Convengamos que el entorno no ayuda. La Argentina terminó el año con el peor índice inflacionario de las últimas tres décadas, convirtiéndose en el país record del año 2023.
El más elevado de la región superando a Venezuela, aunque usted no lo crea. A pesar de tamaño fracaso hay que evitar cualquier tipo de regodeo. Primera lección, la política argentina alguna vez deberá convertirse en un ejercicio riguroso y responsable.
Está claro que más allá de cómo se dio el resultado electoral el diagnóstico central no hubiera cambiado un ápice: resolver los desequilibrios macroeconómicos acumulados durante décadas y estabilizar la economía. La única diferencia se hubiera planteado sobre el grado de implementación en la reducción del gasto público y el nivel de sinceramiento de los precios.
La política en estos últimos treinta días ha tomado una centralidad, que tiene cierta similitud al año 2002, que se refleja con un Congreso movilizado discutiendo en pleno mes de enero. El proyecto de reformas planteado por el Ejecutivo, que sufrirá modificaciones para ser convalidado, reafirma el escenario político que viene registrando nuestro país. Por un lado, el gobierno de Milei con sectores claves de la oposición y del otro al Kirchnerismo con la izquierda.
Acá aparece el rol de los gobernadores que en principio han tenido mayor éxito que los legisladores a la hora de negociar cambios. Si no hay mayor oxígeno para sus economías sus liderazgos entran en zona de riesgo.
El organismo estadístico INDEC reportó un crecimiento del 225% anual la Canasta Básica Alimentaria de una familia tipo. Ingresos de $495.798 para no caer debajo de la línea de pobreza y de $240.678 para no caer en la indigencia. Está de más aclarar que el dato representa un duro golpe. Ya que impactará fuertemente en el índice de pobreza y alimenta expectativas inflacionarias. ¿Dato mata cualquier relato, estamos de acuerdo?
La discusión que se ha planteado alrededor del DNU y la “Ley Ómnibus” ha sido interesante. No solo por lo que pueda resultar de su aprobación sino de qué modo pueda consumarse. Sobre qué nivel de apoyo pueda llegar a lograr o de los 664 artículos propuestos cuales quedan en pie. Lo que vimos esta semana en las jornadas de exposiciones con excepción del Kirchnerismo y Libertad Avanza el resto sufren una fragmentación importante. Por eso el interés esta semana se ha posado en cómo podrá amalgamarse la oposición no Kirchenrista.
Nadie quiere correr riesgos, ni mucho menos quedar pegado frente a la opinión pública de impedir que la gestión Milei avance. Lo que se vio en las distintas sesiones es como la economía argentina convirtió al Estado en un sinfín de kioscos donde cada uno pelea por pellizcar algo, al punto de haberlo quebrado y generado un 50% de pobreza, cuando todos sabemos que nuestro país podría encontrase en otra realidad bien distinta.
Con este marco el primer mes del gobernador Orrego lo transitó con mucho sigilo. Mirando de reojo el impacto local y no perdiéndole pisada al reordenamiento político que se irá reflejando en la Cámara de Diputados y sus futuros posicionamientos con vistas al 2025.
En campaña el gobernador planteó la necesidad de reformar el sistema electoral. El horno hoy no está para bollos por eso decidió momentáneamente dormir la iniciativa. Aunque cae de maduro que el bodrio de la Ley de Lemas en algún momento habrá que voltearla.
La gran preocupación pasa por la performance de la política económica y sus consecuencias locales. A diferencia de sus antecesores el viento a favor que puede recibir su gestión, en gran parte, va de la mano del resurgimiento minero en la provincia. No hay un estado nacional con la soja a u$s650 la tonelada, ni con el superávit fiscal del 2003 al 2008 y mucho menos con la posibilidad de transferencias de recursos para obra pública, viviendas, ATN o adelantos financieros del 2016. O con el plan de Obras Públicas lanzado en el 2021. Hoy la realidad del Estado el presidente Milei la ha definido bajo el slogan: “No hay plata”. Solo en diciembre ya se ha registrado una merma del 20% en las transferencias nacionales a las provincias.
No habló sobre un panorama de sangre, sudor y lágrimas ni anunció la existencia de la luz al final del túnel, solo ha marcado un plan de austeridad y responsabilidad de los recursos públicos, crear condiciones para seguir desarrollando la iniciativa privada y promover un marco político de apertura.
No habrá soluciones mágicas, ni lloverá mana del cielo. Este 2024 se avecina sin viento de cola, el crecimiento económico será bajo y con protesta social a la vuelta de la esquina. ¡Todo cambió!