Salmon Trout desarrolla la actividad acuícola con dos concesiones sobre el embalse Alicurá y fue una de las empresas que gestionó la apertura de cuatro mercados internacionales la semana pasada.
La exportación de ovas de trucha arcoíris desde Argentina dio un paso clave la semana pasada al conseguir la apertura de los mercados de Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú, que efectivizaron los requisitos sanitaros para comenzar con los envíos.
Uno de los actores privados con participación activa en el proceso fue Salmon Trout S.A., una firma que ya trabaja con genética especializada y produce unas 3.600 toneladas de trucha por año en el embalse de Alicurá, uno de los cinco que se construyeron sobre río Limay y es compartido por Neuquén y Río Negro.
Roberto Barresi, integrante del directorio de la compañía, habló con Diario RÍO NEGRO sobre el emprendimiento, que ya lleva siete años y tiene dos concesiones a ambos lados del límite interprovincial.
«Tenemos la posibilidad de producir la mejor trucha del mundo«, dijo el referente de la marca, cuya producción no utiliza vacunas ni antibióticos, en lo que se describe como un proceso «sostenible y diferenciado».
El proyecto comenzó hace siete años, cuando un especialista del Conicet en la materia, Gabriel Morales, se puso en contacto con la familia Barresi. Tras presentar una propuesta de inversión, el grupo consiguió una concesión en Neuquén, a la que luego se sumó otra del lado rionegrino del lago.
«De entrada se planteó la idea de hacer una acuicultura sostenible y diferenciada, porque necesitábamos producir para el mercado local pero también para salir al mundo«, recordó el productor.
Ovas de trucha arcoíris y la apertura de mercados
Salmon Trout fue una de las firmas que participó de las gestiones con los países de la Comunidad Andina de Naciones (CAN) para concretar una misión sanitaria y avanzar con la apertura del mercado exportador. También fueron parte representantes gubernamentales de las provincias de Neuquén, Río Negro y Santa Cruz.

Según informó el Senasa en un comunicado, la apertura de esos mercados es la primera que se logra para los productores nacionales de ovas de trucha arcoíris. «Representa un fuerte incentivo para los productores argentinos de salmónidos, particularmente de las provincias de la Patagonia», celebró el organismo.
«Todavía falta la letra chica, pero el primer paso, que es el más complicado, ya está dado. Ahora queda la redacción de los acuerdos», aseguró Barresi. El empresario destacó el carácter «colaborativo» de las tratativas y la posibilidad de «mostrar lo que hacemos para, más adelante, exportar genética al mundo«.
Aseguró que en la búsqueda del acuerdo «colaboramos todos los eslabones del sector», desde los estados provinciales hasta el Senasa, los privados y centros de investigación.
«Es importante que se reconozca a la acuicultura como una actividad común, por ejemplo, para Neuquén y Río Negro», sostuvo y agregó: «Antes los límites funcionaban como un obstáculo y hoy las dos provincias trabajan en conjunto; uno como privado agradece esas cosas».
Ovas de trucha: la selección genética, una de las claves
Con el objetivo de producir sin antibióticos y mejorar la genética, la empresa comenzó un trabajo de colaboración técnica con el especialista chileno Walter Bravo de Bravo AIC. La decisión era clara: evitar la importación y, como consecuencia, la incorporación de nuevas enfermedades.
“El beneficio para nosotros era mayor, porque reducíamos el riesgo sanitario y mejorábamos nuestra calidad”, detalló el directivo, quien aseguró que Salmon “se encuentra a mitad de camino de su meta genética”.
El ciclo de la firma empieza en las mismas jaulas dispuestas en el embalse. Allí se realiza la selección de los machos y las hembras, más tarde se concreta la fecundación y luego se trasladan las ovas hasta una piscicultura llamada San Ceferino, ubicada en la cercana Villa Llanquín.

Ya convertidos en alevines, los ejemplares se conservan en tanques y son transferidos a los centros de crianza y engorda que se encuentran en el agua.
A los 18 meses de edad, la trucha ya está apta para la faena, tarea que Salmon deriva a una planta ubicada en Bariloche. Para ese momento, el pez tiene un peso promedio de 3 kilogramos.
Un techo difícil de romper
Para Barresi, la gran oportunidad del sector en Argentina pasa por su calidad, ya que la producción se realiza libre de antibióticos. Esto contrasta con Chile, donde la acuicultura está ampliamente desarrollada, pero con una fuerte injerencia de esos medicamentos.
De acuerdo al ejecutivo, el recurso de este lado de la cordillera, además, «está mucho más cuidado«. En especial, por «la alta tasa de renovación de agua» que tienen los embalses del Limay, puntualmente, Alicurá y Piedra del Águila.
Sin embargo la actividad afronta hoy un techo difícil de romper: el bajo consumo local de salmónidos. En cifras de Barresi, el país consume unas 8.000 toneladas anuales, de las cuales buena parte son importadas desde Chile.
«Hoy no tenemos mercado en el país como para colocar toda la producción y por eso la exportación es tan buscada por nosotros», agregó.
El empresario también se refirió a la certificación final para productos cárnicos que habilitó Senasa en el depósito fiscal y aduanero de Centenario. Si bien valoró el panorama exportador que se podría abrir en un futuro, con envíos directos desde Neuquén a Estados Unidos, comentó que esa ruta luce todavía lejos para los productores locales