El hallazgo de Rusia ya de por sí genera polémica porque se le está demandando al país gobernado por Vladimir Putin que dé explicaciones de cómo llegó a encontrar esa riqueza. Las reservas de petróleo halladas alcanzaían los 511 mil millones de barriles (el equivalente a 42,6 billones de dólares al precio actual), unas diez veces superior a la producción total del Mar del Norte en cincuenta años o dos veces las reservas de Arabia Saudita. La noticia fue difundida no sólo por medios británicos sino por el canal de noticias de los BRICS (grupo que Rusia integra junto a Brasil, India, China y Sudáfrica) emitió un comunicado que lo confirmaba aunque adjudicaba ese territorio en forma exclusiva al Reino Unido.
Vale recordar que en continente blanco está protegido por el «Tratado Antártico» vigente desde de 1959, y que estableció un principio de paz firmado por Argentina, Australia, Bélgica, Chile, Estados Unidos, Francia, Reino Unido, Japón, Nueva Zelanda, Noruega, Sudáfrica y la entonces Unión Soviética, en el que además se prohíbe cualquier tipo exploración y explotación de estos recursos naturales y se intenta apoyar la cooperación científica internacional en ese territorio. Es más, el tratado subraya de manera categórica que la presencia de esos países en la Antártida sólo puede perseguir fines pacíficos, prohibiendo tanto las actividades militares y la creación de bases militares, como también la realización de explosiones nucleares o la eliminación de desechos radiactivos, en pos de preservar ese equilibrio de paz y alejarlo de cualquier tipo de contaminación (en el sentido más amplio del término).
Según trascendió, el descubrimiento fue hecho por buques de la empresa rusa Rosgeo en el «Mar de Weddell». Desde la compañía señalaron que el hallazgo fue en medio de tareas relacionadas con la investigación científica. Así lo informó el viceministro de Asuntos Exteriores británico, David Rutley, ante los legisladores del Comité de Auditoría Ambiental de la Cámara de los Comunes del Reino Unido, uno de los países que reclaman, junto a Argentina y Chile, la soberanía sobre superficie antártica en la que se dio esa localización de crudo. En el continente blanco también tiene pretensiones territoriales Noruega, Australia, Nueva Zelanda y Francia.
En el caso criollo, se reclama la soberanía sobre el denominado «Sector Antártico Argentino», -unos 1.461.597 km², de los cuales 965.314 km² corresponden a tierra firme- como parte integral de la provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur (Ley 23.775), donde ya mantiene una disputa territorial desde que fueron usurpadas por el Reino Unido en 1833, algo que tuvo su momento más álgido en la «Guerra de Malvinas» en 1982. Si bien Argentina explicita sus intenciones de soberanía sobre ese territorio en el continente blanco, mantiene su compromiso con el «Tratado Antártico». La superficie en disputa entre Argentina, Chile y el Reino Unido se superpone en el territorio comprendido por el paralelo 60° S y el polo sur, entre los meridianos 74° y 25° Oeste. A esa conflictividad ya instalada ahora se suma la del hallazgo -de manera, al menos, extraña- por parte de Rusia de un reservorio de petróleo y gas con dimensiones jamás conocidas. Algo que en otras circunstancias o en otras geografías podría constituir una gran noticia. Pero que en este contexto puede transformarse en la peor pesadilla.
Por Gabriel Michi – Mundo News