La pampa gringa va por su historia

Cuando la Córdoba norteña tenía ya 300 años, el ferrocarril, como una tromba, fecundaba la pampa desnuda. Abría paso a la fundación de las poblaciones del sur. La inmigración y el alambrado terminarían de cambiar el paisaje de pajonales.

Ha transcurrido un siglo y las localidades “jóvenes” ya no lo son tanto.

Pese a que corren tiempos de cambios rápidos, uniformes y globales, en la vida pueblerina hay espacio y hasta plata de la soja, para preservar los bienes heredados, hurgar en el pasado, fortalecer la identidad y perpetuar la memoria, para el futuro.

“Hay, en todos los pueblos, un interés enorme por la historia. Hay escritores, estudiosos, investigadores en muchísimas localidades del sur. Se han escrito cantidades de libros en los últimos años. Sinceramente no sé qué pueblo aún no ha editado su libro”, testimonió Carlos Mayol Laferrere, historiador de Río Cuarto.

Primero fueron las estaciones de ferrocarril. Entre la añoranza y la ilusión de recuperar el tren, la mayoría de los pueblos las transformaron en centros culturales. Ahora la tendencia es recuperar viejas salas de cine, de estilo modernista, la donación de arados de una reja hasta exquisitos trajes de novia para nuevos museos, la realización de videos y la preocupación por antiguas parroquias y edificios en mal estado.

Avelino Chacón es el creador y encargado del Museo de Coronel Moldes, uno de los más atractivos del sur provincial. Heredó su vocación de servicio de su padre que, cuenta con orgullo, fue uno de los que en 1910 alambró la plaza del pueblo para evitar que los animales se comieran las plantas. El reconocimiento de los pobladores ha redundado en valiosas donaciones. Chacón ha conseguido hasta la primera bandera que flameó en la estación del pueblo y recuperado, inclusive en gallineros, objetos increíbles.

“No son cosas de viejo, hay una corriente para revalorizar las costumbres de antes, como la fogata de San Juan, no sólo por nostalgia sino como una manera de reencontrarnos con nuestra esencia y proyectarnos al futuro”, acota Carlos Esquerro, subsecretario de expresión artística de Moldes.

Túnel del tiempo

Rita Gerbaudo, de Jovita, cuenta que ya se hicieron dos libros con historias y anécdotas de la región, en el marco del programa de Historias populares cordobesas y que se trabaja en un archivo histórico, entre muchas otras iniciativas. Revela un dato que ha suscitado gran curiosidad entre los investigadores: a mediados de 1879, con la sangrienta Campaña al Desierto de Julio Roca, miles de indios fueron muertos o prisioneros. Pero uno, “un indiecito ranquel” habría sido dejado en un campo de “los Barboza”, en la zona de Jovita, para que lo criaran. Tras la expedición, le cedieron tierras a la familia, supuestamente para asegurarle un futuro al pequeño. Aún no se ha podido determinar qué fue de ese niño o si estamos frente a un personaje de leyenda.

Crece el interés del común de los vecinos en desentrañar episodios como éste. En numerosos municipios y comunas se advierten cada vez más intentos por escribir la historia, valorizar el legado de todas las voces culturales, el patrimonio arquitectónico, natural y religioso, y por reconocer a personajes que hasta hace pocos años eran demasiado nuevos para ser venerados.

Los ejemplos, de lo más diversos, abundan: antes de que La Palestina fuera un pueblo del departamento San Martín, había un algarrobo que por su altura y el tamaño de su copa era referencia obligada de quienes recorrían la pampa gringa. La historia popular cuenta que los primeros inmigrantes que llegaron a esa zona descansaron bajo su copa. El algarrobo ya era el señor del lugar. Pero para los habitantes de La Palestina pasó casi desapercibido hasta que, en el centenario del pueblo, lo tomaron como su símbolo histórico más preciado. Cuentan orgullosos que soportó el fuerte tornado de 1967 y que, desde hace 12 años, todos los 15 de marzo el pueblo se reúne bajo su copa. Lo decoran, lo miman y celebran la felicidad de encontrarse.

El rescate del pasado también opera como atracción turística. Amboy es una de las más pequeñas comunas de Calamuchita, pero está entre las que atesoran una más rica historia. Sus habitantes están llevando a cabo acciones para sostener esa imagen de comarca que logró escapar del paso del tiempo.

La memoria afectiva también late. En la joyería de los Sbodio, creada hace 60 años en Hernando, hace muy poco volvió a dar sus campanadas, después de tres décadas de silencio, un reloj gigante, construido pieza por pieza por don Nello Sbodio.

La Carlota hace causa común para recuperar el edificio del viejo cine y teatro municipal inaugurado como un suceso para el sur de Córdoba allá por 1942. Tuvo su época de gloria y esplendor hasta los ‘60, pero luego fue cayendo y a principios de los ‘90 una tormenta de piedra y viento le destrozó el techo. Como la voluntad del pueblo no se resigna, hace unos meses surgió un movimiento, impulsado por el municipio, en el que la gente se fue involucrando para rescatar a la sala y abrirla nuevamente a la comunidad. “Vamos por el Malvinas” es la consigna para recuperar el teatro rebautizado luego de la guerra del Atlántico Sur. Con el propósito de despertar a estos “gigantes dormidos” trabajaron o trabajan amantes del cine en La Francia, Berrotarán, Almafuerte, Adelia María, Cabrera, Deheza y Huinca Renancó, entre muchos otros.

No todas son rosas

En Río Cuarto está en marcha una ambiciosa recuperación del centenario Teatro Municipal; hace poco se evitó la construcción de una torre moderna que iba a hacerle “sombra” a la antiquísima Catedral y se han relevado los edificios del antiguo bulevar Roca, entre otras medidas para la conservación del patrimonio. Sin embargo, la fiebre de la construcción, la falta de controles y la especulación inmobiliaria, han acabado con casonas de gran valor patrimonial.

También, desde hace dos años, las fuertes inversiones inmobiliarias en distintos barrios de San Francisco están provocando la desaparición y destrucción de valiosas piezas arquitectónicas y naturales. Antiguas casonas son tiradas abajo y árboles añejos son arrancados para dar paso a las topadoras. En pleno centro de esta ciudad, una de las propiedades del patrimonio arquitectónico urbanístico (PAU) se salvó de ser demolido. El ex Banco Italia está siendo remodelado. Sólo se conservará su fachada, porque fue alquilado por una importante empresa que se radicará en esta ciudad.

Una fuerte muestra de los esfuerzos por preservar el patrimonio la brindan las silenciosas investigaciones de numerosos historiadores del sur, que todos los años se reúnen a intercambiar datos inéditos.

Distintas agrupaciones están embarcadas en proyectos de recuperación. Un ejemplo: Miembros de la Agrupación Gaucha Fortín General Lavalle de Quebracho Herrado buscan reunir 110 mil pesos para comprar el antiguo edificio donde funcionaba el almacén de ramos generales en esta localidad, ubicada 19 kilómetros al sur de San Francisco. El objetivo es preservar esa valiosa construcción y evitar la decisión de sus actuales dueños de demolerla y vender los materiales a coleccionistas privados.

También es muy fuerte la preocupación por el deterioro que está sufriendo la antiquísima capilla de Tegua, ubicada entre Elena y Alcira Gigena. El templo (uno de los más antiguos en pie de esta provincia) necesita de urgentes medidas para impedir que se pierda este verdadero monumento histórico del siglo XVII. A pesar de promesas y anuncios, en los últimos años casi nada se ha hecho para preservarlo.

La efervescencia de la memoria en el sur es inusitada, aunque aún resta encauzarla en un proyecto integral, con apoyo de políticas públicas y aportes concretos. Para la Córdoba “sureña”, el disparador parece ser el centenario.

En medio de la plaza central de Del Campillo, se construyó la Cripta de los recuerdos, que se abrirá en 50 años. Chicos y grandes dejaron su mensaje y objetos personales, para que las nuevas generaciones puedan disfrutar de la herencia cultural, básica para identidad y el sentido de pertenencia

Por Denise Audrito – La Voz del Interior