Este 10 de diciembre marca un punto simbólico y político relevante para la ciudad de Neuquén. Mariano Gaido cumple la primera mitad de su segundo mandato como intendente, pero también alcanza un dato que no es menor: seis años ininterrumpidos al frente del gobierno municipal. Se trata de un proceso que merece ser leído con perspectiva, porque no comenzó en un contexto favorable ni previsible, sino todo lo contrario.
Gaido asumió el 10 de diciembre de 2019, en vísperas de la pandemia y en medio de un cambio político profundo para la capital neuquina. Por primera vez en veinte años, la ciudad quedaba en manos de un intendente ajeno al proyecto que había liderado Horacio “Pechi” Quiroga.
La transición, atravesada además por el fallecimiento de Quiroga meses antes de la asunción, fue atípica, pero también fundacional. Allí se produjo lo que puede definirse como el primer gran reseteo político, en el país, de Neuquén capital, un punto de quiebre que obligó a pensar la gestión desde otro lugar.
La victoria electoral de Gaido había sido clara y contundente, y ese respaldo inicial se tradujo rápidamente en una nueva lógica de gobierno. Desde el inicio, el actual intendente mostró una impronta propia: diálogo, planificación y una fuerte ambición política orientada a posicionar a Neuquén no solo como capital provincial, sino como referencia regional y nacional. Esa mirada estratégica se terminó de consolidar, paradójicamente, en el peor escenario posible: la pandemia.
Mientras la ciudad y el mundo atravesaban uno de los momentos más complejos de la historia reciente, Gaido comenzó a imaginar la Neuquén del después. Una ciudad con más espacios abiertos, con lugares pensados para el encuentro, para el disfrute, para la vida cotidiana y también para el turismo. No fue una improvisación ni una acumulación de obras aisladas, sino una idea de ciudad que empezó a tomar forma con el paso del tiempo.
En ese sentido, el desarrollo del Paseo de la Costa no fue casual. Tampoco lo fue la recuperación del balcón natural de la barda, ese borde de meseta que durante años estuvo subutilizado y que hoy empieza a ser resignificado como uno de los paisajes más valiosos de la capital. La apuesta por la meseta, por su borde y por su potencial, forma parte de una concepción más amplia del crecimiento urbano, una que entiende que el desarrollo no puede concentrarse siempre en los mismos puntos.
En esa misma lógica se inscribe el Polo Tecnológico que comienza a tomar forma en el norte de la ciudad, una de las inversiones más importantes de la Patagonia en ciencia y tecnología. Es un proyecto que todavía genera escepticismo en algunos sectores, pero que marca una dirección clara: diversificar la matriz económica urbana y pensar a Neuquén más allá de su rol histórico como ciudad de servicios vinculada a la energía.
Neuquén, una ciudad que decidió no quedarse quieta
El escepticismo, especialmente cuando se transforma en oposición automática, suele ser uno de los principales frenos para el desarrollo de las comunidades. Criticar sin proponer no construye alternativas reales. En estos seis años, la gestión municipal avanzó con la concreción de la mayoría de sus decisiones, llevando obra pública a distintos puntos de la ciudad, mejorando servicios y manteniendo un ritmo de inversión constante, incluso en contextos económicos adversos.
La reformulación de la Avenida Mosconi es otro ejemplo de esa lógica de planificación a largo plazo. No se trata solo de una obra vial, sino de un rediseño estructural de uno de los principales accesos y corredores urbanos, pensado para una ciudad que creció y que seguirá creciendo. Son decisiones que no siempre se miden en el corto plazo, pero que definen la Neuquén de los próximos veinte o treinta años.
A los seis años de gestión, Gaido entra también en una etapa clave desde el punto de vista político. Comienza el tiempo de pensar la sucesión, de ordenar liderazgos y de definir quién estará en condiciones de tomar la posta para garantizar continuidad hasta el final del mandato y más allá, con la mirada puesta en 2027. Ese proceso no se da en el vacío, sino en coordinación con el gobernador Rolando Figueroa y en un escenario donde la oposición todavía no logra articular un proyecto superador.
Hoy, en Neuquén capital, existen voces críticas, como ocurre en cualquier sistema democrático. Lo que no aparece con claridad es una propuesta alternativa de gobierno capaz de disputar con solidez el rumbo que viene siguiendo la ciudad. Hay cuestionamientos, hay observaciones, pero no hay, al menos por ahora, un modelo distinto que logre captar las voluntades necesarias para transformarse en opción real de poder.
Seis años después de aquel diciembre de 2019, Neuquén es una ciudad en movimiento, en expansión y con una identidad urbana cada vez más definida. El balance de la gestión de Mariano Gaido no se agota en una lista de obras, sino en una idea sostenida de crecimiento, planificación y futuro. Una ciudad que decidió no quedarse quieta y que, guste o no, hoy discute su desarrollo desde otro lugar




