¿Existe la dicotomía cultura versus mercado? El futuro de las industrias culturales como motor de la economía

Con la progresiva recuperación pospandemia, el universo de la producción vinculada a la cultura vive un nuevo auge en materia de apoyo estatal para formalizar, ampliar y exportar la actividad del sector.

Industrias culturales, ilustración de Martín Kovenksy

A mediados de mayo, el Mercado de Industrias Culturales Argentinas (Mica) se desarrolló durante cuatro días en el centro Cultural Kirchner de la ciudad de Buenos Aires.

Durante esas jornadas del Mica, más de cuatro mil representantes de 15 sectores de las llamadas “industrias culturales y creativas” (audiovisual, artes visuales, circo, danza, diseño, editorial, folklore, gastronomía, hip hop, infancias, música, música académica, tango, teatro y videojuegos) se reunieron con el objetivo de generar oportunidades para sus emprendimientos. Entre otras actividades, unas 12 mil rondas de negocios conectaron a compradores nacionales e internacionales con artistas y gestores de todas las provincias.

En ese sentido, la pregunta en torno a la evolución y el impacto de uno de los sectores históricamente más subvalorados de la economía parece haberse actualizado con información fresca. La foto que pudo sacar el Mica en su regreso a la presencialidad muestra, por caso, la creciente importancia en términos de generación de riqueza que tiene el rubro cultural en sentido amplio, desde la producción de bienes intangibles, como la música o el teatro, hasta el desarrollo de la industria de los videojuegos, el hip hop o la gastronomía.

Ahora bien, ¿qué horizonte se dibuja en un mediano plazo para la que es la principal fuente de empleo joven a nivel nacional? ¿Cómo se piensa, desde el Estado, el desarrollo productivo de este tipo de disciplinas? ¿Sigue existiendo, acaso, la dicotomía cultura vs. mercado?

Los Caligaris en el Mica 2022
Mica 2022: Los Caligaris, la frutilla del postre de un evento con gran presencia cordobesa
LA DIMENSIÓN ECONÓMICA DE LA PRODUCCIÓN CULTURAL
Las industrias culturales fueron el tercer sector de la economía más afectado por la pandemia en la primera mitad de 2020. Según el Sistema de Información Cultural de la Argentina (Sinca), la producción vinculada al universo cultural cayó un 27 por ciento en esos dos primeros trimestres, sólo superada por la construcción y el sector gastronómico y hotelero.

Para contrastarlo con otros hitos, basta decir que fue su peor crisis desde 2001. Sin embargo, dos años después es uno de los ámbitos en el que la recuperación esperada con la normalización sanitaria puede palparse de manera más directa.

Así lo sugiere también Lucrecia Cardoso, secretaria de Desarrollo Productivo del ministerio de Cultura de la Nación y principal vocera del Mica. “La cultura produce sentido, identidad y patrimonio, y también produce economía”, sostiene la funcionaria casi como un mantra. Según cifras oficiales, el sector cultural registró en 2020 un valor agregado bruto (VAB) que equivale al 2,4 por ciento del VAB del total de la economía.

Para ponerlo en contexto, este indicador mide el valor del conjunto de bienes y servicios que se producen en un país durante un período de tiempo, menos impuestos indirectos y consumos intermedios. En uno de sus peores años en términos históricos, la participación de la cultura fue similar a la del sector energético (electricidad, agua y gas; 2,4 por ciento). En ese mismo período, el empleo vinculado a la cultura representó el 1,7 por ciento del total del trabajo privado en el país. Hasta la llegada de la pandemia, eran un total de 310 de mil puestos de trabajo directos, sin contar otras actividades derivadas.

Cardoso aporta un ejemplo concreto: “Casi todos, cuando hablamos de cultura, nos referimos al hecho artístico y pensamos esa dimensión. Pero en un programa de televisión queda muy claro. Hay dos personas delante de la cámara y 20 atrás. Y atrás de esas 20 hay quienes prestaron logística para eso. Estamos hablando de una actividad productiva muy importante porque todo es valor agregado, todo es trabajo”.

“El gran desafío es salir de la precariedad y la informalidad. Que el que produce informalmente, lo haga formalmente; que el que no comercializa, comercialice; que el que comercializa, comercialice más y exporte; y que el que exporta, exporte más”, añade la funcionaria, quien también destaca cómo la circulación digital impulsó a sectores con circuitos más tradicionales como el de las artes visuales o las artesanías.

“El salto tecnológico y la digitalización cambiaron la cadena de valor de todas las industrias culturales”, resume Cardoso. Desde esa óptica, el ámbito de la producción cultural es un terreno abierto a nuevas posibilidades, sobre todo en un escenario en el que, en términos de competitividad, hay cada vez más cercanía de productores argentinos con el llamado “mundo”.

Industrias culturales, ilustración de Martín Kovenksy para Número cero
Industrias culturales, ilustración de Martín Kovenksy para Número cero
HACIA AFUERA Y HACIA ADENTRO: FORMALIZAR PARA EXPORTAR
Esta concepción de las industrias culturales y creativas como un polo productivo por impulsar desde el Estado nacional se entiende aún mejor si se analiza el contexto global en el que se inserta la economía argentina. En un proceso de crisis monetaria sostenida, la posibilidad de generar divisas a través de la exportación de bienes y servicios culturales resulta tentadora para unas arcas fiscales necesitadas de inyección financiera.

Por eso, según Cardoso, el Ministerio de Cultura viene trabajando con más de 90 embajadores comerciales y culturales “buscando oportunidades de negocios” en mercados externos interesados. En Estados Unidos, por ejemplo, el sector audiovisual, la animación y el cómic son áreas estratégicas para esta política.

En ese sentido, el economista Darío Luis Candellero suma su mirada específica a esta lectura. “La perspectiva de crecimiento está. Yo veo mucho potencial, pero el Estado tiene que acompañar tanto en capacitación como en seguimiento”, asegura el docente de la Universidad Siglo 21 y consultor externo en Comercio Internacional, además de DJ.

Para él, es clave el acompañamiento de una política pública en un proceso que, en paralelo, implica una formalización en materia impositiva por parte del sector. Por supuesto, el economista no desconoce la realidad de ciertos productos y servicios que se exportan sin tributar a través a Afip y con un tipo de cambio más redituable que el oficial.

“Tenemos la necesidad de empezar a generar divisas, pero eso implica también que se formalicen este tipo de operaciones”, apunta sobre este nuevo estadio en la profesionalización que la producción cultural en sentido amplio debe atravesar para poder alcanzar visibilidad en nuevos mercados: “No es solamente ir a tocar o bailar afuera. Hay todo un proceso formal para cumplimentar esa operación”.

“Con un monotributo, hoy ya podés exportar”, precisa de todos modos el economista. “En Córdoba tenemos a Los Caligaris o a Cosquín Rock, que son casos de exportación a gran escala, pero la posibilidad de crecimiento está incluso para un artesano”, señala en relación con las variables tecnológicas que facilitan la circulación para proyectos de todos los tamaños.

Según él, la pandemia ayudó a poner en valor la cultura como un ámbito generador de riqueza, además de esencial en un contexto de encierro prolongado. “Creo que el prejuicio de pensar que la producción cultural no es trabajo de a poco va cambiando. Y también hay gente que se está dando cuenta de que hay mucho dinero detrás y hay mucho que se puede generar”, analiza Candellero, quien ve también un acercamiento cada vez mayor de profesionales vinculados a la cultura a herramientas que avanzan en pos de la formalización del sector.

DESAFÍOS HACIA ADELANTE: FEDERALISMO Y SALIR DE LA ZONA DE CONFORT
“Esto es algo de lo que se viene discutiendo por lo menos desde hace una década”, reflexiona a su turno la gestora y docente Cecilia Salguero, quien pone en contexto esta visibilidad creciente del impacto económico de la cultura y destaca una sostenida profesionalización en el ámbito cultural.

“Yo nací en la década de 1960 y me empecé a autopercibir profesional de la cultura hace relativamente poco”, añade la exmánager de Los Cocineros. “Algunos pasos en términos de profesionalización hemos dado. Yo veo cada vez más gente con más herramientas para desarrollarse en este universo”, argumenta Salguero, quien a su vez dice que “una de las características de la industria del conocimiento es que no tiene ningún tipo de techo”.

Y en línea con la perspectiva que trabaja la actual administración del Estado nacional, subraya: “Creo que hay una coyuntura que nos permite reforzar el hecho de que la cultura es un vehículo concretísimo para generar divisa en moneda extranjera”.

De todos modos, y más allá de la creciente presencia estatal en el sector a partir de la pandemia, Salguero sentencia: “No creo que el Estado haya logrado aún bajar una política concreta o un dispositivo que permita agilizar los canales de venta para los gestores y las gestoras, sobre todo para quienes no estamos en Buenos Aires”.

“Si lo miro para afuera en términos de futuro, veo un camino lleno de flores. Pero si lo miro para adentro, es al revés. Siguen existiendo fronteras muchos más simbólicas, internas”, precisa sobre esta problemática sistémica. En ese sentido, la federalización sigue siendo una cuenta pendiente para la productora, que capacita gestores culturales públicos de todo el país y ve las importantes diferencias regionales que se siguen reproduciendo a nivel país.

“Creo que en cuanto al acceso a los mercados, recién estamos empezando a asomar la nariz. Estamos un poco en pañales todavía, pero tiene todo tipo de futuro. Ahora, hay un montón de otros temas que hacia el interior del interior del país tenemos que resolver: por ejemplo, la conectividad. Es materia pendiente, pero estamos encaminados”, apunta la gestora, quien también es coordinadora del grupo Córdoba Música, experiencia innovadora en materia de exportación de proyectos musicales que cuenta con el apoyo de la Agencia Pro Córdoba, una sociedad de economía mixta estatal y privada.

Sobre ese proyecto, pero también en sentido amplio, Salguero asegura: “El desafío es salir del espacio de confort de la cultura y empezar a sentirnos cómodos con un lenguaje más empresarial. Ya no nos asustamos cuando alguien nos habla con ese lenguaje, pero todavía es un idioma que no terminamos de hablar del todo”. Es lo que podría llamarse un work in progress: “Lo estamos aprendiendo a medida que vamos avanzando”

Juan Manuel Pairone – La Voz del Interior