Las ciudades del mundo que son detox

Las huertas urbanas comunitarias se multiplican en los países más avanzados en sustentabilidad; contrarrestan la generación de dióxido de carbono y pueden cambiar el paisaje urbano del lugar

Con una población que crece a un ritmo vertiginoso, las ciudades enfrentan el desafío de abrir el panorama y repensar los modos de construir y habitar los espacios para preservar los recursos y mejorar la calidad de vida de sus habitantes. La buena arquitectura y un uso consciente del espacio público pueden hacer la diferencia: huertas urbanas, jardines verticales y diseños que fomenten prácticas saludables son algunas de las opciones.

Desde el observatorio de tendencias de la consultora Trendsity -dedicada a investigaciones de mercado-advierten que una de las megatendencias propias de esta época es una mayor toma de conciencia acerca de que la responsabilidad del planeta está en manos de las personas. Según el reciente estudio «Nativos Sustentables», que la consultora llevó a cabo en cinco países de la región, las nuevas generaciones toman la iniciativa en el cuidado ambiental.Mariela Mociulsky, directora de Trendsity, afirma que «estamos ante la primera generación con verdadera conciencia ambiental». De acuerdo a los resultados del estudio, del que participaron jóvenes de entre catorce y treinta años, el 53 por ciento considera que su generación es la primera en tener un verdadero compromiso con el medio ambiente y lo asocian con acción, educación y cambio, y un 80 por ciento se siente motivado y entusiasmado a generar un cambio de hábitos.

Otra mirada

Adquirir nuevos hábitos es clave. Se trata de generar un consumo y un compromiso más responsable a nivel individual, pero también de establecer políticas públicas que fomenten iniciativas para mejorar el medio ambiente. En esta línea, las huertas urbanas comunitarias son una tendencia que se multiplica por la dificultad para encontrar alimentos con sabores originales y sin conservantes hasta el objetivo de sumar espacios verdes que contrarresten la generación de dióxido de carbono en las grandes ciudades. «En España la legislación contempla que espacios públicos vacíos se conviertan en huertas urbanas para mejorar la calidad de la alimentación de la población y para valorar más la tarea de los pequeños agricultores. Estas mejoran el entorno porque «rompen» con el impacto del cemento y los ladrillos en las ciudades y en muchos casos revitalizan zonas olvidadas de las ciudades», afirma la directora de Trendsity.

Todmorden, en West Yorkshire, Inglaterra, es un caso paradigmático. Se trata de un pueblo de quince mil habitantes que en los últimos años ganó reconocimiento gracias al proyecto Incredible Edible, una experiencia nueva en la producción de agricultura colectiva que consiste en sembrar alimentos en espacios públicos. El proyecto abarca tres aristas fundamentales: plantar alimentos gratis para la comunidad, apoyar y promover a los granjeros y agricultores locales, y desarrollar una red educacional que involucre a los ciudadanos. Está formado por una red de 280 voluntarios que se turnan y se dedican dos mañanas al mes a cuidar de los cultivos. Así, se plantan verduras, hierbas y árboles frutales en setenta espacios públicos disponibles para cualquiera, lo que permite a la comunidad autoabastecerse alimentariamente durante todo el año. En Los Ángeles, una iniciativa similar surgió desde el agricultor Ron Finley, quien en una charla de TED detalla los alcances del proyecto. L.A. Green Grounds tiene como objetivo cultivar en espacios públicos, baldíos y terrenos marginales de los barrios humildes de Los Ángeles.

La arquitectura y el diseño urbano tienen un rol fundamental en términos de sustentabilidad. Las iniciativas van desde fachadas verdes y jardines verticales hasta proyectos de carreteras con materiales reciclados. En Rotterdam, en Holanda, ya hay proyectos para crear carreteras ensamblables con paneles modulares de plásticos reciclados que se acoplan entre sí.

La arquitecta Micaela Smulevich, directora de la consultora sustentable Green Group señala que teniendo en cuenta que la mayoría de los ambientes urbanos no son los frentes de agua y los parques sino las calles, veredas, corredores, servicios públicos, y estacionamientos que están fuera de los edificios, es fundamental agregar valor: «La gente quizás pasa entre ocho y diez veces más tiempo en las calles que en un parque. Por eso, es fundamental para el funcionamiento de una ciudad que pueda planificarse, crear códigos que la protejan, desplegarla de manera sistémica y diseñar edificios y espacios urbanos en los que la gente desee estar». El trabajo en armonía con el entorno son claves en la arquitectura moderna. En esta dirección apunta el edificio Summers, de la desarrolladora Jack Green, en Palermo. El edificio interactúa con el contexto a través de una fachada concebida como la piel de un organismo viviente. Tiene láminas de vidrio transparentes, traslúcidas y reflectantes que permiten al edificio, al abrirse o cerrarse, respirar, protegerse, iluminarse y captar energía solar. Gracias a este dispositivo espacial curvilíneo el edificio se verá diferente a distintas horas del día y en las diferentes estaciones del año. Desde un punto de vista sustentable, la piel dosifica las pérdidas y ganancias energéticas del edificio, mientras que desde un punto de vista urbano le permite, a través de un atractivo juego de curvas, adaptarse a la geometría discontinua de las medianeras de Palermo regenerando un paisaje continuo para la ciudad. Un buen caso en línea con la tendencia que marca que la arquitectura, el paisaje, el diseño, las instalaciones, y la ciudad deben unificarse para llegar a un edificio y a una ciudad más sustentable.

Gabriela Koolen – LA NACIÓN