Natalia Valencia es una arquitecta salteña que se ha ganado un lugar de relevancia en el mundo de la arquitectura en Nueva York, Estados Unidos. Trabajó con figuras de la talla de César Pelli y Kevin Roche, y en reconocidos estudios como el de Perkins Easman. Hoy preside la Bienal Internacional de Arquitectura de la “capital del mundo”. En diálogo con el El Tribuno, Valencia contó acerca de las particularidades que tuvo este año el evento, en un marco de confinamiento por la pandemia de la COVID-19.
¿Qué es la Bienal de Arquitectura de Nueva York y que objetivos persigue?
Se trata de un evento que se realiza cada dos años y que congrega a un grupo de panelistas que incluye a la Junta Directiva, la Junta Asesora y a los miembros representantes de la organización, quienes presentan a los participantes los objetivos del encuentro y mantienen con ellos un ida y vuelta, un diálogo enriquecedor. Este año las conferencias se enfocaron en la inclusión social en el ámbito laboral y en el diseño. Es decir, que estuvieron marcadas por dos ejes fundamentales: la igualdad de género y racial en el mundo de la arquitectura.
Esta es la primera vez que la Bienal de NY tiene una apertura internacional. Se trata de un espacio para conocer y exhibir los trabajos de profesionales de todo el mundo. Por el contexto de pandemia, las ponencias fueron virtuales y se desarrollaron del 20 al 23 de octubre.
¿Nota que la mujer se ve postergada en los grandes proyectos?
En el ámbito de la arquitectura y el urbanismo hay más hombres que mujeres. En NY y en Estados Unidos en general no hay igualdad de género a la hora de encarar grandes proyectos, lo que marca también una desigualdad salarial. Por esa razón muchas mujeres abandonan la profesión. Es difícil verlas al frente de un estudio de arquitectura, más bien cumplen una función secretarial. Es una sociedad conservadora, por lo que esas cosas todavía suceden. En cuanto a nuestro papel en las grandes obras, suele dirigirse hacia el diseño interior, mientras que a los hombres se les asigna el exterior, son la cara visible del proyecto y esto genera que se lleven todo el crédito. Es por eso que trabajamos por la conformación de equipos más integrados y por mostrar desde la Bienal la tarea que realizan las arquitectas en el mundo.
¿Le pasó de verse relegada por su condición de mujer?
Tuve una mala experiencia con una torre que construimos en Brasil. Yo tenía un cargo muy alto en el diseño del proyecto. Estuve meses trabajando duro. Cuando llegó la hora de ir a presentarlo en Brasil, me pidieron que no viajara porque el cliente no quería una mujer al frente del proyecto. Me dijeron que era esa su decisión, por lo que enviaron a un compañero varón para ser la cara visible. Este tipo de cosas, lamentablemente, suceden. Por eso es importante generar grupos inclusivos y esto luego se traduce en los diseños a nivel urbano. ¿Cómo puede ser que en una ciudad en la que viven hombres y mujeres, solo tomen las decisiones los hombres?
¿Lo mismo sucede a nivel racial?
En esta Bienal, uno de los expositores, el arquitecto Jack Travis, de Faia Nomac, luego de presentar sus proyectos nos habló de los problemas que tienen los afroamericanos. Al igual que la mujer sufren la falta de oportunidades, es por eso que no hay muchos estudiantes negros en arquitectura. Travis puso de relieve el enorme valor que le imprime a una obra una cultura como la afro o la latina, a la que le gustan los colores.
¿La pandemia modificó las formas de pensar un proyecto?
Arquitectónicamente estamos repensando la ciudad dentro de los principios de la distancia social. Si bien muchos creen que esto es algo pasajero, aquí se lo está tomando con seriedad y pensando en el largo plazo. En NY los restaurantes, por lo general, no tienen espacios exteriores, son más bien cerrados, con aire acondicionado. Los locales más elegantes están divididos en salas, rige el principio de cuanto más privado mejor. Sin embargo, el coronavirus generó una necesidad de abrirse a la calle y culturalmente se lo está aceptando, a la gente le gusta. Actualmente estoy trabajando en un proyecto para un edificio de turismo, en el que diseñamos un restaurante que en un principio era interior, pero ahora estamos pensando poner mesas afuera.
Está ubicado en la quinta avenida, donde antes no existía la opción de poner mesas afuera, pero ahora lo permiten. Es decir, se está repensando e invirtiendo a largo plazo en un cambio en la ciudad. Se tienen en cuenta también los beneficios económicos, ahora los restaurantes que abren a la calle pueden tener más gente. Se tiene una visión de futuro. Lo mismo sucedió cuando nos afectaron los huracanes y las inundaciones. Implementaron cambios para que los problemas luego no sean tan graves.
¿Con los espacios públicos pasa lo mismo?
Hay calles que se están pensando en peatonalizarlas. Al espacio verde también se le está dando una valoración diferente. Ya no se piensan solo para que la gente camine o se siente un rato, sino para que en ellos se realicen actividades que antes se hacían en salones cerrados. Todo se expande ha cia afuera
Daniel Díaz – El Tribuno