La Argentina está enroscada hace casi dos décadas en un enfrentamiento estéril con el sector más eficiente y prometedor del país: el campo. “Basta de impuestos”, fue la consigna que elevaron unos 100 mil productores el sábado pasado, llámense retenciones o gravamen sobre la renta inesperada.Los derechos de exportación reaparecieron en febrero de 2002, en medio de una feroz devaluación del 75% de la moneda argentina, que por entonces había saltado de uno a cuatro pesos por dólar. Se impusieron retenciones del 10% para el trigo y el maíz; del 13,5% para la soja y el girasol, y del 5% para los productos procesados.Todo sobre las retenciones al campoDos meses después, se llevaron al 20% a los cereales y 23,5% a las oleaginosas. Los derivados pasaron al 20%.Había una especie de consenso tácito, en medio de la monumental crisis, de que un sector beneficiado por la mejora sustancial en el tipo de cambio, luego de 10 años de convertibilidad y atraso cambiario, debía soportar una carga impositiva mayor.Todo cambió en 2007. Néstor y Cristina Kirchner ya se imaginaban como la dupla eterna que gobernaría al menos dos décadas los destinos de la Argentina.Por entonces, hacía su ingreso la moratoria para amas de casa, que jubiló de un plumazo a 3,5 millones de personas (y duplicó la cantidad de beneficiarios de Anses); la infraestructura energética montada en los ‘90 todavía respondía y permitía ofrecer tarifas baratas sin grandes inversiones, y después de un quiebre institucional, social y económico como fue el de 2001, la población asistía a cierta recuperación de los sectores medios, apalancados en el siempre anestesiador consumo.Se manotearon las cajas previsionales de las AFJP y se reestatizaban YPF y Aerolíneas Argentinas, en dos de los peores negocios que pudo haber encarado un Estado que se ufanaba de redistribuir parejo.Todo ese populismo había que financiarlo y la mejor idea fue aumentar las retenciones. En enero de 2007, a la soja y a sus derivados les aumentaron cuatro puntos porcentuales las retenciones con el argumento de que había mucha demanda.Era cierto, China compraba todo.Después de las elecciones, en las que Cristina gana con el GGG, hubo otro aumento: 25% al maíz, 28% al trigo, 32% a la soja y 29% a sus derivados. En marzo del 2008, el entonces ministro Martín Lousteau anuncia un esquema de retenciones móviles que, según el caso, podría haber exacerbado las retenciones hasta el 58% del total.El proyecto no fue aprobado por el Congreso, y Lousteau tuvo que renunciar.Hay diferentes razones para pensar en que el Gobierno de Alberto Fernández está equivocado, que van más allá de las obvias que sabemos todos.
RAZONES POR LAS QUE EL GOBIERNO NO DEBERÍA PELEARSE CON EL CAMPO
1) Aporta verdes. Sí, la primera es que es el generador de divisas número uno del país: 100 mil millones de dólares desde las retenciones de 2002. No están, claro, ni en el Banco Central ni convertidas en puentes, represas o caminos para sacar la producción, pero la pregunta que vale es: ¿dónde van a ir los próximos 100 mil millones?2) No pide verdes. No demanda dólares para producir o lo hace de forma marginal, como ciertos insumos para los fertilizantes. El campo y la economía del conocimiento son dos generadores netos de divisas, que no necesitan de permisos de importación para poder producir, como ocurre con los autos o la tecnología de Tierra del Fuego. Argentina exporta anualmente 70 mil millones de dólares en bienes y servicios. El 55% es generado por el complejo exportador. Pero el otro 45%, si bien genera dólares, demanda más de los que genera. Ergo, el superávit comercial que obtiene Argentina es casi 100% gracias al campo.
3) Es una teta chica. Con los 15 mil millones de dólares de superávit, el Central tiene que pagar deudas públicas y privadas, vender para ahorro de los argentinos y para los que quieren viajar afuera. No alcanza, obvio. Pero si hay un sector que podría generar todavía más dólares, es el campo. Hay que ofrecerle las condiciones.4) Banca al fisco, y cómo. La cosecha argentina vale unos 40 mil millones de dólares. Pero de los 200 pesos que cuesta el dólar, al productor se lo liquidan al oficial, de modo que 20 mil millones de lo que vale esa cosecha se los queda el Estado vía tipo de cambio. Sobre los otros 20 mil millones, 10 mil millones quedan en retenciones y en otros impuestos. O sea que el Estado, sin sufrir un solo día porque llueve de más o de menos, se queda con el 75% de esa cosecha. Hablemos de redistribución, si les parece.5) Genera empleo. Lejos del prejuicio de que es bajo empleador, las 31 cadenas agroindustriales son responsables del 33% del empleo privado del país. El campo mueve la maquinaria agrícola, laboratorios, veterinarios, prestadores de servicios varios, profesionales, comercios, fletes, insumos, acopiadores, consignatarios, construcción. Es interminable la cadena.6) Basta de conurbanos pobres. Si le va bien al campo, se evita la expulsión de la población a las grandes ciudades. Es cierto que la familia rural ya no vive en pleno campo, pero sí hoy son muchos son más los que se quedan en los pequeños poblados en lugar de migrar a las grandes ciudades. La tecnología hizo eso posible: democratizó los consumos y el conocimiento, porque ya no urge estar donde Dios manda para acceder a esos bienes. Las pequeñas ciudades del interior cuentan también con opciones de esparcimiento comunes a las grandes ciudades. Tractorazo.7) Algo en lo que somos buenos, ¡muy buenos! El campo es para la Argentina una actividad genuina, casi natural para este país tan rico en suelo y minerales. La pampa gringa es competitiva por naturaleza e hipercompetitiva por la incorporación de la siembra directa y la tecnología de última generación, que permite detectar, por ejemplo, la porción justa de fertilizante que necesita un lote, con un ahorro significativo de insumos. El puerto de Rosario es el polo agroexportador más competitivo del mundo. En pocos años, el país triplicó su volumen cosecha, con el doble de superficie cultivada. Los rindes son cada vez mayores.8) Todo vuelve. Es actor por excelencia en la economía circular, porque parte de los residuos que se generan en las actividades productivas se pueden incorporar a la cadena en forma de energía directa o proteína para consumo animal. Está todo ahí, sin necesidad de llevar ni de traer por interminables distancias. Es hasta productor de combustibles.9) Una petrolera verde. Autos y colectivos pueden funcionar con bioetanol o biodiesel sin necesidad de importar a costa de dólares escasos ni subsidiar el petróleo a costa de un recorte en la producción. Hoy se cortan nafta y gasoil con bios, poco, porque se recortó por ley. Pero el sector asegura que ya podría llevar al 30% el corte. Es un petróleo verde, no contaminante, generado en el interior del interior.10) No se van a ningún lado. El campo, pese a la permanente exacción de impuestos por parte de los gobiernos que ven un botín fácil para financiar sus sueños electoralistas, es ejemplo de quien la sigue peleando. No cierran tranqueras y se instalan en otra parte. Están acá, no emigran ni se fugan, y lo que hacen lo hacen muy bien. Nuestras carnes, granos, aceites, leches y vinos son un ejemplo de la Argentina posible, ya, a la vuelta de la esquina. Con dejarlo trabajar es suficiente, que no es poco.
– La Voz del Interior