En qué lugares de Argentina todavía pueden encontrarse pepitas de oro

En qué lugares de Argentina todavía pueden encontrarse pepitas de oro

Como si la naturaleza todavía regalara sueños para los soñadores, en el país todavía hay sitios un poco apartados del circuito turístico en los que “aún se puede cargar una batea en el arroyo y dejarse llevar por la emoción”. Cuáles son.

Pepitas de oro en la corriente de ríos y arroyos argentinos. | X @turisargentina @radio2rosario Wikipedia

Aunque suene lejano, romántico o casi mítico, en Argentina todavía es posible encontrar oro con las manos, una batea y un poco de paciencia. No hablamos de grandes yacimientos industriales ni de megaempresas mineras. Hablamos de otra cosa: de la búsqueda casi íntima del oro aluvional, ese que viajó durante siglos desde las entrañas de la montaña hasta descansar en los remansos de un río.

Todo comienza en lo que los geólogos llaman un yacimiento primario, donde el oro está encerrado en vetas dentro de rocas profundas. Allí, durante millones de años, el agua, el viento y, sobre todo, los glaciares erosionan esas rocas y liberan pequeñas partículas del metal.

Pepitas de oro en la corriente de ríos y arroyos argentinos 20250716
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Son los grandes transportadores de la historia: arrastran el oro montaña abajo, lo llevan por arroyos y ríos, lo lavan, lo limpian, lo hacen brillar… hasta que, en algún recodo calmo, lo dejan caer. Así se forman los yacimientos aluvionales: pequeñas acumulaciones de arenas y gravas donde el oro queda atrapado, como si la naturaleza armara una trampa para los soñadores.

En nuestro país, hay varios rincones donde esa trampa todavía funciona. En San Juan, por ejemplo, en los márgenes del río Jáchal, aún hay quienes lavan sedimentos con esperanza. En Santa Cruz, los arroyos del Macizo del Deseado –especialmente en zonas como Tres Cerros o Bajo Caracoles– guardan historias de buscadores que, desde principios del siglo XX, no dejaron de volver.

En la cordillera rionegrina, cerca de El Bolsón, los ríos Azul y Quemquemtreu siguen siendo terreno de exploradores domésticos, de familias que van con sus hijos y prueban suerte con optimismo indispensable.

Pero hay más. En San Luis, en zonas como La Carolina, el oro fue parte de una fiebre real durante el siglo XIX. Hoy es posible visitar el lugar y, si uno se aleja un poco del circuito turístico, aún puede cargar una batea en el arroyo y dejarse llevar por la emoción.

Pepitas de oro en la corriente de ríos y arroyos argentinos 20250716

En Córdoba, en los ríos serranos como el Suquía o el San José, también hay historias de lavadores silenciosos que insisten, que conocen los sedimentos y saben cuándo el agua trae algo más.

‘El grito del Suquía’, una película que busca generar conciencia ambiental

¿Y qué es una batea? Es una especie de cuenco ancho, tradicionalmente de madera o metal, hoy también de plástico. Se carga con sedimento del río, se agita con agua y, al hacerlo girar, los materiales más livianos se van yendo con la corriente. Lo pesado, lo denso, lo valioso… queda abajo.

Pepitas de oro en la corriente de ríos y arroyos argentinos 20250716

Si hay suerte, en el fondo oscuro aparece una pequeña escama dorada. A veces, con mucha fortuna, una pepita. ¿Cómo saber si es oro? ¡No habrá duda! Ese brillo dorado es inconfundible y no se parece a nada, provoca ese sentimiento de ser el dueño del mundo, aunque sea por un instante.

Pepitas de oro en la corriente de ríos y arroyos argentinos 20250716

No se necesita mucho: una batea, una pala chica, un balde, y el deseo de buscar. Pero hay algo más: se necesita espíritu. Porque lo que se busca no es solo oro. Es una emoción antigua. Es la conexión con algo que estuvo ahí desde siempre, esperando ser encontrado.

Uno imagina al minero de hace cien años, bajo el sol patagónico o en la sombra de un arroyo serrano, entregado a ese gesto repetido. Para él, una pepita podía cambiar su destino. Para quien lo hace hoy, puede cambiarle el día. O incluso algo más: puede devolverle el asombro, ese que muchas veces se nos pierde entre pantallas y relojes.

Pepitas de oro en la corriente de ríos y arroyos argentinos 20250716

Y tal vez eso sea lo más valioso. Que en un rincón de Argentina, todavía podamos agacharnos junto al río, remover sedimentos multicolores y sentir, aunque sea por un rato, que algo bueno puede aparecer en el fondo. Que algo que parecía enterrado, olvidado, escondido… todavía puede brillar.

Propuesta para dar ánimo y reforzar la esperanza a la hora de volver y enfrentar la enésima batalla contra la rutina de pantallas, celulares y relojes.

*Geólogo argentino especializado en exploración minera; ex Geólogo Principal en proyectos de oro y plata en el Macizo del Deseado (Santa Cruz); participa activamente en iniciativas para una minería sustentable en Argentina.

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