En un año electoral como el que se comenzó a transitar hay que cambiar viejos métodos propagandísticos como el de las pegatinas para cuidar la estética de la provincia.
La pegatina política es uno de los recursos más utilizados en las campañas electorales para promocionar a los candidatos de las distintas fuerzas políticas. Suele comenzar en lugares estratégicos como sitios asignados especialmente para la colocación de los afiches pero, con el correr del tiempo, avanza por todas partes haciendo que la ciudad o centros urbanos departamentales se vean afectados en su estética.
Es un hecho que junto a la pegatina se desarrollen otras actividades como la colocación de carteles colgantes en la vía pública, que además de provocar una gran contaminación visual son muy peligrosos en días de viento ante la posibilidad de caerse sobre automotores o transeúntes. También están los graffitis que pueden tener connotaciones políticas o ser simplemente expresiones culturales de algunos grupos etarios que recurren a estas manifestaciones que por lo general terminan afeando determinados lugares como edificios públicos, monumentos, y sectores emblemáticos de los centros urbanos. Todas estas prácticas tienen una doble sanción posible, por un lado la dispuestas por las normas municipales en vigencia que prevén multas por colocación indebida de carteles y afiches, o pintadas en la vía pública, y por otra la que surge de la comunidad que rechaza todo este tipo de expresiones por constituirse en un avasallamiento contra las buenas costumbres de la sociedad.
Las pegatinas cuando no se realizan en lugares estipulados o autorizados por los respectivos municipios terminan ensuciando la ciudad o la vía pública, ya que se utilizan cualquier soporte para colocar un afiche. En ese sentido hay que evitar, mediante controles bien definidos, que cualquier pared que de a la vía pública, ya sea de organismos estatales o de particulares, sin la autorización debida, se utilice con total impunidad, sin que los frentistas tengan la posibilidad de reclamar por esta acción.
Los centros urbanos no pueden verse invadidos por este tipo de promoción política, como ha ocurrido en otras ocasiones, sabiendo que después se hace muy difícil la limpieza de esos lugares, como queda demostrado en algunos sectores de la ciudad o departamentos del Gran San Juan en donde todavía quedan vestigios de campañas electorales anteriores, con leyendas y slogans que las distintas fuerzas política han utilizado históricamente a través del tiempo, sin que nadie haya logrado posteriormente que los saquen o eliminen.
La contaminación visual ocasionada por afiches y carteles incide en las características de cada centro urbano modificando sus particularidades y hasta la paleta de colores de cada ciudad, un aspecto estético que hay que preservar ya que está estrechamente vinculado a la idiosincrasia del pueblo sanjuanino.
En esta campaña que se aproxima, hay que evitar estos desbordes provocados por papel y engrudo que en nada contribuye con promocionar ideas y que ensucia el ambiente de una forma irremediable.
Editorial Diario de Cuyo