Mañana será el primer test para saber si peligra su gobernabilidad; Cambiemos y el kirchnerismo tienen municipios complicados
Mañana a la noche, cuando el grueso de la atención esté puesto en la disputa «grande» por el Senado, los intendentes del conurbano se dedicarán a peinar números mucho más finos, pero más determinantes para su futuro: mientras que en el Congreso nacional no se esperan grandes cambios en el equilibrio de fuerzas luego de las elecciones, más de un jefe comunal sabrá mañana si su gobernabilidad corre riesgo.
El presupuesto, los aumentos de tasas para 2018 y la rendición de gastos serán aprobados o rechazados por los nuevos concejales. Es cierto que, generalmente lejos de la atención pública -algunos, como el de Esteban Echeverría, no tienen siquiera página web-, en los concejos deliberantes del conurbano hasta el edil más rebelde suele acudir en auxilio del intendente. Pero son pocos los jefes comunales holgados.
El kirchnerismo es el que más bancas arriesga, porque debe revalidar los resultados de 2013. Según esa lógica, deberían ser más los ediles en juego del massismo, que se impuso hace cuatro años, pero lo cierto es que la tropa de Sergio Massa tuvo múltiples fugas hacia el PJ y Cambiemos antes y después de 2015.
En La Matanza, Verónica Magario se mueve hoy con comodidad en un Concejo donde domina 13 de las 24 bancas. Pero arriesgará siete en octubre. Si toda la oposición suma siete bancas, cambiará la relación de fuerzas. Si hay tranquilidad en la tropa de Magario es por la tracción que ejercerán en la boleta tanto Cristina Kirchner como el ex intendente Fernando Espinoza (candidato a diputado) y la propia jefa comunal (postulante suplente a concejal).
Berazategui es otro municipio kirchnerista con amplia mayoría: 15 de los 24 concejales reportan al intendente Patricio Mussi. Pero arriesgan nueve bancas en octubre, mientras que Cambiemos (seis concejales) sólo pone en juego una. Situaciones similares se observan en Lomas de Zamora, Almirante Brown o Esteban Echeverría. Martín Insaurralde tiene doce concejales de 24, pero arriesgará 7. Mariano Cascallares tiene 14, pero pone en juego 9. Fernando Gray tiene 13, pero arriesga 7. Como en La Matanza y el resto de los municipios de la tercera sección, confían en una buena elección de Cristina.
Por algo decidieron no quedarse junto a Florencio Randazzo, al que acompañaron durante meses, pero que en las encuestas de la región aparece por debajo de los 8,33% de los votos, umbral necesario para meter un concejal. Con otro matiz, similar argumento podrían esgrimir en Escobar, Merlo y Moreno: necesitan un peronismo unido para la gobernabilidad. Florencio Valera tiene un concejo convulsionado, donde la oposición y el intendente Julio Pereyra se alternaron con escándalo la presidencia en los últimos meses. Pereyra y sus aliados (a veces opositores) del sabbatellismo suman diez bancas, pero arriesgan cinco. Su consuelo es que la oposición arriesga siete (cuatro de Cambiemos). También en Avellaneda la oposición arriesga más (ocho bancas) que el intendente Jorge Ferraresi, que tiene 10 ediles puros, pero sólo renueva cuatro.
Los dos intendentes randazzistas del conurbano agregan complejidades. En San Martín, Gabriel Katopodis arriesga nueve de las 15 bancas que lo apoyaron hasta este año, pero buena parte de los nuevos ediles peronistas llegarán de la mano de Cristina Kirchner. Cualquiera que sea el resultado, Katopodis deberá reconstruir alianzas con el kirchnerismo «duro» para poder gobernar. Lo mismo deberá hacer Juan Zabaleta en Hurlingham, que gobierna con 12 de 20 concejales, pero arriesga siete.
Cambiemos también correrá sus riesgos. Gustavo Posse se maneja con doce de los 24 concejales de San Isidro, pero arriesgará seis propios, más algunos aliados peronistas. Posse, que supo tener 21 concejales, por primera vez pondrá en juego su dominio del Concejo. El massismo en Tigre llegó a tener 21 de los 24 concejales en 2013. Ahora, el intendente Julio Zamora tiene 15, pero arriesga 9. El kirchnerismo, con 5 y Pro, con tres, buscarán equilibrar fuerzas.
Más complicados aparecen en las planillas los distritos macristas de Pilar, Tres de Febrero, Morón y Lanús, donde los nuevos intendentes de Pro pueden señalar como absolutamente propios entre cinco y ocho concejales y viven en perpetua negociación con la oposición. Pero sobrevivieron hasta acá y su panorama puede mejorar, porque casi no arriesgan bancas en estos comicios. En San Fernando (1 País), Ezeiza e Ituzaingó (Unidad Ciudadana), se viven escenarios más equilibrados: oficialismo y oposición arriesgan por partes iguales. Lo opuesto ocurre en San Miguel. Tras dejar el massismo y sumarse al gabinete de María Eugenia Vidal, el ex intendente Joaquín De la Torre aglomeró un bloque, el «PJ-Cambiemos», con 15 bancas. Arriesga mucho, ocho bancas, pero también enfrenta una oposición dividida en seis bloques.
Dividir y reinar es el secreto más conocido de los intendentes del conurbano. A veces, ni siquiera necesitan esforzarse. En Vicente López, Jorge Macri reúne 14 de las 24 bancas, pero los 10 concejales opositores están divididos en ocho bloques. En Avellaneda, solamente Cambiemos está fragmentado en seis bloques. El peronismo se divide en cinco bloques en Lanús y en ocho bancadas en Quilmes. En Pilar hay diez bloques opositores.
– LA NACION