La provincia olvidada que existió 43 años en el norte argentino

Existió la provincia 25 en la antigüedad.

En la vasta historia argentina hay capítulos poco conocidos que sorprenden por su magnitud. Uno de ellos es la existencia del Territorio Nacional de Los Andes, una provincia que formó parte del país durante 43 años y que luego desapareció del mapa político sin dejar casi rastros en la memoria colectiva.

Sergio Bustos

La historia comienza en el extremo norte, en medio de paisajes áridos, salares interminables y una población dispersa, donde Argentina, Bolivia y Chile mantenían tensiones por la definición de sus fronteras. La reciente Guerra del Pacífico había alterado el equilibrio geopolítico en la región y obligaba a la Argentina a afirmar su soberanía en la zona.

En ese contexto, el gobierno nacional creó oficialmente el territorio en 1900, con el objetivo de ejercer presencia estatal en un espacio que resultaba clave para los intereses estratégicos del país. La decisión se plasmó en un decreto que dio nacimiento a una nueva unidad territorial de más de 60.000 kilómetros cuadrados, ubicada en la Puna de Atacama.

El Territorio Nacional de Los Andes se dividió en cuatro departamentos y tuvo su primera capital en Novarro (o Navarro), un caserío cercano a la salina de Tolar Grande. Su primer gobernador fue Daniel Cerri, un militar y explorador italiano que asumió el cargo el 30 de enero de 1900. La misión era ambiciosa: poblar, administrar y consolidar una provincia en medio del desierto.

En sus primeros años, la región experimentó una incipiente actividad industrial y minera. Empresas nacionales y extranjeras se instalaron para explotar recursos naturales, y la población creció lentamente gracias al arribo de trabajadores que buscaban oportunidades en el norte.Sin embargo, las dificultades no tardaron en aparecer. La zona tenía escasos recursos hídricos, un clima extremo y una conectividad limitada con el resto del país. A medida que pasaban los años, la falta de infraestructura y servicios fue desalentando la radicación de nuevos pobladores.

La población comenzó a disminuir de forma constante. De 2.508 habitantes en 1905, se pasó a 2.348 en 1912. Esa tendencia negativa despertó preocupación en Buenos Aires. La baja densidad poblacional restaba relevancia política y económica a la región, que empezaba a ser vista como un territorio sin viabilidad a largo plazo.

Durante las décadas siguientes, distintos gobiernos debatieron el futuro de la provincia. Las prioridades nacionales estaban puestas en otros frentes, y el norte árido comenzó a perder protagonismo en la agenda estatal. Las autoridades evaluaron alternativas que finalmente desembocaron en una decisión drástica.

El 21 de septiembre de 1943 se firmó el decreto que disolvió el Territorio Nacional de Los Andes. La medida redistribuyó sus tierras entre las provincias de Salta, Jujuy y Catamarca, redibujando el mapa argentino en el extremo norte. La provincia desapareció como entidad política y administrativa.

El impacto de la medida fue inmediato. Muchos de los pocos habitantes que quedaban se integraron a las nuevas jurisdicciones, mientras que los parajes y caseríos quedaron relegados a un segundo plano. La memoria de la provincia se fue desvaneciendo con el tiempo, hasta quedar relegada a archivos y relatos de historiadores.

Hoy, gran parte de su antigua extensión corresponde a zonas áridas, comunidades pequeñas y salares imponentes, donde todavía se conservan vestigios de aquella experiencia institucional. Algunos historiadores sostienen que la creación del territorio fue un movimiento estratégico que cumplió su objetivo de afirmar la soberanía argentina en un momento delicado.

Además de esta historia poco conocida, el territorio tiene un vínculo simbólico con la construcción de la identidad nacional. La región fue escenario de disputas internacionales que ayudaron a consolidar los límites del país tal como se conocen hoy.

La propia denominación “Argentina” también tiene raíces históricas profundas. La palabra proviene del latín argentum, que significa plata, en alusión a las riquezas que, según los conquistadores europeos, se escondían en la región. El primer registro escrito data de 1601, en un poema del clérigo Martín del Barco Centenera.

Décadas más tarde, cronistas como Ruy Díaz de Guzmán comenzaron a utilizar expresiones como “Tierra Argentina”, consolidando el nombre que, con el tiempo, adoptaría el país. La historia de la provincia perdida en la Puna se entrelaza así con los orígenes mismos del territorio nacional.

El Territorio Nacional de Los Andes fue más que una anécdota geográfica: fue un experimento político y estratégico, nacido en tiempos de disputas internacionales y desaparecido cuando perdió relevancia en el tablero nacional

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