Desde sus 23 años se moviliza en silla de ruedas a la que considerada su «trinchera para resignificar el mundo de las personas lisiadas». «Siendo bípeda o lisiada, al fin y al cabo la vida nos pasa igual», dijo.
Su libro es un canto a la vida sustentado en sus irreverencias, sus pensamientos políticamente incorrectos (o no) y el llano desafío a un sinnúmero de prejuicios sociales.
Flor incomoda con la misma energía con la que acuna propuestas de cómo vivir para personas con discapacidad, o reflexiona sobre el feminismo y describe la impotencia de habitar en ciudades que no están preparadas para la circulación de “todas, todos y todes”.
Periodista: ¿Hay diferencia en la forma de convivir con la discapacidad entre una persona que la tiene de nacimiento y alguien como vos?.
Florencia Santillán: La diferencia es absoluta. Yo transité de una forma, y con muchos privilegios, una vida durante 23 años, y de un día para el otro empecé a transitar el mismo mundo, pero con vulneraciones, deficiencias y exclusiones. Conozco los dos mundos y por eso puedo hacer ciertas lecturas que en otras circunstancias resultan más difíciles de lograr.
P.: En tu libro afirmás que derrotaste a la incertidumbre. ¿Cómo impactó eso en tu resiliencia luego de contraer la enfermedad?
F.S.: Es lo que más padecí desde que me enfermé porque estuve más de mil días sin diagnóstico, sin saber qué tenía y cómo evolucionaría.
Hoy, casi 8 años después, siento que la incertidumbre me sirvió para darme cuenta de que no siempre tenemos todo controlado, que planificar mucho a veces no sirve y que vivir pendiente del mañana puede no salir tan bien. P.: También utilizás conceptos bélicos como trinchera y batalla. ¿Sentís que librás una guerra?
¿Contra quién o contra qué?
F.S.: Estar en silla de ruedas es librar una batalla contra el capacitismo, la indiferencia, el olvido, la exclusión y los estereotipos porque nos enseñaron que la discapacidad está mal, que es un castigo o una vergüenza. Y contra eso lucho desde mi trinchera, que es mi silla de ruedas.
P.: ¿A qué te referís cuando hablás de la accesibilidad arquitectónica? ¿En qué medida se cumple en la Argentina?
F.S.: La accesibilidad arquitectónica es lo que te permite entrar, circular y permanecer en un espacio sin barreras con rampas, ascensores, baños adaptados o la señalética, entre otras cosas fundamentales para habitar las ciudades. ¿Qué pasa hoy en nuestro país cuando un bar no tiene acceso o baño para personas con movilidad reducida? ¡Absolutamente nada! No pasa nada porque nadie controla ni penaliza.Pienso en las cosas que se podrían hacer si se multara -por ejemplo- a quienes incumplen con las normas de accesibilidad y con esa plata se generaran fondos directos afectados a proyectos o iniciativas de la Agencia Nacional de Discapacidad. Lidiar con todo esto es sumamente cansador porque vivimos pidiendo permiso en situaciones que son súper comunes y habituales porque la falta de accesibilidad arquitectónica es un factor común en nuestro país. Hay ciudades en donde esa falta es más notoria, como en Villa Carlos Paz. Y otras tienen una accesibilidad mucho más marcada, como San Martín de los Andes, algunas zonas de la provincia de Buenos Aires o Córdoba Capital. Avanzamos mucho, también hay que remarcarlo, pero seguimos habitando ciudades que están lejos de ser accesibles
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