El pedido de licencia de Cascú agravó el desorden institucional.
Desde hace tres años, el Ejecutivo y el Concejo están enfrentados.
Si el genial Maquiavelo eventualmente despertara de su sueño eterno y por alguna casualidad lo hiciera justo en Pilar, seguramente el contexto con el que se encontraría le serviría para escribir la segunda parte de “El Príncipe”, esa obra maestra de la política en la que le daba consejos a Lorenzo de Médici sobre lo que hay que tener en cuenta a la hora de gobernar.
Es que luego de tres años de sucesivos “desgobiernos”, el poder local se ha fragmentado y las internas se multiplicaron.
En medio, la comunidad de este pequeño pueblo ubicado a 50 kilómetros de Córdoba, se convirtió en expectadora privilegiada de los sucesivos golpes de palacio y de los problemas que ello generó en la vida cotidiana y el rumbo de la localidad.
Lejos de contribuir a solucionar los vaivenes políticos que se vienen sucediendo ininterrumpidamente de un tiempo a esta parte, el pedido de licencia por 90 días presentado por el ahora ex mandatario de Pilar, Orlando Cascú, fue el comienzo del final de una novela que él mismo, aunque probablemente nunca lo haya querido, protagonizó desde un principio.
La historia
La historia se remonta a inicios de 2004. El por ese entonces intendente de Pilar, Héctor Gamaggio, había sido elegido legislador departamental por lo que debía abandonar el sillón municipal, quedando en el mismo el propio Cascú, ya que era el presidente del Concejo Deliberante. Mientras la población pilarense se preparaba para un nuevo acto eleccionario, UPC por medio de encuestas decidió que el candidato mejor posicionado era Cascú, por encima del concejal Daniel Laros.
No obstante, parece que a Laros, que al ganarle Cascú al radical Montiel quedó como titular del cuerpo legislativo, no le gustó quedar en segundo lugar e inmediatamente se pasó a las filas del Partido Nuevo y se alió con los tres legisladores del radicalismo, logrando una mayoría simple opositora (4 concejales sobre 7) que le trabó sistemáticamente todos los planes de gestión al Ejecutivo.
De ahí en más, los desencuentros fueron moneda corriente. El más grave, quizá, fue cuando el Concejo Deliberante aprobó una ordenanza que prohibía que personas que no tengan residencia en la ciudad trabajen para la Municipalidad. Esta ley fue vetada por el Ejecutivo, pero en la sesión siguiente y aprovechando la ausencia de una edil oficialista, la oposición logró los 2/3 necesarios para sancionarla definitivamente. Más tarde, la Justicia decidiría la anulación de la normativa por considerarla inconstitucional.
En este marco, fue fundamental la aparición en escena de Fernando Neira, un nuevo secretario de Gobierno sugerido por Gamaggio quien se encargó de lograr mayores gestiones y sobre todo, de pilotear el conflicto con el Concejo.
Sin paciencia
Así, fue a mediados de 2005 cuando cayó la gota que colmó el vaso. Es que el cuerpo de ediles promulgó una ordenanza que obligaba a los funcionarios a devolver el dinero que habían cobrado durante largos años en forma de “adicionales no remunerativos”, considerándolos erróneamente “sobresueldos”.
Al justicialismo se le acabó la paciencia y encontró la excusa perfecta para poner en marcha una idea que venía rondando desde el año anterior pero que no habían tomado la decisión de materializar: impulsar un pedido de revocatoria del concejal Laros.
Casi diez mil firmas apoyaron esta solicitud, pero finalmente la revocatoria no se hizo, porque el edil “juecista” decidió renunciar a su cargo. Lógicamente, esto fue tomado como una especie de triunfo por el oficialismo.
Sin embargo, no todo fueron sonrisas ya que para esta misma época la concejala Alejandra Zamora (UPC) había decidido conformar un bloque independiente, pero que en la mayoría de los casos terminó respondiendo a los planteos de la oposición.
A partir de allí, pareció que todo nuevamente se normalizaba, hasta que llegó la sorpresiva renuncia de Neira, de la que nunca se supieron los motivos, aunque se especula con que tuvo diferencias con Cascú y otros integrantes del Ejecutivo.
En soledad
El mandatario tuvo que lidiar nuevamente solo contra el Concejo hasta que finalmente un miércoles por la noche decidió presentar su pedido de licencia. Si bien adujo “motivos personales”, hay muchos que dudan de que sea por eso y de que realmente vaya a volver dentro de los tres meses estipulados, tal como lo prometió.
Pero no todo termina aquí. Justo cuando Cascú decidió alejarse, la edil Zamora presentó un pedido de destitución del titular del cuerpo deliberativo Santiago Chanquía, por supuesta “negligencia y autoritarismo” de éste último.
Al darse esta situación, Chanquía no pudo asumir interinamente como intendente y entonces se convocó a sesiones extraordinarias donde finalmente quedó Marcela Herzig (UPC) como presidenta del Concejo, secundada por María Laura Gruvich (UCR) y Oscar Caballero (UPC).
Fuentes del municipio señalan que en este último conflicto subyacería una pelea interna en el seno del oficialismo. Según dicen estas voces, detrás de la designación de Herzig estaría la principal figura del justicialismo local, el ex intendente Gamaggio, quien no estaría conforme con la actual conducción y por ello habría operado para que asuma esta concejala.
Del otro lado, dos actuales secretarios del Ejecutivo habrían insistido con que asuma Chanquía porque saben que de lo contrario podrían perder poder. Estos dos funcionarios serían justamente los que Gamaggio no quiere más adentro del municipio.
Definitivamente, si despertara, Maquiavelo encontraría en Pilar el contexto ideal para desplegar la segunda parte de “El Príncipe”.
Favio Re – La Mañana de Córdoba