Los procesos migratorios internos en la Argentina en general, y Catamarca en particular, siguen la lógica de la economía y el modelo productivo. Esto sucede ahora pero ha ocurrido durante casi toda la historia nacional.
La falta de oportunidades que se observa en vastos territorios del interior del país, provoca que miles de personas cada año abandonen sus lugares de orígenes en procura de encontrar, en las grandes ciudades, un futuro mejor para ellas y sus familias.
Pero muchas veces el resultado es muy distinto del que anhelaban. Lo que encuentran es, con suerte, trabajo informal, un entorno urbano hostil y precario, y en general condiciones de vida dominadas por la pobreza o la indigencia.
Las migraciones hacia los grandes centros urbanos dan lugar al crecimiento exponencial de asentamientos en sus periferias. También sucede en Catamarca, donde las zonas rurales son progresivamente abandonadas. Y la calidad de vida en estos asentamientos está muy lejos, cada vez más, de los parámetros que se consideran adecuados.
La Organización No Gubernamental acaba de presentar su informe denominado el Índice de Vulnerabilidad Territorial, en el que se detalla que más de la mitad de los asentamientos de Argentina se encuentra en situación de vulnerabilidad alta.
Los resultados obtenidos en 2016 ponen en evidencia un deterioro de la calidad de vida de los habitantes de estos barrios periféricos respecto de los obtenidos en el anterior relevamiento, llevado a cabo en 2013.
En ese lapso el porcentaje de asentamientos en situación de vulnerabilidad crítica y alta subió (del 1,78 por ciento al 1,87 y del 43,07 al 53,04, respectivamente).
El informe se construye, indican los autores del trabajo, sobre la base de datos observables, como por ejemplo el acceso a los servicios básicos, y las percepciones que tienen los habitantes de esos lugares respecto del entorno en el que están insertos.
Se analiza, por ejemplo, la falta de acceso a los servicios básicos, la inseguridad en la tenencia de la tierra, la ausencia del ingreso de los servicios de emergencia; la distancia que existe a las escuelas, la salita o el hospital más cercano y/o la presencia de emplazamientos de riesgos, como arroyos, torres de alta tensión, basural.
Respecto de los datos objetivos, los resultados de los monitoreos son impactantes: el 93,81 por ciento de los habitantes de asentamientos no tiene acceso formal a agua potable de red; el 98,81 a cloacas; el 71 a la red eléctrica”.
La situación de precariedad en la que viven millones de personas lamentablemente suele pasar inadvertida porque los relieves irregulares de villas y asentamiento ya forman parte del paisaje de las ciudades. Y se naturalizan a la vista del resto de la sociedad.
Para modificar esta tendencia, es imprescindible generar las condiciones para el desarrollo local de las pequeñas localidades y pueblos, evitando el desarraigo y la concentración demográfica que genera cada vez más pobreza y miseria.
– El Ancasti