Un desarrollo experimental de Aapresid busca adaptar el cultivo al norte de la región para aprovechar su aporte a la materia orgánica
La soja empieza a instalarse en los planteos agrícolas del norte de la Patagonia por su importancia en la reposición de nitrógeno y de materia orgánica (MO) en los sistemas de producción.
En una de las charlas del ciclo Agenda Aapresid realizada recientemente, Magalí Gutiérrez, de la Chacra de Valles Irrigados en Norpatagonia (VINPA) de Aapresid, expuso los últimos avances experimentales del cultivo.
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Un informe de Aapresid explica que, geográficamente la Chacra VINPA comprende la zona del Valle inferior del Río Negro, Valle Medio y Valle de Conesa, a orillas del Río Negro. “Es una región caracterizada por muy bajo contenido de MO (1% en los 0-20 cm del perfil), y con suelos de escasa evolución. De allí radica la necesidad de incorporar leguminosas como la soja, que no sólo representa una ganancia para el suelo sino también ofrece una rentabilidad económica”, señaló.
La soja se usa como cultivo de primera que ingresa en las rotaciones detrás de maíces de alto rendimiento, en una ventana ambiental acotada pero con muchísima oferta de luz, radiación y recursos, explica el informe. “Nos dedicamos a trabajar en su ajuste de manejo para hacerla rendir al máximo; como otros, es un cultivo bajo riego y eso tiene un costo, por lo que lograr mejores rindes permitiría cubrir esos costos de producción”, dijo Gutiérrez.
La experta explicó que comenzaron a trabajar con Grupos de Madurez (GM) III, como el 3312 y el 3313 que eran los más cortos que ofrecía el mercado. “Estos GM sembrados a principios de noviembre comienzan la floración a fines de enero y ubican el llenado de vainas en marzo donde la radiación y las temperaturas decaen notablemente. El resultado es un bajo peso de 1000 en los granos, vainas abortadas, y mucho volumen de biomasa que no abastece al llenado. Eso motivó al equipo a probar sojas más cortas y en conjunto con el INTA se puso en marcha una experiencia con grupos de 03 a III traídos de Minnesota para compararlos con los testigos conocidos. La primera observación clara fue que cualquier soja menor al GM III mejoraba el posicionamiento del período crítico en la ventana ambiental y esto se traducía en mejor rendimiento, siendo los GM 1.8 a 2.5 los de mejores resultados”, sostuvo. Este primer ensayo fue en micro parcelas, bajo riego y ambiente controlado, el próximo paso es testear a campo materiales del GM II al III que algunas empresas están empezando a colocar en el mercado, precisó.
Estrategias de manejo
Respecto de las estrategias de manejo más adecuadas para lograr buenos rendimientos, señaló que “los GM que se están usando tienen mucha capacidad de ramificación, por lo que densidades de 300 plantas logradas es un objetivo alcanzable para reducir la generación de biomasa”. Según Gutiérrez, “la mejor práctica es sembrarlos lo más temprano posible, evadiendo las heladas de fin de octubre y lograr emergencias para los primeros días de noviembre. De esta manera se alcanzan rindes promedio de 4000 a 4500 kilos”.
A su vez, los niveles de fertilidad no representan un estrés significativo; los suelos están bien provistos de fósforo y se suele usar 150 kg de Superfosfato Simple (SFS) como reposición. “La clave para estos sistemas es el manejo del agua del suelo y para ello la estrategia consiste en sostener un nivel de humedad del 50% de Agua Útil (AU) en los estadíos iniciales y entre un 60% y 75% en períodos críticos”, indicó.
“Con las sojas ultracortas el período vegetativo es menor, florecen a principios de enero y la experiencia indica aumentar la densidad a 400 o 450 plantas logradas para captar más radiación y llegar al período crítico con el suelo completamente cubierto”, informó. Gutiérrez puntualizó que el desafío para la próxima campaña es conseguir GM bien cortos para las pruebas a campo.
El mayor interés de la Chacra es dar el salto en conocer las sojas más adecuadas para la región. “Aún estamos en la etapa experimental, tenemos que continuar conociendo estos germoplasmas”, señaló la experta. “Hoy los maíces están dando rindes en seco de 17.500 kilos y es necesario incorporar todo ese rastrojo. El aporte de nitrógeno de las leguminosas para reducir ese volumen es vital y la soja, combinada con otras prácticas, es estratégica para la sustentabilidad de los sistemas productivos”, concluyó
– LA NACIÓN Campo