En plena cosecha de soja, se derrumbó el ingreso de camiones a las terminales portuarias del Gran Rosario y las plantas procesadoras se vieron afectadas en su trabajo; el drama de los transportistas que realizan pocos viajes
ROSARIO-. En las playas de camiones de las plantas procesadoras de soja y otros productos del polo agroexportador del Gran Rosario reina el silencio y se genera un vacío infinito. La imagen y el escaso ruido del megáfono, que cada tanto llama a una unidad para descarga, retumba en el suelo y evidencia la desolación que se genera en el principal clúster del país. Las historias de los conductores, que muestran a flor de piel sus penurias, son el reflejo del impacto de la sequía, que va a dejar fuertes pérdidas desde los productores agropecuarios hasta las industrias, que ya sienten un fuerte cimbronazo. Como pudo observar LA NACION durante una gira por plantas del mayor complejo de molienda de soja del mundo, las empresas hoy tienen un 74% de capacidad ociosa y prevén que esto se vaya a recrudecer en menos de 20 días. En el polo agroexportador se hicieron millonarias inversiones que lo fueron convirtiendo en el más moderno del mundo.
El conteo de camiones en una de las playas más grandes de Sudamérica, que pertenece a una compañía del rubro, no supera los 30 entre los que ingresaron a descargar y cargar para la exportación. En otra playa se llega a 300. Pero en dos semanas el número sería cero.
Por la sequía, este año el procesamiento de soja se ubicaría en 27 millones de toneladas, un 58,7% menos que en 2016, cuando se alcanzó el récord de 46 millones de toneladas. La molienda prevista sería la menor en 18 años, como estimó recientemente la Cámara de la Industria Aceitera y el Centro de Exportadores de Cereales (Ciara-CEC). Vale recordar que las proyecciones de cosecha de la oleaginosa están en 22,5 a 23 millones de toneladas, por debajo de los 42/43 millones de toneladas del ciclo agrícola pasado. En el primer trimestre del año se molieron 5,5 millones de toneladas de la oleaginosa, cuando en igual período de 2022 ese número fue de 8,1 millones de toneladas y de 9,4 millones en 2021. Más allá de los números, las enormes celdas de almacenamiento vacías hablan por sí solas.
El viernes pasado, a las 9.20 caía una leve llovizna sobre la localidad rosarina de General Lagos, donde está la primera planta que recorrió LA NACION. Las gotas de agua salpicaban las líneas de porotos de soja que dejaban los pocos camiones en las calles internas. En las plataformas de descarga el trabajo estaba ralentizado. “La industria la está pasando mal y lo va a pasar mal, pero lo va a morigerar importando soja de Brasil, Paraguay y Bolivia [hay una previsión de 10 millones de toneladas], pero el transporte está en una situación tremenda”, contaron a este medio.
La sequía, que ocasionará pérdidas de divisas para el país en torno de los US$21.500 millones, según calcularon en el Centro de Exportadores de Cereales (CEC), ha dejado un escenario desolador que “no solo impactó en la cantidad, sino en la calidad”. Es aquí donde la cantidad de camiones y la calidad de los granos que llegan juegan un papel preponderante. “¿Nada tenés? ¡Aguantame uno!”, “se necesita un camión con soja por la fila 5″, son las frases que se escuchan en las plantas y que evidencian el escenario catastrófico que va a impactar en la economía del país.
Las playas tienen una capacidad instalada cercana a los 2000 camiones para épocas normales y de gran cosecha; en todas hoy están ingresando a descarga alrededor de 300 por día. En el primer trimestre de 2023 llegaron a los puertos del Gran Rosario 157.294 camiones, según los datos del sector. Esto representa una caída del 63,36% respecto de 2022, cuando se descargaron 429.323 unidades en ese tiempo. “Si ustedes querían saber lo que era la sequía, acá tienen”, remarcaron en las fábricas visitadas.
La inmensidad de las celdas que en épocas de grandes cosechas pueden almacenar entre 100.000 y 300.000 toneladas solo es comparable a el vacío que se ve en una escena de la película Todopoderoso, de Steve Carell, cuando le da la bienvenida a todas las especies de animales al Arca. A lo lejos se refracta una pequeña luz que señala el lugar desde donde pende una pala mecánica para remover las 20 mil toneladas que hay de trigo en la celda más grande.
Las frases y comparaciones del movimiento con años anteriores se emplean para reflejar, incluso, la cantidad de barcos que aguardan en sus respectivos puertos: en una planta es cero. Las mangas que penden de las cintas que trasladan la mercadería desde el interior de una de las plantas a los barcos están ociosas. En épocas normales se carga un barco por día de no menos de 30.000 toneladas. Ahora eso se hace cada tres días.
“La industria aceitera está atravesando uno de los peores momentos de la historia con una fuerte caída en la molienda, causada por la sequía más grave de los últimos 70 años. A esto se le suma un precio internacional que no puede aumentar, porque Brasil tiene una supercosecha y un mercado cambiario extremadamente volátil que lo condiciona muy fuerte”, dijo Gustavo Idígoras, presidente de Ciara-CEC.
Frente a este escenario, Idígoras recordó que las industrias vienen advirtiendo sobre “la alta probabilidad de que las fábricas puedan adelantar paradas técnicas durante plena campaña de la cosecha gruesa, por esta situación”. Este procedimiento normalmente se hace entre diciembre y enero, cuando hay menor actividad y dura aproximadamente un mes. “Una vez que esas paradas técnicas empiecen se va a limitar mucho la posibilidad de oferta de soja, por tanto, el mercado de soja, vinculado con la molienda, depende de estas situaciones. Hay que evaluarlo día tras día”, sintetizó.
Impacto
A 60 kilómetros, en un puerto de Timbués, dos barcos aguardan a ser cargados con mercadería de una de las fábricas procesadoras, que en su interior alberga tres líneas de molienda de 11.000 toneladas. De allí sale un buque a diario sea con biodiésel, lecitina y harina de soja que se exportan al mundo.
En su interior, las fábricas cuentan con un sistema informático de control que monitorea, entre otras variables, la humedad, fibra y materia grasa, en base con los análisis de la calidad del grano que está ingresando a la planta. A raíz de la mala calidad de la soja, explicaron, las fábricas tienen que cambiar la situación cada tres o cuatro horas, para alcanzar los estándares de calidad exigibles en los productos.
El testimonio en primera persona
Pablo Juárez es de la localidad de Monte Buey, Córdoba. De allí trae granos a las distintas terminales portuarias en Timbúes y Arroyo Seco. Llegó a las 7 a una de las fábricas del Gran Rosario. Contó que hay mucha diferencia en la cantidad de viajes que realiza ahora y los de años anteriores.
“Venías a esta, que es la playa de camiones más grandes de Sudamérica, y tenías un montón esperando para descargar; ahora está prácticamente vacía. Eso significa que nosotros estamos viajando un 70% menos de lo normal, en comparación con la cosecha del año pasado”, expresó.
El transportista mueve mercadería hacia los puertos desde hace más de 20 años. “Nunca viví una sequía semejante, para colmo, está pronosticado que si no llueven unos 200 mm ahora, no se va a poder sembrar trigo. Así que es mucho más negro el panorama de lo que creemos”, indicó. Esto no solo repercute en las industrias, sino que es transversal en toda la cadena. “Nosotros ganamos mucho menos; si bien las tarifas han aumentado no tenés cantidad de viajes y es muy difícil. Esta semana hice tres viajes desde mi zona al puerto, cuando normalmente hago seis por semana”, precisó.
Miguel, un jubilado de Gualeguaychú, Entre Ríos, cuyo apellido no reveló, llegó desde la madrugada con trigo al puerto. El conductor resaltó que llevan el cereal en plena campaña de soja, porque “es lo que hay” y tampoco “hay mucho más para traer”.
“Hay un parate de aquellos, además, están muy caros todos los insumos; los costos del transporte han explotado”, dijo. Antes, contó, viajaba más seguido al puerto. “Venía siete u ocho veces en plena campaña y ahora vengo dos veces. Hay algunos que vienen más y otros menos”, completó.
Para amortiguar los gastos, explicó, suele regresar con fertilizantes a Entre Ríos. Pero ahora la mayoría de las veces vuelve con el camión vacío. “Ahora está muy, muy parado todo. Esperemos que cambie, si no no sé qué va a pasar. Yo hablo como conductor, pero el dueño la está pasando mal”, amplió.