“En el campo no hay género, soy mujer y puedo hacer lo mismo que un hombre”

Tiene 23 años y está terminando la carrera de ingeniería agronómica. Emilia Macor, comparte sus motivaciones y aprendizajes, tanto de sus padres en el campo, donde vivió de chica como de la facultad.

Desenvuelta. Curiosa. Atrevida. Responsable. Todo eso transmite la voz de Emilia Macor, una cordobesa criada “a campo” que está terminando la carrera de agronomía, y cuenta que a pesar de vivir en un contexto rural porque sus padres son productores, recién se decidió por agronomía al filo de los 18. Participó desde los 15 en ateneos y desde la pandemia se enganchó con Aapresid Joven. Lo que más le gusta del campo es, justamente, estar en el campo, pero también la atraviesa lo social y la comunicación, y le fascinan las tecnologías como llave para medir y llevar adelante una producción sostenible.

“Soy hija de productores agropecuarios, de Adelia María (N de la R: una localidad del departamento de Río IV, distante 90 km de dicha ciudad), mis padres viven en el campo y ahí me desarrollé hasta que decidí venirme a estudiar a Río Cuarto”, contó, sin repetir y sin soplar, Emilia Macor. Y prosiguió: “Cuando estaba en el secundario, a los 15-16 años, empecé a vincularme con la ruralidad a través del Ateneo de la Rural de Adelia María y me empezó a pasar que me gustaba mucho participar, estar, de hecho, pasó a ser mi segunda casa, aprendí mucho ahí”.

Entre sus recuerdos de chica en el campo, Emilia apuntó que cuando cierra los ojos y vuelve a los 7-8 años, “se viene al cuerpo el contacto con la naturaleza y los animales”. “Crecí entre perros y en aquel entonces mis padres tenían ganadería, también tengo recuerdos arriba de la máquina cebando mates a mi papá y andando entre las máquinas, por entonces, viendo todo lo que se hacía, pensaba que cada día había desafíos nuevos en el campo”, recordó Macor.

Sin embargo, entrada la adolescencia, “no sentía tanta motivación para acompañar al padre en los quehaceres”, aunque aclara: “mirá que él le puso la mejor onda para que esté, pero sentía que no sabía si iba a seguir haciendo algo vinculado al campo”.

De aquellos días de formación como persona atesora “sobre todo, los valores, la perseverancia, la honestidad, el respeto por las personas, pero también por la naturaleza que si no la respetás, se te vuelve en contra”. También, entre los aromas, no se olvida de los asados, los guisos de casilla en días de frío, “porque mi padre fue contratista en una época”, y las tortas.

Le fascina el uso de la tecnología en el campo.
Le fascina el uso de la tecnología en el campo.

Hoy tiene claro que el campo en general, y ese familiar en Adelia María en particular, son su lugar en el mundo. “Por suerte el campo no está lejos de Río Cuarto y cuando estoy muy embotada estudiando me vuelvo y me conecto con todas esas cosas que me gustan”, compartió.

Papá Gustavo y mamá Vanesa han sido pilares fundamentales, además de los amigos de chica y de la universidad. “Mis padres siempre me dijeron que más allá de lo que quisiera ser, si estaba convencida, que fuera por donde lo sintiera, pero siempre con valores… obvio que cuando elegí el campo creo que les gustó más”, se ríe.

Elección difícil
Lo dicho, a pesar de sus vivencias camperas, y su legado familiar, como tantos otros jóvenes, al momento de decidir la carrera, Emilia Macor no tenía clara la vocación. “En el secundario me imaginé siendo desde abogada y psicóloga, hasta contadora, de hecho, los últimos años estaba súper convencida que quería hacer algo vinculado con las Ciencias Económicas, porque me iba muy bien con los números en el colegio”, recordó Macor.

Pero había algo que le hacía ruido. Las horas de oficina: “Mi papá me recomendó que me juntara con gente que trabajara con números, por ejemplo, contadores, y todo bien hasta que llegaba el punto que me daba cuenta de que estaban todas las horas de trabajo en una oficina, eso me tiraba abajo”.

Entonces, a la recta final, motivada por el contacto con el ambiente, llegaron veterinaria o agronomía: “Me encantan los animales, pero no verlos enfermos, por eso, finalmente, sin estar del todo convencida ingresé en agronomía y los primeros años fueron difíciles porque no me gustaba mucho”, contó Macor.

Emilia junto a sus padres, en un viaje de capacitación.
Emilia junto a sus padres, en un viaje de capacitación.

Después llegó el momento de empezar la facultad, y dejar el “nido”. “Cuando me vine a estudiar cambiaron muchas cosas, pero sobre todo los tiempos, en el secundario era muy responsable, nunca me fue mal, y en la universidad tenés mucho más tiempo de lectura y estudio, cambiaron los tiempos y la disponibilidad para seguir con el ateneo, en este caso, el de la Rural de Río IV, que lo empecé, pero sentía que no podía aportar como a mí me gustaba y venía haciendo, por eso hasta que me organicé con la facultad seguí mi vinculación ateneísta pero sólo cuando podía”, recordó Macor, que empezó la carrera en 2017 y espera que este, sea su último año de estudiante, ya con la tesis encaminada y rindiendo las últimas materias.

Aapresid y lo social
La pandemia, el aislamiento y la virtualidad trajeron nuevamente el desafío de acomodarse. “Fue todo un cambio en ese momento porque pasé de la presencialidad, a la que ya me había acostumbrado, a la virtualidad, y costó adaptarse, algo que ahora no lo cambio por nada”, contó. La virtualidad le permitió volver al campo, trabajar más codo a codo con su padre, pero ya con 3 años de universidad.

Fue justamente en 2020, en los albores de la pandemia de Covid 19, que Macor se vinculó con Aapresid Joven, donde hoy es vicepresidente (Agustín Torriglia, un joven de Río Cuarto es el presidente). “Mi familia me apoyó siempre, algo que valoro mucho, sobre todo cuando era más chica, tenía 16 años, tenían que llevarme a un lado y otro, entender que a veces faltaba al colegio, aclaro que era muy buena alumna, pero, te digo, es una cosa lo de las instituciones que empezás a compartir tanto con gente que está en la misma, piense lo mismo o no, pero yendo para el mismo lado, que uno se mete demasiado”, relató Macor.

En Aapresid redescubrió su costado social. “Empecé a formar parte de Aula Aapresid, y sentí que volví a completarme a partir de ese vínculo con pares y con la gente con la que intercambiábamos”, expresó la joven cordobesa, que empezó a coordinar un equipo de prospectiva e integración en Aapresid, que tiene como desafío principal vincular el campo con la ciudad.

El vínculo con las instituciones la mantuvo conectada no sólo con los libros y el estudio, también le dio la posibilidad de “compartir con muchos que piensan parecido o distinto, pero con los que se puede establecer un intercambio, y eso es muy rico”.

“Yo siempre digo que la universidad es la base para cualquier cosa que hagas, pero al campo lo terminás de conocer cuando lo vivís en carne propia, y por suerte yo tengo el de mis padres a una hora de Río Cuarto, y durante toda la carrera lo aproveché, llevaba y traía dudas y respuestas, del campo a la facultad y viceversa”, contó Macor.

Perspectiva profesional
Por todo esto, según Emilia, el proceso de “construcción, recién está empezando”.

Primer encuentro de jóvenes de Aapresid.
Primer encuentro de jóvenes de Aapresid.

Claro, cuando tenga el título para salir a la cancha terminará de delinear el perfil profesional. Sin embargo, ya en estos años de carrera aparecieron nuevos intereses: “Cuando entré, mientras pasaban las materias me imaginaba en el campo, viendo cultivos, recorriendo, asesorando productores, siendo yo misma productora y hasta ahí, pero con el paso del tiempo, Aapresid y lo institucional, me despertaron un perfil más social y también surgió el interés por las nuevas tecnologías”.

Así, Emilia contó que con Aula Aapresid se dio cuenta de que le gustaba mucho la socialización del conocimiento, la extensión, no sólo dar una clase, sino el intercambio, la comunicación que todos dicen es una de las partes más flojas del campo, comunicar para afuera”. Además, en el transcurso de la carrera descubrió la importancia de la tecnología aplicada a los procesos de producción y en la búsqueda de la eficiencia.

“Nunca imaginé que mi tesis iba a ser sobre la trazabilidad de la leche bovina usando blockchain”, bromeó.

Subsanar la grieta
“Aprendí mucho a contar lo que hacemos a alguien que no tiene por qué saber qué hacemos ni cómo lo hacemos, también aprendí que hay que lidiar con fake news (noticias falsas) y por qué muchas veces no se asocia al campo con cosas de la vida cotidiana como tomar una cerveza mientras te comés unos maníes”, contó Macor, consultada sobre la comunicación campo-ciudad.

Por otro lado, apuntó que “el sector agropecuario no está aislado de lo que pasa a nivel nacional, en donde tenés que ser blanco o negro, no se toleran grises y que dialogues, yo creo que es importante que podamos debatir ideas con los consumidores, que sepan qué pensamos nosotros, que también somos consumidores, y nosotros entender cuáles son sus miedos y dudas”.

Nativa digital, usa las redes sociales, aunque reconoce, a veces, hay ciertos niveles de violencia verbal innecesaria. “Dicen que somos oligarcas, pero yo no soy, y como yo, muchos, les cuento lo que hago les muestro lo que hacemos, no diciendo que somos el motor del país, somos un engranaje más, que necesita de la industria, y de la ciudad, de la mano de obra, los servicios, las tecnologías, no podemos estar divididos”, resumió Macor.

El año pasado, Macor respondió a la cantante María Becerra, quien había criticado la forma de producir en los tambos. “Se ha equivocado en varios aspectos sobre la producción de leche (…) “el tema es que + de 6 millones de personas la siguen, por lo que su publicación genera desinformación en la sociedad”. “No me siento rival ni contrariaa M. Becerra,solo quiero invitarla a charlarsobre lo que pasa verdaderamente en la producción de leche”, cerró su hilo de posteos.

“Para mí, en el campo no hay género, soy mujer y puedo hacer lo mismo que un hombre, es una cuestión de capacidad laboral”, compartió Macor. Y prosiguió: “Siento que los de mi generación nacimos en otro contexto social estamos en un proceso de evolución y abiertos a este debate, por supuesto que hay cosas que se hacen mal y todos estamos en proceso de aprendizaje, a veces pasan años hasta que te das cuenta qué hacés mal, pero te puedo asegurar que la gran mayoría de los productores están buscando ser más sustentables.

El futuro, los desafíos “Tengo muchos desafíos por delante pero el próximo inmediato es recibirme este año, para, después, colaborar desde donde pueda para promover el uso de sistemas de producción más sustentables, pero no como frase armada, sino trabajar en pos de las buenas prácticas, la integración con la industria, usar tecnologías para hacer más eficiente las aplicaciones, promover una producción que sea viable económicamente pero que no deje de lado lo ambiental y cree vínculos con la sociedad”, disparó, al mirar hacia adelante, lo que se le viene como novel agrónoma, Emilia Macor.

“El uso de la tecnología me fascina y de ahí se desprenderán muchos desafíos y motivaciones, además, claro, imagino el futuro en el campo familiar, mis padres ya me abrieron las puertas para formar parte, y me gusta”, cerró

Juan I. Martínez Dodda – Clarín.com Rural