Viaje en una taza de té: la huella galesa se convirtió en ruta turística

Chubut, tierra de vientos y horizontes, celebró esta semana una de las migraciones más persistentes. Té con torta negra, capillas de ladrillo a la vista y un idioma que resiste el paso del tiempo: un viaje por las raíces galesas que siguen vivas entre el mar y la cordillera.

Con una mesa larga, tortas caseras y la calidez del té compartido, el 160° aniversario de la llegada de los galeses a estas tierras se celebró en comunidad.

Con el vapor de una tetera sobre la mesa, una rodaja de torta en el plato, melodías celtas y un relato dicho en voz baja mientras cae la tarde sobre las chacra de Chubut, la cultura galesa late, no como reliquia, sino como costumbre. Cada 28 de julio, las casas, las escuelas, las capillas y hasta los gimnasios de Trelew, Gaiman, Dolavon, Esquel o Trevelin se abren al festejo. Es feriado provincial y las familias se preparan desde temprano, porque ese día se celebra algo más que una fecha: la historia viva de quienes llegaron desde el otro lado del mundo, para empezar de nuevo.

El velero Mimosa los depositó en estas costas en 1865. Vinieron desde Gales, escapando del dominio británico. Trajeron poco: una lengua, una fe protestante que no les dejaban practicar en el Reino Unido católico, rece tas, y el deseo de vivir en paz.

“Pasar este día acá, es algo hermoso. Por ejemplo, en el valle, de Trelew a Gaiman y de Gaiman a Dolavon, hay muchas capillas galesas, cada una abre sus puertas y recibe a la gente. Las personas que mantienen las capillas hacen tortas, tartas y juntan donaciones para celebrar el té y recaudar. Recorrés y ves la fila de autos, de la gente que llega a las capillas a tomar el té”, cuenta Mauro Giannandrea, descendiente directo de colonos galeses, mientras se preparaba para ir a celebrar el 160° aniversario de la llegada de los galeses a estas tierras.

Las capillas siguen vivas, con aroma a torta y voces suaves.

Ahí mismo, entre bancos de madera, se vive la ceremonia de pan casero con manteca, dulces caseros, tarta de manzana, de crema y, en el centro de la mesa, la torta galesa.

“La torta galesa es un símbolo”, dice Mauro, que junto a su familia fundó Memorable, una fábrica que guarda la receta secreta de su bisabuela Hilda Jones. Mientras su familia se preparaba esta semana para ir a tomar el té, él recordaba que Hilda enviudó joven y crió sola a cinco hijos.

Tenía una residencia en Trelew, en la que recibía a los estudiantes del interior que llegaban a estudiar allí y a los viajeros. En los años 70 empezó a hornear tortas para los turistas, como forma de juntar un poco de dinero para sostener a la familia. A medida que creció el turismo, la torta galesa que nació en las casas de las abuelas, creció como producto y la primera marca comercial apareció en los 80.

La torta galesa de Memorable: es mucho más que un postre, es legado y ritual.

Mauro cuenta que cada familia tiene “su torta”, con su toque distintivo, y no hay una igual a la otra. Nueces, pasas, frutas que se maceran en licores, con alcoholes que pueden variar, al igual que las especias. Lleva unas 45 horas de elaboración. “Hace un año estamos trabajando en la identificación geográfica de la torta galesa, para protegerla de las imitaciones y que no se pierda cuáles son las originales”, dice.

En algunas escuelas, además, se enseña el idioma galés, se celebran festivales con jurados que llegan desde el Reino Unido para premiar recitales de poesía o canciones. Recuerda cuando, hace unos años, se jugó un partido de rugby entre la selección argentina y la de Gales, y las abuelas del valle se acercaban a los jugadores galeses, que no entendían una palabra. “Ellos hablaban inglés; acá, galés”.

La paradoja resume lo que sucede en este rincón del sur: la cultura no se exhibe, se habita.


Un viaje sensorial


Para el visitante, llegar al valle un 28 de julio es como meterse en una cápsula de tiempo que huele a azúcar negra y especias. Las casas de té abren temprano. El consejo local es claro: “Van reponiendo el plato y te servís todas las tazas que quieras. Si van temprano, no almuercen; y si lo toman tarde, servirá de cena porque es muy abundante. La gente se suma, en las capillas se arman mesas grandes con tablones y se charla entre familias”, dice Mauro.

Es un momento para compartir, y ese era el espíritu del té de los fines de semana de los colonos. Se reunían en las capillas a tomar el té y contarse las novedades de la semana. Era la excusa para juntarse, cuando todo eso era nada.

Las casas abren sus puertas y las teteras no se apagan. “Té Ty Gwyn”, es una de las más tradicionales de Gaiman.

La influencia de aquellos primeros galeses está viva en la arquitectura, las festividades y, sobre todo, en las tradicionales casas de té que ofrecen una experiencia auténtica. Casas con construcciones de piedra, jardines prolijos, manteles bordados y la vajilla delicada que crean una atmósfera única.

Una de las más famosas está en la casa de Felipe, “Té Ty Gwyn”, es una de las más tradicionales de Gaiman, van por la cuarta generación preparando tortas y reciben cada temporada viajeros de todo el mundo.


Naturaleza y memoria


El paisaje completa la experiencia. Los caminos que unen los pueblos están bordeados de canales cavados a mano por los galeses. El trigo que sembraron llegó a obtener premios internacionales. En lugar de imponerse, convivieron con los pueblos originarios, aprendieron sus costumbres, intercambiaron saberes y hasta compartieron matrimonios. Todo eso dejó marcas en la tierra y en la memoria.

Punta Cuevas, base del primer asentamiento galés de Chubut.

El turismo está marcado por el sello galés. Llegan profesores, gente desde el viejo continente a estudiar este pueblo perdido. A ver las construcciones. “La fauna marina, el museo de los dinosaurios y el té galés son los paseos obligatorios de este lugar”, dice Mauro y agrega que no cree que existan otros lugares, en los que las que se viva una manifestación cultural de esta manera.

Además del té, los que quieren saber más de la historia pueden recorrer la zona de Punta Cuevas, sitio histórico y base del primer asentamiento galés. Ir al Museo del Desembarco que explica la llegada de los colonos galeses en 1865, o recorrer las capillas.

En un país donde las raíces suelen mezclarse y diluirse, en Chubut la herencia galesa florece cada invierno con fuerza propia. No como postal, sino como abrazo, en cada receta transmitida, en cada ritual, en cada niño que aprende una palabra en galés para decírsela a su abuela.

El Museo del Desembarco recuerda la llegada del Mimosa en 1865.

Temporada alta de Ballenas


  • Puerto Madryn está ubicada en la costa de la provincia de Chubut y es la puerta de entrada principal a Península Valdés, área natural protegida y declarada Patrimonio Natural de la Humanidad por UNESCO en 1999.
  • Por estos días, ballenas Francas, elefantes y lobos marinos, pingüinos de Magallanes, delfines, orcas y numerosas especies de fauna terrestre y aves se trasforman en los protagonistas de este entorno natural único.
  • Algunos puntos turísticos a visitar cercanos a Puerto Madryn, son: la Isla de los Pájaros, Puerto Pirámides, Punta Delgada, Caleta Valdés y Punta Norte.
  • Es importante destacar que Madryn fue declarada Capital del Buceo. Además cuenta con una oferta cultural entre la que destaca el centro de interpretación Ecocentro Pampa Azul, el Museo Municipal de Arte y su propuesta gastronómica, entre otras opciones.
Monumento a la Mujer Galesa

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