¿Por qué Argentina es un país tan caro?

Cada vez que un ciudadano paga una comida, un servicio o un bien, en realidad está financiando una maraña

«En Argentina no compramos productos: compramos impuestos disfrazados de precios.»

Aumentos en las góndola por el dólar. Foto: ilustrativa.

Cada vez que un ciudadano paga una comida, un servicio o un bien, en realidad está financiando una maraña tributaria que convierte a nuestro país en el más caro de la región. Y esto seguiría siendo así aunque tuviésemos moneda estable, inflación baja y salarios similares a los de nuestros vecinos.

La explicación está en la mochila impositiva que cargamos en cada precio:

– IVA, a pesar de ser el impuesto menos distorsivo, es el más alto de la región.

– Ingresos Brutos, que se aplica en cascada en cada etapa de producción, dependiendo del producto puede impactar en hasta un 16% en el precio final

– El costo laboral, con aportes y contribuciones que encarecen el empleo formal en hasta un 75% sobre el salario de bolsillo del trabajador.

– Tasas municipales sin servicio, que actúan como impuestos disfrazados.

El impacto real: 30-35% más caro


Cuando se suma la incidencia de Ingresos Brutos y de las cargas sociales sobre el trabajo, Argentina termina siendo entre un 30% y un 35% más cara que países vecinos.

– Para un turista, significa pagar más por la misma comida, hotel o servicio que en Chile, Brasil o Paraguay.

– Para un exportador, implica vender una manzana, un vino o una prenda con un sobreprecio que no responde al costo real, sino a la presión tributaria.

En Paraguay, el IVA es del 10% y la renta empresarial también del 10%. En Chile el IVA es el 19% con esquema es más simple y menos distorsivo, con un costo laboral 35% más bajo. En Brasil el IVA varía según el estado entre el 9% y el 12% y el costo laboral es un 20% más bajo. “En ninguno de estos países existe impuesto sobre los ingresos brutos”.

En Argentina, en cambio, cada producto y servicio incorpora una carga oculta que lo encarece artificialmente. Por ejémplo una campera importada llega a Chile a USD 50 termina costando al público alrededor de USD 80, mientras que en Argentina ingresando al mismo valor llega al consumidor en más de USD 135, no por diferencias en el producto, sino por acumulación de aranceles, percepciones e impuestos en cascada.

Esto demuestra que: En productos masivos, como la ropa, el problema no es la falta de producción nacional, sino el exceso de impuestos que distorsionan los precios; En servicios estratégicos, como el turismo, el Estado convierte una ventaja natural en una desventaja competitiva frente a países vecinos.

En definitiva, culturalmente los ciudadanos asumen como normal comprar afuera lo que el país debería ofrecer a mejor precio.

El ciudadano asalariado: la principal víctima


Este modelo golpea especialmente a quien trabaja en relación de dependencia:

– Es cautivo de los descuentos en el recibo de sueldo, sin posibilidad de eludir aportes y contribuciones.

– Aporta toda su vida laboral para luego percibir una jubilación que representa apenas el 55% de lo que cobraba en actividad.

– Destina la mayor parte de su salario al consumo, justamente donde se acumula la carga impositiva más alta.

– En el impuesto a las ganancias, apenas puede deducir un porcentaje limitado de sus gastos reales, por lo que tributa mucho más que lo que su verdadera capacidad contributiva permitiría.

En definitiva, el trabajador formal —el que cumple con todas las obligaciones— es el que más sufre la contradicción de un sistema que lo castiga en actividad y lo condena en su retiro.

El horizonte necesario


Para dejar de ser el país más caro de la región, necesitamos cambios profundos:

1. Simplificación tributaria: menos impuestos, más claros.

2. Eliminación de distorsiones: reemplazar Ingresos Brutos y tasas municipales sin contraprestación por un IVA federal transparente.

3. Reforma laboral moderna: reducir las cargas no salariales para generar empleo formal y competitivo.

4. Un Estado más eficiente: que deje de ser el principal encarecedor de la economía.

El llamado ciudadano


No se trata solo de compararnos con Chile, Brasil o Paraguay. Se trata de preguntarnos cuánto más vamos a soportar que el Estado se lleve la parte más grande de nuestro esfuerzo.

Argentina no necesita ciudadanos resignados que acepten pagar un 35% más caro en cada paso: necesita ciudadanos conscientes que exijan un cambio.

Porque el futuro empieza el día en que dejemos de exportar impuestos y empecemos a exportar trabajo, turismo y dignidad

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