En el siglo XX perdimos el “tren de la economía industrial”. Hoy no perder el tren de la “nueva revolución tecnológica” hace a nuestro más alto interés nacional.
La dirigencia de la República Argentina se enfrenta al desafío estratégico de poseer un correcto diagnóstico de convergencia con las tendencias globales de este tiempo. Este desafío ha estado presente en otros momentos de nuestra historia de las relaciones económicas internacionales. Tal vez uno de los más interesantes fue el vinculado a las posturas sobre la reinserción de la República Argentina en las corrientes globales de comercio de la post II guerra.
Arturo Frondizi contaba con una acertada percepción estratégica del mundo emergente de post guerra, el cual se destacaba por el advenimiento de un mundo en proceso de integración económica. En 1951 se había creado la Comunidad Económica del Carbón y el Acero, piedra angular de los futuros tratados que darían nacimiento a la Comunidad Económica Europea (1957). La supremacía de los Estados Unidos como única posible fuente de tecnología y capital, capaz de provocar un auge del potencial productivo y hacer participar a la Argentina de un mercado mundial integrado era un factor ineludible. Su discurso ante el Congreso norteamericano en 1959, a lo que se le sumo la visita del presidente Einsenhower en 1960 fueron hitos muy fuertes para las relaciones exteriores argentinas.
La necesidad de apelar al capital extranjero era una condición necesaria de modernización de la economía. El problema del ritmo era importante porque, sin ayuda exterior masiva y concentrada, Argentina, con baja tasa de crecimiento del ingreso per cápita, tardaría casi medio siglo en alcanzar la tasa de ingreso (y, en consecuencia, de ahorro) de, por ejemplo, los países europeos como Alemania Federal, Francia e Italia, cuya tasa de crecimiento medio entre 1950-1960 había sido del 7,5%. Sostenía Frondizi que “El capital extranjero no es colonialista ni retrogrado por su origen; tan retrógrado es el capital nacional que se aplica a perpetuar la actual estructura subdesarrollada como progresista es el capital extranjero que viene a invertirse en los rubros que contribuyen a modificarla”.
Federico Pinedo quien como economista y hombre de estado dedicó su pensamiento a la estrategia de crecimiento económico, la inserción internacional de la Argentina y a la creación de las condiciones políticas internas necesarias. Calificó de ‘’aberración humillante’’ el hecho de que la Argentina además de no ser un miembro fundacional de la OCDE (1961), “no fuera colocada entre los países en condiciones de ayudar, sino entre los países que necesitan ayuda’’. Para Pinedo era necesaria la participación de la Argentina a través de una economía abierta en las corrientes centrales de la época en lo que se refiere a innovación tecnológica, la capacidad empresarial y financiamiento.
«Tan retrógrado es el capital nacional que se aplica a perpetuar la actual estructura subdesarrollada como progresista es el capital extranjero que viene a invertirse en los rubros que contribuyen a modificarla.»
También aparecían como prioridad estratégica establecer relaciones diplomáticas y comerciales, con los nuevos estados soberanos de Asia y África que obtuvieron su independencia después de finalizada la Segunda Guerra Mundial. En 1961 Frondizi realizó una gira por varios países del lejano oriente: “los intereses inmediatos y mediatos argentinos en materia de comercio exterior imponen la obligación a los gobernantes argentinos de mirar hacia ese vasto mercado de mil quinientos millones de almas”. De hecho, Australia en 1957 firmo con Japón su primer ‘’Tratado de amistad y complementariedad económica’’, el cual tenía como objetivo dejar atrás los mutuos rencores de su enfrentamiento bélico durante la II Guerra Mundial y asegurar el compromiso japones de comprar la oferta de maíz y trigo australiana, además este acuerdo se ampliaría a otros países del Sudeste Asiático.
Esta paciente asociación estratégica sostenida por los diferentes gobiernos a través de las décadas, y ampliada a otros rubros como seguridad y energía, aseguró el crecimiento en el comercio bilateral y la integración económica de ambas naciones. Hoy Australia exporta a Japón por un valor aproximado de US$52.000 millones, a China por US$102.353 millones y a Corea del Sur por US$24 mil millones. Incluso la corporación INPEX, la compañía de exploración y producción (oil&gas) más grande de Japón, lidera desde hace años un colosal proyecto de extracción de gas natural licuado (GNL), hundiendo inversiones por u$s34 mil millones frente a Western Australia.
La definición de interés nacional debe entenderse como lo conducente al desarrollo económico, y esto significa reformas estructurales.
Lamentablemente durante el periodo analizado, lo que prevaleció en forma mayoritaria en relación con la ubicación de la Argentina fue una suerte de ‘’consenso anti-desarrollo’’. Esta se manifestaba en la adhesión al Movimiento de los Países No Alineados, foro cuya pertenencia no solo no generaba beneficio material alguno, sino que en las comunidades financieras más importantes del mundo originaba percepciones que resultaban opuestas a la búsqueda del desarrollo económico argentino.
El documento interpartidario titulado “La hora del pueblo” de 1970 expresaba la necesidad de llevar adelante “una política internacional independiente para enfrentar a los grandes centros de decisión internacional”, mostrando un claro desconocimiento de las tendencias globales de comercio, el cual entre 1950-1973 creció a una media anual del 8%. Ya sea en el periodo analizado o en pleno S.XXI, la definición de interés nacional debe entenderse como todo lo conducente al desarrollo económico y esto significa la realización de las reformas estructurales que permitan potenciar los objetivos del RIGI y ser parte de la ‘’nueva revolución tecnológica o I.A’’. Un país descapitalizado como la Argentina, al no atraer o expulsar a la inversión directa de las empresas globales se marginan por su voluntad del nuevo cuadro mundial, tornándose irrelevante. Es por lo que la inversión extranjera directa en los términos descriptos hace al interés nacional.
(*) Mg en economía política y Lic. RR.II.