Los edificios de Bariloche le pelean protagonismo al cerro

La construcción crece y el clásico paisaje cordillerano va quedando cada vez más escondido, dejando a la vista una serie de riesgos, como incendios y deslizamientos.

Cada vez más alto y más amontonado. Una elocuente vista de Bariloche, desde el agua.

La combinación de terrenos amplios, pendiente marcada y cercanía al lago puede resultar en una urbanización racional, con una distribución armónica y vistas de privilegio. Eso, en una ciudad bien planificada.

En Bariloche es posible encontrarse con un faldeo como el del cerro Runge, a escasas 10 cuadras del Centro Cívico, donde conviven decenas de casas antiguas con edificios de varios pisos en una concentración que asusta a simple vista. Y otro sector de la ciudad como la ladera norte del cerro Otto, que va en el mismo camino si no hay un freno a la presión inmobiliaria.

En el Runge, el riesgo quedó en evidencia con el incendio de interfase del 1 de marzo de 2015, que se inició en cercanías del sanatorio San Carlos, trepó en minutos hasta la calle Tucumán y afectó a unas diez viviendas. Otra de las consecuencias fue la calcinación de los pocos árboles que perduraban en la ladera y que contribuían a fijar el terreno.

Los vecinos presentaron desde entonces numerosas notas para que el municipio prohiba nuevas construcciones. Como reacción al reclamo, en marzo pasado una resolución del intendente declaró al cerro Runge “en riesgo y conflictividad ambiental” y encargó un estudio técnico que sirviera de base para una nueva normativa.

El subsecretario de Gestión Urbana, Eduardo Reddy, dijo que el trabajo fue realizado por el ingeniero Jorge Zapata y que ya tomaron varias decisiones.

Explicó que originalmente la zona vedada llegaba hasta el lago, pero “se fueron descartando impedimentos y se liberaron algunas parcelas, con condiciones” para la eventual edificación. Otras continúan restringidas, especialmente sobre las calles Salta y Tucumán.

El temor ante las nuevas construcciones

A pesar de las decisiones adoptadas por el municipio, para los vecinos las zozobras no se terminaron.

“Casas de familia pueden ser, pero no queremos más edificios. Porque la calle ya no da más”, aseguró Adriana Serenelli, que vive en un departamento, segundo piso, en Tucumán 650.

Los incendios son la primera amenaza, pero también preocupan los deslizamientos y hasta las consecuencias de un eventual terremoto.

Actualmente existen al menos dos obras de ampliación de viviendas en plena construcción sobre Tucumán y un edificio más importante ladera abajo, sobre Salta.

Los vecinos dijeron que había proyectos para otro edificio en el extremo de Tucumán (que es una calle sin salida) y otro donde hubo que demoler una vivienda afectada por el incendio. Ambos quedaron paralizados.

El subsecretario de Medio Ambiente del municipio, Carlos Beros, dijo que el área en riesgo fue dividida en tres, de las cuales dos quedaron habilitadas para obras “con recomendaciones, que tienen que ver con la vialidad, los taludes con problemática geológica y el riesgo de incendios”.

El tema de “vialidad” está relacionado con la estrechez de las calles y la imposibilidad de ingresar y salir ante una emergencia.

Los propios vecinos recuerdan todavía los dramáticos momentos del incendio de 2015, cuando muchos corrieron en medio del caos a sacar sus autos de la calle Tucumán porque no podía ingresar (y mucho menos girar) una autobomba. “Si el fuego venía del otro lado hubiéramos quedado todos atrapados”, reconoció Serenelli.

Beros dijo que una de las áreas, la más delicada, quedó con prohibición de nuevas obras y “se puso a consideración de Planeamiento, para que revise los indicadores urbanísticos”. Cualquier modificación deberá ser aprobada por ordenanza.

Alto
43 grados
mide el ángulo máximo de pendiente en las áreas de mayor riesgo del talud del cerro Runge.
1901
es el año de la llegada del alemán Oscar Runge al faldeo del cerro que lleva su nombre.
500 metros
tiene de largo la angosta calle Tucumán, que, completamente asfaltada, recorre el faldeo del cerro, desde Güemes hasta el cul-de-sac.
“No sabemos si el Municipio se ocupa. Siempre anda gente que mira y pregunta. Algunos compraron para hacer nuevos edificios”.
Ema Monzón, vive en Tucumán 575 desde
hace 30 años.
En marzo pasado, una resolución del intendente declaró al cerro Runge “en riesgo y conflictividad ambiental”.
“Los edificios tienen cochera pero el problema es que hay muchas familias con más de un auto. Por eso hay tantos autos en la calle”.
Adriana Serenelli,
una de las vecinas de Tucumán al 600.
Alta densidad
El subsecretario de Medio Ambiente del municipio, Carlos Beros, admitió que a la situación actual se llegó porque el Código lo permitía y que la “densidad urbana” que hoy presenta el del Runge norte supera lo recomendable. Dijo que “los desarrolladores” de edificios eligen terrenos sobre el talud porque “son relativamente baratos”, algo similar a lo que ocurre en el Otto superior.
Admitió que el municipio debe “manejar la situación para bajar la densidad” y aseguró que los límites deben ser puestos “por Planeamiento y por los concejales”.
Desde el punto de vista geológico dijo que en el sector evaluado no existe riesgo geológico y que cada edificio tiene su estudio de suelos, que sirvieron de insumo para la evaluación realizada. En cuanto a la hidrología, señaló la presencia de “agua subsuperficial, con acuíferos colgados y algunos permanentes”. Justamente las filtraciones continuas han provocado durante años constantes roturas en el pavimento de la calle Salta.
Los riesgos de que el cemento se imponga en la naturaleza
El riesgo implícito que imponen los edificios amontonados, las calles tortuosas y la hiperabundancia de vehículos salta a la vista.

El municipio asegura haber tomado medidas, pero los propietarios con años en el barrio están lejos de sentirse tranquilos.

Ema Monzón vive en el lugar desde hace 30 años, cuando “la calle era de tierra” y a escasos metros de su casa “empezaba la montaña y estaba lleno de árboles”. Hoy domina el cemento.

Dijo que en el incendio de hace dos años se le quemaron tres pequeños departamentos que había construido junto a su vivienda. “Nadie nos indemnizó”, se quejó la mujer.

Aseguró que hoy tanto ella como sus vecinos permanecen “atentos” a los movimientos y carteles que aparecen, porque no quieren más edificios.

La presidenta de la junta vecinal del barrio Belgrano, Diana Ortiz, dijo que de Tucumán para abajo debería estar suspendida toda construcción “hasta que aprueben un código único”.

Pero aseguró que “hay todavía lotes en venta que promocionan los metros de construcción permitidos”. Se preguntó “cómo el municipio no los ve, si están en Internet”.

Dijo que presentaron varias notas pero desde el municipio nunca les comunicaron nada.

“Tuvo que ocurrir el incendio para que se den cuenta del disparate que es toda esa zona”, afirmó la dirigente vecinal.

Según Ortiz, “si el municipio lo quiere solucionar que empiece de una vez. Hasta ahora lo que pesó más fueron los intereses inmobiliarios. Es lo mismo que pasa en el cerro Otto”.

DANIEL MARZAL – Diario Río Negro