Campo y Gobierno

Los tiempos de la política no sintonizan con la dinámica agrícola
El campo mantiene el aporte récord de divisas pero la incertidumbre atrasa las ventas de la cosecha de soja.

Los productores agropecuarios toman decisiones en función del contexto, como cualquier actor económico, y la actividad está´condicionada por las señales del Gobierno.

Cuando parecía que la interminable serie de suspenso sobre el “dólar-soja” iba a comenzar otra temporada, el feriado nacional que dispuso el Presidente dejó a Sergio Massa sin el día hábil en el que anunciaría un 35% de mejora al precio de la oleaginosa, según las señales que fue dando en la semana.

El jueves a la tarde, horas antes del intento de atentado contra la vicepresidenta Cristina Kirchner que «paralizó» al país, el ministro de Economía insinuó ante la mesa de enlace que durante septiembre la soja pasaría de valer $52.000 a alrededor de $70.000.

Todo indicaba que Massa anunciaría el cambio este viernes, como parte de lo que mostraría en su gira por Estados Unidos para defender la marcha de la economía ante el Fondo Monetario Internacional (FMI) e inversores globales.

Sus interlocutores se convencieron de que antes de armar las valijas para volar a Washington dejaría establecido un mecanismo de liquidación de divisas que pueda darle un aura de solvencia en el centro financiero global.

Cuenta como base con el ingreso de divisas agroindustriales récord de cualquier agosto (US$3.387 millones) y de los primeros 8 meses de un año (US$25.696 millones) desde que se tienen registros. Sucedió a pesar de que se llevan comercializadas 5,8 millones de toneladas menos de soja que el año pasado (20,3% menos si se comparan las 22,7 millones de toneladas vendidas este año respecto de las 28,5 millones de toneladas del ciclo previo).

En ese sentido, el presidente de la cámara de agroexportadores (CIARA-CEC), Gustavo Idígoras, advirtió que bajó mucho el ritmo de ventas de granos en las últimas semanas, lo cual agudizará los ya magros registros de comercialización y probablemente impacte en un resultado diferente, inferior, en la liquidación de divisas de este mes.

Sin embargo, Massa y el secretario de Agricultura, Juan José Bahillo, siguen emitiendo señales de que en algún momento ofrecerán mejores condiciones a los productores de soja y de otras economías agroindustriales, desde el maíz hasta las frutas de pepita.

Las reiteradas promesas aún no se traducen en hechos. Y la incertidumbre redunda en una menor comercialización.

Con todo, vale la pena aclarar que a pesar de la sensación generalizada de que los dólares no alcanzan, la agroindustria sostiene el «barco a flote»: la liquidación récord de divisas viene contrapesando la balanza comercial negativa por las importaciones de gas y gasoil. Y la corrección del error de cálculo sobre el biodiesel permite otro ahorro significativo, además de evitar el desabastecimiento. (Ver Embuchados en dólares… para paliar la mala praxis energética).

Es muy sintomático, en relación a las lógicas comerciales y los tiempos políticos que el “dólar -soja” implementado hasta ahora por el Banco Central no haya movido la aguja: por ese mecanismo habrían ingresado sólo US$27 millones, según informó el Banco Central.

Los resultados del actual “dólar-soja” reflejan que los que operaron con esa posibilidad sólo captaron un 25% de los billetes norteamericanos que tenían disponibles. Eso dejó en evidencia que las inquietudes determinantes de los productores tienen que ver con los datos centrales de la macroeconomía, desde la brecha cambiaria hasta la desconfianza y los presagios devaluatorios: los que vendieron lo hicieron para pagar costos y gastos, no por un incentivo a cambiar granos por dólares.

Al respecto, la asociación de la cadena de la soja (Acsoja) evaluó que este tipo de “parches no solucionan los problemas de fondo”, y advirtió que “medidas aisladas y de corto plazo generan distorsiones en el trabajo cotidiano y dinámico”.

La gran pregunta es si los productores venderán la soja con ese eventual 35% de mejora. Porque, aun con ese «incentivo», los eventuales $70.000 le rendirían a los agricultores argentinos menos de la mitad del valor a “dólar-billete” que reciben sus pares de los demás países: un productor uruguayo, paraguayo o brasileño recibe el equivalente a $150.000 por el mismo fruto de su trabajo.

Esa diferencia tiene que ver con las regulaciones del Estado argentino vía retenciones y tipo de cambio, que entrega por cada tonelada de soja que sale del puerto a razón de 250 sobre los 540 dólares de la cotización internacional.

Aunque, evidentemente, entiende las inquietudes del sector privado, el hombre fuerte del Gobierno juega al límite de los plazos y se maneja con el suspenso propio de las visiones estatales.

La cadena agroindustrial tiene otra dinámica y no sintoniza con los tiempos políticos. SIgue trabajando a un ritmo incesante, condicionada por la biología y el clima. No para, aunque podría tomar un mejor envión, en beneficio de todo el país y su gente, si las regulaciones fueran menos intervencionistas.

En estos días no sólo entran en juego las liquidaciones de granos de este mes y de los que vienen «hasta el Mundial», sino también las inversiones agronómicas para que en el próximo otoño haya más dólares de la campaña agrícola en marcha, cuya cosecha determinará la economía, y la política, en 2023

– Clarín Rural