El scanner minero y una radiografía de la política

El scanner minero y una radiografía de la política

Mendoza. Si San Jorge logró transformarse de un espectro inversor que vagaba con su valija de promesas a un proyecto con aval científico, aumento de crédito social y ratificación legislativa, fue por una planificada estrategia y liderazgo político.

La sanción definitiva de la Declaración de Impacto Ambiental (DIA) de PSJ Cobre Mendocino no sólo implica, efectivamente, el inicio de una nueva era con la incorporación de la minería metalífera a la matriz productiva, sino también el quiebre -¿definitivo?- del férreo tabú que la actividad significaba.
Entre las razones de este hito que muchos definen como una bisagra histórica tanto industrial como política, hay -sin dudas- explicaciones: una experiencia acumulada de idas y vueltas de más de 15 años que fue enriqueciendo el debate, incluso madurando posicionamientos, elevando los argumentos de los decisores públicos para dejar atrás las meras consignas y -en todo caso- confrontar con argumentos técnicos.
Claro está, sigue permaneciendo alrededor del asunto un núcleo duro, irreductible, de fuerte impronta ideológica, a veces agresiva, que si bien logró impregnar la discusión con prejuicios, visiones apocalípticas y hasta falsedades, perdió predicamento (al menos en su poder de movilización), pero no intensidad. Mucho menos insistencia, ya que promete ahora judicializar la determinación.

Espectro resucitado

Pero más allá de esto, si San Jorge logró transformarse de un espectro inversor que vagaba con su valija de promesas a un proyecto con aval científico, aumento de crédito social y ratificación legislativa, fue por una planificada estrategia y liderazgo político.

Es inimaginable el proceso minero 2025 sin una paciente construcción que desde el primer día de su segundo mandato Alfredo Cornejo trazó para construir razones, contextos y consensos que evitaran un nuevo fracaso como los anteriores.
Paso a paso, tanto en el ámbito local, como nacional e internacional, el Ejecutivo hizo público el objetivo de introducir la minería a la cotidianidad mendocina, la elaboración de un nuevo sentido común. Y sin dudas -más allá de la reconfiguración del proyecto bajo las condiciones de la ley 7.722- apuntó a levantar estructuras argumentales, técnicas y administrativas capaces de sostener no sólo los embates anti-mineros, sino los desafíos, aportes y correcciones de los dictámenes sectoriales, las evaluaciones ambientales, la audiencia pública y el debate parlamentario.En todo caso, la denominada “licencia social” no es más que una construcción de la opinión pública mayoritaria -que evidentemente también mejoró con el paso del tiempo- por acción política y convicción colectiva, aunque ello no implique unanimidad sobre el tema. Es en definitiva, el compromiso de una sociedad con un asunto de interés público, lejos de una acción de gobierno o un interés económico. Algo que exige compromiso multisectorial, pero además, sortear el filtro de la política.

Allí surgieron los peores temores, el deja vú de una historia cargada de fallidos. Como en todo análisis político, las variables son -en algún punto- impredecibles: desde convicciones hasta enconos personales, pasando por especulaciones, necesidades de exposición o diferenciación en el juego entre partidos y el ego de quienes lo encarnan.

Disciplina y convicción

Ante esto, el principal mérito del Gobierno fue mantener la tropa ordenada y cohesionada. Tanto en Diputados como en Senadores, el Ejecutivo no tuvo fugas ni abstenciones que pudieran debilitar la avanzada. Mucho menos diferenciaciones de legisladores que al provenir de departamentos con menos tolerancia a la minería no asumieran su defensa. Esto no ocurrió en esta ocasión. La disciplina de los bloques oficialistas fue la primera fortaleza para el desafío. Todo un indicio respecto del comando del gobernador, pero también del objetivo de gestión.

Ese convencimiento de la exposición del proyecto tanto en comisiones como en el recinto fue decisiva para lograr también el respaldo de los aliados, que tampoco rehusaron la convocatoria, e incluso forzaron la postura de ex socios como el Pro que terminaron acompañando pese a las diferencias que en muchos otros asuntos tienen con Cornejo.

Sin embargo, el Ejecutivo también se encargó no sólo de evitar dilaciones o postergaciones que pudieran debilitar el impulso, sino de tender puentes para un mayor respaldo y que efectivamente la minería sea desde ahora en Mendoza “una política de Estado” como pidió el mandatario. Lo consiguió en el Senado, pero no en Diputados.

Dispersión y confusión

En el debate en ambas cámaras, el peronismo volvió a dejar expuesto no sólo sus diferencias ideológicas, sino también prácticas. Mientras en una ocasión votaron todos juntos el rechazo, en otra se dividieron entre los que responden a los intendentes y aquellos que reportan al cristinismo. En Diputados siguieron la lógica de La Cámpora, en Senadores se animaron a diferenciarse.

Observadores aseguran que eso fue posible al quedar atrás el congreso partidario que sentenció la suerte del kirchnerismo en la confección de las listas para las elecciones de febrero en los municipios de desdoblaron. Si así fuera, una pequeñez intrapartidaria intentó tomar de rehén al desarrollo productivo de Mendoza.

Todo eso, en línea con las sospechas del Cuarto Piso respecto a las motivaciones de ese voto opositor más o menos esquivo que ahora expone tanto a los que “pasaron de largo” en Diputados como a los que se dividieron en el Senado. Nada nuevo para un PJ al que Hebe Casado acusó de estar “secuestrado” por el kirchnerismo y al que Cornejo al fin de la faena, y tras “rogarle” su aval, dijo que “atrasa” en su mirada económica. Dura tarea la de recomponer un partido incapaz de acordar una estrategia unificada para un tema tan trascendente.

El Partido Verde (PV) se opuso desde su identitaria prioridad ambiental constitutiva, al igual que algunos legisladores de La Unión Mendocina (LUM), sin el eco de otras ocasiones. La izquierda siguió la protesta desde la calle, lejos de las bancas que supo tener en épocas recientes. Otro dato cierto del cambio de los tiempos.

* El autor es periodista y profesor universitario

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