Historia en debate. ¿Soberanía nacional o soberanía porteña?

Es una injuria pretender que todos los argentinos festejemos uno de tantos atropellos del centralismo como una afirmación de la soberanía argentina.

La batalla de la Vuelta de Obligado.

Por iniciativa del historiador José María Rosa, el 26 de septiembre de 1974 fue sancionada la ley N° 20.770, que declaró Día de la Soberanía el 20 de noviembre.

Es en conmemoración de la batalla de la Vuelta de Obligado, librada ese día de 1845 en el río Paraná, contra una escuadra anglofrancesa. Treinta y seis años más tarde, la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner convirtió dicha efeméride en feriado nacional, mediante el decreto N° 1.584/2010.

Manejo del comercio

Todo comenzó cuando el gobernador de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas, en una clara muestra de la falacia de su falso federalismo, prohibió la libre navegación de barcos extranjeros en los ríos Paraná y Uruguay.

Buscó así defender el manejo exclusivo del comercio exterior por parte de la aduana porteña, manejada en exclusividad por dicha provincia en su propio beneficio y en grave detrimento de los demás puertos sobre ambos ríos.

En 1845, una flota anglofrancesa compuesta por barcos mercantes y 11 naves de guerra hizo caso omiso de la prohibición y remontó el Paraná a instancias de los gobiernos de las provincias perjudicadas, con el fin de llegar a Corrientes y a Asunción.

Para impedirlo, Rosas ordenó fortificar las márgenes del río en el sitio llamado Vuelta de Obligado, donde el cauce es más estrecho, e hizo instalar allí cuatro baterías, cruzar de una a otra orilla gruesas cadenas de hierro y apostar en las barrancas dos mil efectivos armados.

El 20 de noviembre, tras siete horas de lucha, los europeos forzaron el bloqueo y llegaron a Corrientes, donde los correntinos, que defendían su derecho a comerciar con todo el mundo, los recibieron con fiestas en su honor. Los porteños perdieron 250 hombres y 400 resultaron heridos, mientras que los ingleses y los franceses tuvieron 26 muertos y 86 heridos.

El bloqueo fue levantado luego de la firma de sendos tratados, suscritos por el ministro Felipe Arana con el embajador inglés sir Henry Southern y el contralmirante francés Fortunato Le Prédour.

Una incoherencia

En 1852, tras ser derrotado en la batalla de Caseros, Rosas se asiló en casa del encargado de negocios británico, Richard Gore, quien lo embarcó disfrazado de oficial de la Marina inglesa junto con sus hijos, en el navío Locust, que lo llevó a Montevideo.

Allí pasó a la fragata Centaur y, una semana más tarde, al vapor Conflict, en el que arribó al puerto de Plymouth el 25 de abril. Instaló su residencia en la ciudad de Southampton, al oeste de Londres, en cuyos alrededores arrendó años después una finca llamada Swanthling, donde vivió hasta su muerte.

La Constitución de 1853 –de la que Buenos Aires se negó a formar parte y llegó por ello a enfrentar en armas a la Nación– excluyó la posibilidad de que la avidez porteña generara situaciones semejantes, al establecer en el artículo 26: “La navegación de los ríos interiores de la Nación es libre para todas las banderas, con sujeción únicamente a los reglamentos que dicte la autoridad nacional”.

Celebrar como una gesta heroica lo que fue una estrepitosa derrota, algo propio del revisionismo nacionalista, constituye de suyo una incoherencia descabellada.

Pero pretender que todos los argentinos festejemos uno de tantos atropellos del centralismo como una afirmación de la soberanía nacional adquiere la condición de una injuria.

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