
“Lo cierto es que vivimos postergando todo lo postergable”, escribió Jorge Luis Borges, en el cuento “Funes el memorioso”. Un repaso de obras que se iniciaron o se proyectaron y jamás se cristalizaron.
Por Mario Minervino
Resulta difícil entender –o asumir— cómo edificios, calles y espacios que hacen a la historia local y que podrían ser sumamente útiles no puedan encontrar un destino, envueltos en marañas legales, a la espera de permisos que nadie parece estar enterado que tiene que otorgar, aguardando obras desde organismos que ignoran esa necesidad.
Los siguientes casos responden a distintas circunstancias, algunos llevan años recorriendo dependencias, escritorios y cajones.
Otros han quedado a medio hacer o duermen el sueño de los justos.
1-Piletas, árboles y un tanque para un surgente
En calle Zelarrayán al 2400 se ubica una apetecible manzana, adquirida en la década del 50 por Aguas Corrientes, organismo estatal encargado de dotar de agua potable a la ciudad.
Faltaban todavía 30 años para que se habilitara el complejo de Paso de las Piedras y uno de los recursos para disponer de agua la conformaban los surgentes, pozos que promediaban los 700 metros de profundidad y que captaban líquido de excelente calidad.
En este lugar se construyó en 1953 el pozo AC-5, cuyo caudal se conectó al acueducto de calle Aguado. Como el agua surge a 55º C, también se hicieron piletones para su enfriamiento y en 1958 un elevado tanque para almacenar un millón de litros.
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Con la habilitación parcial del dique, en 1972, la prestataria comenzó a desentenderse de todos los surgentes, que poco a poco fueron quedando fuera de operatividad, con sus instalaciones abandonadas por completo.
Hoy, este predio depende de la Autoridad del Agua (ADA), organismo provincial que no tiene plan ni propuesta alguna para el sector. Pero tampoco hace ni deja hacer. Nunca respondió al pedido de entidades vecinales por darle un uso comunitario al espacio, tampoco a la inquietud municipal para destinarlo a viviendas.
Sólo se ocuparon, hace algunos años, de tapiar la que fuera oficina administrativa para evitar que sea usurpada. Cinco décadas han convertido la zona en un símbolo de la dejadez y la indiferencia.
2-La avenida de bicentenario, una calle sin salida
En 2009 el entonces concejal Juan Pedro Tunessi dio forma a la ordenanza que autorizaba al Departamento Ejecutivo a proceder a la apertura y construcción de la bautizada “Avenida del Bicentenario”, en homenaje a los 200 años de la Revolución de Mayo.
Se trata, ni más ni menos, de una obra clave para mejorar la relación barrial, potenciar la zona de la estación de trenes y quebrar la falta de conectividad urbana.
Aquel año se licitaron algunos “trabajos preliminares”: se colocó un cartel de obra, dos máquinas se acercaron para la foto y… nada más. Un mini circo.
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La realidad es que ocupar esa franja de tierra que orilla las vías del ferrocarril entre Belgrano y Brandsen resultó un verdadero enredo y el proyecto de una avenida de doble mano, con cruces a nivel y obras complementarias no pasó del papel. Ni siquiera ayuda a empujar el proyecto saber que un privado aportará el 50% del dinero necesario.
Hay un esfuerzo desde la comuna por destrabar el conjunto de cuestiones legales, con el estado Nacional, con FerroExpreso Pampeano, con particulares, con vialidad, con la provincia. El proyecto lleva 15 años de espera, es joven, todavía puede haber esperanzas.
3-Un parque que es pura espuma
En 2013, luego de cumplir un engorroso paquete de trámites, planes y amagues, la municipalidad logró erradicar la denominada “Villa Quilmes”, mudando de terrenos usurpados en calle Montevideo y Brown a unas 43 familias que desde hace décadas los ocupaban.
Libre el lugar, vecino a la todavía existente chimenea de la industria que la empresa Quilmes montó a principios del siglo XX, se anticipó la idea de generar allí una gran plaza, un lugar de expansión y encuentro para los barrios del sector. También se consideró la propuesta de la UTN de instalar alguna dependencia académica.
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En diez años la municipalidad no ha logrado destrabar la maraña legal que tiene el lugar, donde conviven tierras del ferrocarril, de vialidad, de particulares y hasta de la Quilmes. Falta de papeles, de firmas y de respuestas es lo único concreto que se ha logrado hasta ahora.
4-Siete pisos para una penosa estafa
Debe ser la estructura de hormigón abandonada más añeja de la ciudad. Los siete pisos del fallido edificio de Chiclana y Pueyrredón.
En 1978 la obra alcanzaba su tercer losa y la Cooperativa de Consumo, Crédito y Vivienda limitada (Covisur) –responsable de su ejecución— hacía una alentadora publicidad en este diario. “Covisur adelante”, señaló, mostrando ese avance, “consolidando el porvenir en un presente a todo trabajo”.
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Unos meses después cancelaba el emprendimiento, dejando un tendal de familias que venía pagando una cuota con el sueño de tener su departamento. Han transcurrido casi 50 años. La obra demoró décadas en vericuetos legales hasta salir a la venta.
Propiedad de un particular, los rumores sobre el sitio son varios. Algunos mencionan fallas estructurales, otros hablan de una supuesta inclinación de las columnas. Lo cierto es que no ha habido interesados en completar el emprendimiento mientras que la municipalidad ha puesto hace tiempo sus ojos en el sitio y analiza posibles alternativas y caminos para modificar la situación.
5-El mecánico de un campeón del mundo
En la avenida Colón al 700 se ubica el abandonado local que ocupara Luis Reale e Hijos, firma especialista en rectificaciones y tareas mecánicas. Reale tomó su primer trabajo en 1950, atendiendo el Chevrolet 25 de la casa P. y L. Forgue, de Brown y O’Higgins.
La firma se hizo de un nombre y ganó un prestigio. Hasta allí llegó un día el quíntuple campeón mundial de Fórmula 1, Juan Manuel Fangio, para que le arreglaran la corona y el piñón de su voiturette Buick.
Fue el inicio de una amistad con Reale que duró toda la vida. También en el lugar se atendió el singular pedido del ingeniero Walter Daub, quien le encargó la fabricación de un “cohete-pescador” que luego utilizaba al ir a pescar para lanzar la tanza a una distancia determinada.
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En la década del 90 el sitio comenzó a tener inconvenientes por la contaminación, consecuencia de años de utilizar sales de cromo. La remediación del suelo exigía un procedimiento de un costo elevadísimo y la quiebra de la firma demoró todo tratamiento.
El inmueble fue finalmente adquirido por un privado, está saneado y sólo resta que encuentre su destino. Una curiosidad adicional: con algunas de las letras del cartel que la firma tenía sobre la avenida se armó la palabra “Montaje” que puede verse en una de las paredes de un derruido galpón de Brickman y Blandengues.
6-Los fantasmagóricos pabellones del Policlínico
Siguiendo esa línea de acción fatídica que indica que una vez que se habilita algo nuevo inmediatamente lo viejo deja de ser útil, los pabellones fundacionales del hospital Penna -–en Laínez 2400– cayeron en un completo abandono apenas el establecimiento dispuso de nuevas instalaciones.
El Policlínico, tal su denominación original, fue habilitado en 1932 en un predio de 14 hectáreas donado por Luis Godio. Siguiendo las normas sanitarias de la época, se organizó en pabellones independientes, siete en total, más dependencias para lavadero, morgue, oficinas, caballeriza, comedores y cocina.
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En 1938, buscando mejorar su funcionalidad, los edificios se unieron mediante espaciosos pasillos cerrados que serpentean por el terreno. Cuando a mediados de los 80 se inauguró el nuevo hospital, el complejo comenzó su camino a la ruina.
Algo inentendible considerando su calidad constructiva y la siempre necesidad de espacios. Recorrer el sitio hoy es descubrir espacios fantasmagóricos, pasillos desolados, paredes grafiteadas.
Salvo alguna propuesta aislada perdida en el tiempo, nada ni nadie pareciera que modificará el penoso estado de semejante estructura.
7-La esquina con un cóndor audaz
Pocas cuadras de la ciudad pueden lucir un portal arquitectónico tan impactante como el inicio de la calle Vicente López, con los edificios del club Argentino y del ex banco Hipotecario Nacional.
Mientras el primero mantiene su uso, el segundo lleva 15 años desocupado. La entidad bancaria lo dejó en 1991, y al poco tiempo lo ocupó la DGI, reconvertida luego en AFIP.
Inaugurado en 1926, el edificio –propiedad todavía del banco– muestra líneas historicistas, con toques de la arquitectura clásica, un águila en su remate, hermosos vitrales en su interior, pisos de madera, escaleras revestidas con mármol de Carrara.
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En 2017 se puso en alquiler y/o venta. Apenas algunas consultas y nada más.
Luego se retiró el cartel que daba cuenta de esa acción pero se siguen esperando interesados. Son 3 mil m2, se habla de 3,5 millones de dólares de precio de venta y en 2020 su alquiler rondaba los 800 mil pesos mensuales.
“Hay que encontrarle novio”, mencionaron desde la inmobiliaria a cargo. Parece condenado a la soltería.
8-Un camino largo que baja y se pierde
En la década del 60 las sociedades de fomento y varias entidades locales unieron sus voces para pedir que se encerrara al arroyo Napostá dentro de un conducto de hormigón.
Proceder a su entubado fue la solución considerada adecuada para un curso de agua maloliente, cargado de basura, usado como desagüe industrial, carente de todo mantenimiento.
La obra tuvo un inicio simbólico el 11 de abril de 1978 y se terminó a fines de los 80. El curso de agua desapareció de la vista entre calles Casanova y Estados Unidos. Trocó cielo abierto por losa de hormigón.
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Pero la obra tenía una segunda parte: convertir el conducto en una gran avenida, con árboles y espacios recreativos. Esa obra fue pronto considerada inviable, por costos y complejidad.
Resultado final: la ciudad resignó su curso de agua y hasta hoy el entubado es un discontinuo con paseos, calles parciales y tramos sin uso. Una intervención urbana que muchos hoy lamentan, que redujo la capacidad de transporte de un arroyo que nunca se terminó de encauzar.
9-Un peso pesado que disimula su existencia
La estructura de hormigón armado pasa casi desapercibida, pese a sus tres pisos de altura y sus 60 metros de desarrollo sobre la peatonal Drago, llegando hasta la esquina de Donado.
Fue construida hace unos 35 años con la idea de desarrollar allí un appart hotel. Un proyecto que no logró superar la etapa de la estructura.
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Sus propietarios no tienen planes de terminarlo, están abiertos a propuestas y hasta comentan que es una estructura sobredimensionada, capaz de soportar sin inconvenientes cualquier tipo de uso.
Por ahora no tiene destino. No resulta agresiva al paisaje, como si su escala le permitiera pasar inadvertida, con un toque de diseño en algunas vigas, casi un estudiado remate de una planta baja comercial.
10-Una casa y un instituto perdidos a fuego lento
En octubre se cumplirán diez años del incendio, intencional, que dejó fuera de funcionamiento el instituto creado en 1942 para alojar menores con cuestiones judiciales, “El Vergara”, según se lo llamaba, en memoria del ex intendente municipal y gobernador Valentín Vergara.
Antes de tener ese destino el caserón fue residencia familiar de William Harding Green, gerente del Buenos Aires al Pacífico (BAP). Disponía de 14 habitaciones ordenadas alrededor de un patio central cubierto, un gran comedor, cocina, grupos de baños y patios laterales con eucaliptus.
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El fuego consumió el inmueble, lo dejó poco menos que inservible, y desde hace una década se espera una respuesta desde la provincia, titular del bien, responsable de disponer de un nuevo centro de contención. Diez años de nada, de silencio.
La consecuencia de depender de funcionarios que están a 600 kilómetros, que se renuevan, que ignoran lo ocurrido, que no les interesa. En este tiempo el lugar ha seguido perdiendo sus partes. Faltan cabreadas, se perdieron chapas y otros elementos. Cada vez queda menos.
11-Bonus track: Las obras eternas
Fuera del variado listado anterior, sobre el cual todavía se puede mantener una luz de esperanza, existen proyectos centenarios que corresponde englobar en otra categoría, que permita mantenerlos vigentes pero asumiendo su carácter de utópicos.
Son los casos de la creación de una Nueva Provincia, con Bahía Blanca como capital; del Trasandino del Sur, tendido ferroviario entre el puerto local y otro en Chile; de un embalse del arroyo Napostá y de traer agua desde el río Colorado.
Un siglo de planteos y espera es por demás adecuado y prudencial para asumir que, como buen escribió Calderón de la Barca, que “los sueños, sueños son”.