El mal no existe y otras mentiras verdaderas

  • El estreno de una película japonesa abre un renovado debate sobre la naturaleza y la civilización.
  • Desde Tokio hasta la Patagonia.
Diana Baccaro

Verde sobre el cerezo desmochado. Foto: AFP

Leíste que una pareja se fue a vivir al centro de la nada misma, en Punta Colorada, por el silencio, por la paz“Elegimos este lugar inhóspito para que no nos joda nadie”, leíste que dijeron Luis y Perla, el matrimonio que se instaló hace cinco años en esa localidad rionegrina donde ahora se instalará una planta de gas natural licuado, una inversión de YPF-Petronas que representará para el país más de 30.000 millones de dólares. Leíste que ese pueblo está cerca de Playas Doradas, a 30 kilómetros de Sierra Grande, y que para Perla y Luis ese rincón del mundo fue un “flechazo a primera vista”.

Hasta ahí habían llegado en moto desde Mendoza y se prometieron volver con la intención de terminar el resto de sus vidas dentro de una pintoresca casita que construyeron con un ventanal donde se contempla la potente rompiente de las olas que dibujan un paisaje soñado. Todo eso leíste acá, en este diario, esta semana.

Y ahora estás sentada en una butaca del cine Lorca, con el monte Fuji enfrente, y la memoria te saca de Japón y te tironea hacia la Patagonia. Sucede durante una escena de la película El Mal no existe, ambientada en un bosque donde una empresa quiere montar un camping de lujo y convoca a los vecinos para contarles el proyecto. “Yo me vine de Tokio a esta aldea para tomar agua de manantial y alejarme del ruido”, dice una mujer. Lo que sigue es una historia que se repite acá, allá y en todos lados.

Belleza virginal, a unas horas de Tokio.Belleza virginal, a unas horas de Tokio.

Lo interesante de la hipnótica película que acaba de estrenarse en Buenos Aires es cómo el director Ryusuke Hamaguchi (creador de Drive my car) se las ingenia para hacer participar a los espectadores en su propia obra. En la escena donde la comunidad se reúne con los empresarios para discutir los daños y beneficios que traerá el glamping, y en muchas otras. Porque más que una película, el director japonés propone una experiencia, nueva y radical, para saborear sin prisas. Soledad, naturaleza, ciervos heridos, agua clara, wasabi silvestre, fideos humeantes. De todo eso nos habla la película que ganó el Gran Premio del Festival de Venecia. O mejor dicho nos muestra, porque casi no hay diálogos. No es fácil ni cómoda.

La relación entre artistas y naturaleza siempre estuvo cerca. Pero tal vez ahora viene cargada de señales de emergencia. Esta semana, por ejemplo, Banksy conmovió a Londres con una serie de murales que parecen liberar animales salvajes por la ciudad. Algunos creen que el enigmático artista callejero buscó concientizar sobre la naturaleza humana. Hace poco intentó sensibilizar sobre el trato urbano de los árboles, derramando pintura verde sobre una pared para simular la copa de un cerezo que fue podado sin piedad en el norte de Londres.

¿El mal no existe? ¿El título de la película es una trampa? Hamaguchi aclara que su intención no es dar un mensaje sino expresar el mundo tal y como lo siente, incluyendo las cosas que no entiende, que son muchas. Menos una: “Si la película se llamara El mal existe a nadie le llamaría la atención. Es una forma de generar un debate».

Diana BaccaroEditora Jefa. Mesa Central dbaccaro@clarin.com

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