno de silobolsas, camionetas y camiones.

Y el daño va más allá, porque el mayor costo es el desánimo, cuando estaba todo dado para reorientar el rumbo de la relación del agro con el gobierno. Necesaria para garantizar un flujo consistente de divisas a largo plazo. Lo que el país necesita y el campo le puede dar.

Una pena

Héctor Huergo – Clarín Rural