La actividad económica creció 5% interanual en septiembre, y cerró el mejor trimestre desde junio de 2022. El petróleo, minería y agro impulsan el ascenso. El Gobierno proyecta un «derrame» para 2026.
La actividad económica argentina registró un crecimiento interanual del 5% en septiembre, marcando el nivel más alto de los últimos años. Este repunte, confirmado por el estimador mensual (EMAE) del Indec, también mostró una expansión del 0,5% respecto al mes de agosto. ¿Qué significa este crecimiento y cuál es el impacto en el consumo interno?
En su columna en Río Negro Radio, Pablo Wende analizó esta aparente contradicción entre las cifras positivas de la actividad y la percepción general de crisis o dificultades económicas en la población. Señaló que el crecimiento no se refleja de igual manera en el empleo o en el consumo interno, explicando que la expansión se concentra en sectores específicos de la producción que no son intensivos en mano de obra.
Los principales motores de esta reactivación económica son el petróleo, la minería, el sector agropecuario y la intermediación financiera, detalló Wende. Estos rubros, caracterizados por ser capital-intensivos, demostraron una notable resiliencia frente a la volatilidad de las variables financieras y la inestabilidad cambiaria, desenganchándose de factores como la suba de tasas de interés o la compra de dólares por parte de los ahorristas.
Esto significa que la actividad se concentra en rubros «capital-intensivos», que requieren grandes inversiones y maquinaria, pero demandan poca mano de obra en comparación con el resto de la economía. Por eso, aunque el EMAE haya registrado una importante alza, la mejora no se traslada al empleo masivo ni al salario promedio.
El especialista detalló que esta dinámica genera una «economía a dos velocidades» donde los grandes exportadores crecen ajenos a la crisis, mientras que las PyMEs y el comercio siguen estancados. A diferencia de Vaca Muerta, que es resiliente a las variables financieras, la industria manufacturera y la construcción sufren directamente la recesión y la falta de ventas. Esta desconexión explica por qué los números del INDEC dan bien aunque la percepción social sea negativa.
El plan económico y la expectativa de «derrame» para 2026
El gobierno nacional delineó un plan económico que prioriza el desarrollo de sectores exportadores, especialmente la energía, en contraposición a enfoques anteriores centrados en el consumo interno. Esta estrategia busca generar divisas y fortalecer la economía a través de la inversión en estos segmentos clave, lejos de políticas de «plan platita» o subsidios al crédito, según describió Wende.
La gran incógnita, planteó el periodista, es si este crecimiento concentrado logrará «derramar» hacia el resto de la economía y la sociedad, impactando en una mejora generalizada. El especialista se mostró optimista al respecto, proyectando que este efecto podría materializarse para 2026. Para ese año, estima un piso de crecimiento del 4% y un mayor ingreso de dólares al país, fundamentales para la estabilidad.
Gestión de la deuda en el corto plazo
En el plano financiero, la atención se centra en los inminentes vencimientos de deuda de enero, que ascienden a unos 4.300 millones de dólares en bonos reestructurados. Si bien el especialista descartó un default, aclarando que Argentina tiene la capacidad de pago a través de las reservas del Banco Central, el gobierno busca activamente financiamiento externo para afrontar estos compromisos sin recurrir a fondos propios.
Para ello, se están negociando préstamos sindicados, o «repos», con un grupo de bancos internacionales por un monto estimado entre 3.000 y 5.000 millones de dólares. Este mecanismo permitiría al país cumplir con sus obligaciones en el corto plazo, mientras continúa trabajando para recuperar el acceso pleno a los mercados internacionales de capitales. Aunque hubo mejoras, el riesgo país aún es alto para obtener financiamiento en condiciones favorables