Hay chances de más que duplicar el volumen que se va a obtener en la actual campaña, afectada por la sequía. Pero, ¿qué debería cambiar?
Eso es lo que le pasa a la producción agrícola argentina cuando se la compara, por ejemplo, con la brasileña.
En lo que va del siglo, la cosecha nacional de granos no ha logrado despegar en la misma forma que lo hizo en el vecino país. Mientras en los últimos 20 años la producción brasileña pasó de 120,2 millones de toneladas al récord en la actual de 310,6 millones de toneladas –con un aumento del 158%–, en el país los números de desarrollo son muy inferiores.
En 2002, la agricultura argentina aportaba alrededor de 65 millones de toneladas, volumen que tuvo su máxima expresión en la campaña 2018/2019, con 142 millones de toneladas; significó 118% más.
Lo llamativo es que a partir de ese período, la producción fue descendiendo hasta llegar a la actualidad, cuando, por incidencia del clima, se van a recolectar 82,8 millones de toneladas.
CUÁLES SON LAS RAZONES DE ESTA CAÍDA
Si bien la presencia de La Niña en las últimas tres campañas, como fenómeno que aporta lluvias por debajo de lo normal, fue protagonista, la falta de políticas de estímulo a la producción también quitó incentivo.
En las últimas dos décadas, Brasil ha tenido seis administraciones diferentes (Fernando Henrique Cardoso, Lula da Silva, Dilma Rousseff, Michel Temer, Jair Bolsonaro y en la actualidad nuevamente Lula da Silva), pero el rumbo de los agronegocios no sufrió modificaciones. Es considerado, con matices, una verdadera política de Estado.
En Argentina, mientras tanto, en el mismo período el sector se vio sometido a una política de stop and go (pare y siga) que afectó su rendimiento.
En un reciente seminario, la Fundación Producir Conservando, entidad que desde hace 30 años viene llevando a cabo las proyecciones del sector granario argentino con marcada precisión, identificó cuáles son las razones del estancamiento de la producción argentina.
Las retenciones a las exportaciones y la intervención comercial sobre los cereales han sido determinantes para que en los últimos años se volviera a estancar la cosecha, admitió Gustavo López, analista agrícola de la fundación.
A tal punto que el período de mayor “liberación comercial” de los últimos 20 años -que fue el ciclo 2018/2019, cuando no había retenciones a los cereales y con un gravamen para la soja de 26% hasta agosto de 2018- coincide con la mayor producción histórica de granos en el país.
Hasta mediados de la década pasada, la soja ocupaba 70% del área sembrada en el país, participación que comenzó a equilibrarse con el cambio en los aranceles de exportación para el trigo y el maíz.
LAS CHANCES DE REVERTIR LA SITUACIÓN
De cara al futuro, la fundación vuelve a pronosticar un aumento en la producción, aunque advierte que para ello se deben dar algunas condiciones, más allá de lo que imponga el clima.
Para el final de la presente década, la entidad ensaya dos proyecciones posibles para el desempeño de la agricultura nacional.
La primera, a partir de privilegiar un modelo de producción con trigo y maíz, que apunta a una cosecha total de 165 millones de toneladas en 2030. La otra, con un mayor protagonismo de la soja, que permitiría alcanzar los 175 millones de toneladas.
“Esto será posible eliminando restricciones que vienen teniendo vigencia desde 2002″, condiciona López.
Esa lista incluye la necesidad de una estabilidad cambiaria y una nula interferencia del Estado a través de distorsiones de precios, cupos, restricciones al comercio y dejar sin efecto los “volúmenes de equilibrio” para la exportación.
Si bien se sabe que la eliminación de las retenciones a los granos –en especial a la soja– no podría efectivizarse en una primera etapa, el objetivo debería ser ir hacia un esquema de reducción paulatina.
En lo productivo, será necesario recuperar el área con siembra directa en distintas zonas, mejorar la reposición de nutrientes y lograr el reconocimiento de la propiedad intelectual en semillas.
Según el asesor agrícola de la fundación, un nuevo marco legal para el uso de la tecnología contribuiría a mejorar los rendimientos físicos.
Una mayor producción de granos demandará también de reformas estructurales en los próximos años. Para ello, habría que generar las condiciones para aumentar la capacidad de almacenamiento, de transporte, de industrialización y de procesamiento; además de una mayor y mejor logística de embarque.
De esta manera se podrían obtener ingresos comerciales, según los pronósticos de la fundación, de hasta U$S 60 mil millones por año. Representaría 43% más que el récord de U$S 42 mil millones logrado por las exportaciones del sector en 2021/2022